(Foto: EFE/TANNEN MAURY)

En últimos 3 años van más de 80 ametrallamientos masivos en Estados Unidos, con casi 400 fallecidos

14 de febrero de 2008, DeKalb, Illinois: un joven de 27 años ejecuta a cinco personas y se suicida.

2 de abril de 2012, Oakland, California: un hombre de 43 años entra a una escuela cristiana y mata a tiros a siete adultos.

14 de diciembre de 2012, Newton, Connecticut: un joven de 20 años mata veinte niños de la escuela Sandy Hook, a seis adultos y a su madre, luego se suicida.

7 de junio de 2013, Santa Monica, California: un joven de 23 años asesina a tiros a cinco personas antes de ser abatido a balas por la policía.

24 de octubre de 2014, Marysville, Washington: un adolescente de 15 años dispara indiscriminadamente y mata a cuatro personas, luego se suicida.

1 de octubre de 2015, Umpaqua, Oregón: un estudiante de 26 años ejecuta a ocho estudiantes, un profesor y luego se suicida.

12 de junio de 2016, Orlando, Florida: 49 personas murieron y 53 resultaron heridas en la discoteca Pulse El autor del atentado, Omar Mir Seddique Mateen, falleció también al ser abatido por la policía.

1 de octubre 2017, Las Vegas, Nevada: 59 muertos y más de 500 heridos, el saldo de Stephen Paddock, de 64 años, quien disparó cientos de balas hacia la multitud que disfrutaba del último día del festival de música country Route 91 Harvest.

14 de febrero de 2018, Parkland, Florida: un joven de 19 años mata 17 personas, 14 de ellas adolescentes de una escuela secundaria.

18 de mayo de 2018, Santa Fe, Texas: un estudiante de 17 años entra a su escuela secundaria, mata a tiros a ocho de sus compañeros y dos de sus profesores.

27 de octubre de 2018, Pittsburgh Pensilvania. Es el peor ataque antisemita de las últimas décadas. Robert Bowers de 46 años, irrumpió en el templo judío Árbol de la Vida y asesinó a 11 personas e hirió a otras 6.

3 de agosto de 2019, El Paso, Texas: Un ataque terrorista perpetrado por un joven supremacista blanco de 21 años. Patrick Crusius, confesó que su objetivo era “matar mexicanos”. Con 23 muertos y 23 heridos, aun no hay fecha para el juicio.

17 de mayo de 2022, Bufalo, New York: Payton Gendron de 18 años recién cumplidos, después de publicar en línea un extenso documento racista, y escribir que compró un arma AR-15, trasmitió en vivo en su red social la masacre en un supermercado, y mató a diez personas por ser negras.

24 de mayo de 2022, Uvalde, Texas: Salvador Ramos de 18 años recién cumplidos, entra a una escuela primaria y asesina a 19 niños y a dos maestras.

La radiografía es tétrica, y aquí no termina la larga lista; hay muchos atentados más donde se abrió fuego indiscriminado en diversos escenarios públicos, esto es solo un ejemplo de la amplitud de este azote social que distingue trágicamente a los Estados Unidos.

No hay lugares públicos, ni siquiera escuelas o centros de fe, donde la gente no el corra peligro de ser ametrallado. Y aunque se continúa con la cotidianeidad, en la siquis guinda el trauma, habita el pensamiento de que se podría ser el próximo, o que alguno de sus hijos caiga víctima del desquicio psicópata que parece reinar a sus anchas, por las calles de nuestros vecindarios.

La sociedad estadounidense vive un estado de incertidumbre civil peor que el de una guerra. Lo que unos años atrás se consideraban lugares seguros, en los últimos 20 años, se han convertido en centros de masacre civil. Es un tipo de terrorismo doméstico, donde las víctimas son atacadas por sus propios ciudadanos. Según el Dr. Richard Berkebile, Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos de América, y quien se ha dedicado al estudio de este fenómeno, el terrorismo doméstico es, «el uso premeditado o la amenaza de usar violencia por individuos o grupos sub-nacionales contra no combatientes para obtener un objetivo político o social mediante la intimidación de una audiencia más allá de las víctimas inmediatas, en las que la nacionalidad de los perpetradores, las víctimas y ubicación de ataque coinciden» (Berkebile, 2017). A la luz del planteo de Berkebile, esos 10 casos de masacres entre 2008 y 2022, podrían catalogarse como terrorismo doméstico. Entre 2013 y 2016 el “Global Data Index” registro un total de 1,000 ataques de terrorismo doméstico en el continente americano (Norte, Centro y Sur), donde se revela que los Estados Unidos de América y Colombia están considerados por el “Global Terrorism Index” como los países con el mayor “alto impacto de terrorismo”. 

Parece que este asunto del terrorismo no es algo del que nos podremos zafar en lo inmediato. Según el Centro de Investigación Giffords, 41,000 estadounidenses mueren al año por causa de la violencia, esto es un promedio de 110 personas al día; los Estados Unidos tiene la mayor cantidad de armas (393 millones) que cualquier otra nación comparable; Estados Unidos de América representa el 4% de la población mundial y el 35% de los suicidios con armas de fuego en el mundo; los estadounidenses tienen 25 veces más probabilidades de morir en un homicidio con armas de fuego que cualquier otro país de altos ingresos; en el 2020 se alcanzó el nivel más alto, en los últimos 40 años, por muertes con armas de fuego, con un total de 45,222 muertes; el 59% de los suicidios ocurren por un arma de fuego; cada año 3 millones de infantes están directamente expuestos a la violencia armada, lo que resulta en la muerte, lesiones permanentes y traumas de largo plazo; Pensilvania ocupa el número 31 en la lista nacional de muertes por armas de fuego, por cada 100 mil residentes, 12.4 fueren por armas de fuego, un promedio de 1,628 mueren cada año por armas de fuego. Estas son estadísticas actuales del Centro de Investigación Giffords.

Por supuesto, que saber esto no soluciona la medula del tema en discusión, por lo cual nos toca a nosotros como ciudadanos interesados en el bienestar común, a iniciar conversaciones que nos ayuden a lidiar con los vejámenes emocionales y traumas colectivos que producen estos eventos de terror. Nadie, ni ningún lugar, ni ninguna ciudad está a salvo de esta desmedida ola de masacres contra la población civil. El reto es enorme y tiene que ser un esfuerzo colectivo como comunidades en peligro de ser arrasadas por este desquiciado flagelo social. En la próxima columna hablaremos sobre las raíces psicológicas y espirituales de este mortífero fenómeno contra nosotros mismos.

El Archivo de Violencia Armada, (www.gunviolencearchive.org) define un tiroteo masivo como un incidente en el que “cuatro o más personas son baleadas o asesinadas, sin incluir al atacante”. Al 31 de mayo muestra que ha habido 233 tiroteos masivos en 34 estados y Washington DC., en lo que va del año.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí