El miércoles 3 de abril, el juez federal de Distrito Gerald McHugh rechazó el último intento de la organización Safehouse de abrir un lugar para la inyección de sustancias bajo supervisión para la población de Filadelfia que lucha contra la adicción a los opioides, y que sobrevive al límite de la muerte, con mayor presencia en Kensington y zonas aledañas.

La decisión del juez ha sido un golpe bastante duro para Safehouse, que busca obtener la autorización para abrir un centro similar a los dos que dirige en Nueva York. Su último argumento se amparaba en “el derecho constitucional a ejercer nuestra convicción religiosa, que nos pide salvar a cualquier costo toda vida humana”.

La declaración de rechazo ha sido acogida con alivio por parte de residentes de la zona, que en su mayoría se oponen a la instalación de un centro de consumo supervisado.

El temor de que se incremente la población de personas con trastorno por consumo de sustancias y traficantes de drogas, por las calles de Kensington, es latente en el vecindario que tiene fama internacional de ser un mercado de opioides a cielo abierto.

El dilema es complejo y difícil de resolver. Por un lado, es comprensible el temor de padres y madres de ver frente a sus casas, a personas con trastornos por abuso de sustancias, llenando sus calles con olores, desechos, jeringas viviendo en situación de calle, y por el otro lado, también es comprensible la buena intención de Safehouse de ofrecer una alternativa temporal que proteja a los adictos de una sobredosis potencialmente mortal, mientras se encuentra una solución más profunda a este flagelo.

Sin embargo, la ciudad, la comunidad y organizaciones no gubernamentales están interviniendo de forma conjunta para atacar el abandono en el que se encontraba Kensington y buscar soluciones que prevengan la dramática estela de muertes, tanto por sobredosis como por la violencia, en buena parte debido a la desintegración familiar.

Según cifras del Centro Nacional para el Control y Prevención de Enfermedades, entre 1999 y 2021, unas 650.000 personas murieron en el país a causa de sobredosis de opioides; mientras que en Filadelfia se han registrado, desde el 2019, alrededor de 6.500 muertes por esa misma causa. Cifras que hablan de un drama que no puede ser ignorado por más tiempo, ni asumido con negligencia o ligereza y que requiere del compromiso constante de todos los involucrados.

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