Hechos políticos, sociales, económicos y culturales

En la exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados, tenemos el Día de la Independencia.  El cuatro de julio celebramos “La Independencia de los Estados Unidos”. Parece mentira, pero muy poco ha cambiado en cuanto a los emigrantes. La historia está bien clara en este respecto: 8 años después del nacimiento de la República, la historia cuenta como Benjamín Franklin se quejó sobre la gran cantidad de migrantes que cada día iban llegando. «La emigración sin control puede haber sido satisfactoria cuando la nación era joven e inestable, pero ahora que ha alcanzado madurez y está totalmente poblada, por el bienestar de la nación se debe dar término a la emigración masiva.» (American Democracy, Hillman Bishop). Otro punto histórico que no podemos olvidar: en el año 1718, en la ciudad de Boston, se escuchó la preocupación que la sociedad tenía referente a los irlandeses; y en el 1729 se formó un motín en los muelles de Boston impidiendo que anclaran barcos repletos de emigrantes.

En el 1819, en la ciudad de New York se reportó lo siguiente: “El flujo de la pobreza nos amenaza con grandes consecuencias, frecuentemente encontramos nuestras calles llenas de indigentes, buscan empleo de puerta en puerta, hasta los encontramos en nuestros auspicios y en nuestros hospitales; los encontramos en los tribunales, en nuestras correccionales, en nuestras cárceles, en las prisiones estatales.  Lamentamos el tener que decir que la mayoría de las veces se dan al crimen por la necesidad, por costumbre o hábito.  Nuestras prisiones están sobre pobladas con ellos.» The Shamrock Newspaper (New York). 

Cuando esté celebrando el 4 de julio no se olvide de pensar en las consecuencias que podemos enfrentar en cuanto a quién ganará puestos políticos de altos o bajos niveles y sus planes en cuanto a la inmigración. La realidad es que la discriminación siempre ha estado viva y latente.  Nosotros mismos somos culpables de discriminación.  Cada vez que miramos a una persona de manera diferente por su color de piel, modo de hablar, creencias, o preferencia sexual, estamos discriminando.  Hay un refrán muy puertorriqueño que dice, «Hábitos viejos son malos de romper», pero hay también otro tal vez mucho más viejo que dice, «Para el que quiere nada es imposible».  ¿No cree que es hora de romper con la tradición de la discriminación? Si alguna vez, sin querer o sin pensar, ha sido culpable de discriminar, hágase la promesa de nunca más hacerlo.  

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