El presidente de Estados Unidos durante cinco horas, y junto a su esposa Melania, la isla de Puerto Rico, devastada por los huracanes María e Irma. Minimizó los daños al compararlos con los del Katrina en 2005, hizo declaraciones fuera de lugar y cerró su estadía arrojando rollos de papel higiénico a los damnificados. 04/10/2017 EFE/POOL

“Esto era y fue lo que hizo el colonialismo: distorsionó todos los procesos ordinarios de la mente, hizo mendigos de hombres honestos. La ayuda del Congreso hacía que Puerto Rico mendigará… y en las formas más duras y repugnantes como lo hace un mendigo en los escalones de la iglesia.  Este fue el verdadero crimen de los Estados Unidos de América en el Caribe, convirtiendo a los puertorriqueños en algo menos que los hombres para lo que fueron creados.”  Rexford Guy Tugwell, último gobernador estadounidense de Puerto Rico 1941-1946.

Así describe el exgobernador Tugwell en su libro “The Stricken Land” publicado en 1947 la contribución de los Estados Unidos a Puerto Rico. Este es un libro cuasi biográfico, donde Tugwell conversa sobre sus años de envolvimiento en la vida política de Puerto Rico. Leer este documento histórico es prácticamente mandatorio para cualquier puertorriqueño que quiera entender mejor esa década y media del 1935 a 1950. Uno de los temas que copó la política de esa época fue el asunto de la distribución de la tierra. Por aquel entonces las compañías azucareras eran grandes latifundios que usaban las placenteras vegas borincanas +-7para la siembra de caña de azúcar. Uno de los personajes que resalta en esta historia del azúcar es Charles Herbert Allen, ex Congresista y Comisionado de Prisiones de Massachusetts. Allen fue el primer gobernador civil enviado por el Congreso estadounidense el 1ro de mayo de 1900. Solo gobernó 17 meses, hasta septiembre 15 de 1901. Durante su corto gobierno allanó el presupuesto de la Isla, aumentó los impuestos, retuvo préstamos municipales y agrícolas y congeló todos los fondos de reparación y construcción de escuelas, creó más de 600 nuevos puestos de gobierno con elevados salarios solo para burócratas estadounidenses.

En su informe de salida de la gobernación explica: “El rendimiento de azúcar por acre es por mucho mejor que cualquier otro país del mundo. Una amplia cantidad de tierras, que ahora solo se dedican al pastoreo, podrían ser dedicadas a la cultura de la caña de azúcar. La producción de azúcar es $10 más barata que en Java, $11 más barata que en Hawái, $12 más barata que en Cuba, $17 más barata que en Egipto, $19 más barata que en las Indias Británicas y $47 más barata que en Luisiana y Texas.”

Este informe más que un informe anual de gobernación era un plan económico para el desarrollo de su imperio azucarero. Para 1907 Allen había desarrollado el sindicato azucarero más grande del mundo, la American Sugar Refining Company y controlaba el 98% de la producción de azúcar de los Estados Unidos. Para 1930 Allen y los bancos estadounidenses tornaron el 45% de la tierra cultivable de Puerto Rico en plantaciones de caña de azúcar. En 1934, el 80% de las fincas de azúcar eran propiedad de los sindicatos bancarios estadounidenses. Este desproporcionado dominio económico implicó el empobrecimiento de los trabajadores puertorriqueños, quienes fueron desplazados y solo dependían del trabajo asalariado. Hoy día aquel monstruo de la American Sugar Refining Company es lo que usted conoce como Domino Sugar.

Por 40 años Allen y su equipo de buró-ladrones estuvieron sangrando las tierras puertorriqueñas e incluso violando su propia Ley Foraker de 1900, la cual disponía que ninguna corporación o negocio tuviera más de 500 acres de tierra. Lo más perverso de esto fue que ni un centavo de toda esa ganancia se quedó en Puerto Rico. En base a esta monstruosidad financiera es que Tugwell hace el planteamiento que abre este escrito. 

Por eso resulta denigrante, insultante y de alta ignorancia que el actual presidente de los Estados Unidos haya preguntado o sugerido la venta de Puerto Rico. Cualquier economista serio y honesto sabe que Estados Unidos jamás ha perdido un vellón en sus tratos con Puerto Rico. Son mucho, pero mucho más las ganancias económicas para EE. UU., que los billones anuales que invierte el Congreso de los Estados Unidos de América en Puerto Rico. Hemos sido objeto de perversos negociantes como Allen, burlados por presidentes como Trump y endeudados por inescrupulosos legisladores.

Puerto Rico no está a la venta. Ya cientos de generaciones boricuas pagaron con sangre y exilio la tierra que por derecho natural nos pertenece. Lo que si aún está pendiente es la descolonización del terruño que Dios nos asignó. 

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