Atlanta, GA – El 2020-21 expuso la realidad interior de lo que había sido un fuerte estado “rojo”, que votaba siempre y cumplidamente por el Partido Republicano. Pero algo rompió las puertas de la muralla, y vimos a un electorado en espera de ser liberado. Durante años, sus voces habían sido silenciadas por el racismo, la opresión electoral y económica; pero esta comunidad negra, salpicada de buenos progresistas, no perdía la esperanza.

Aunque el mismo Martin Luther King y el liderazgo cristiano del sur eran de Atlanta, no habían sido suficiente. Pero hoy, fueron un componente importante en esta escalera para buscar un poco de justicia.

Cada nuevo movimiento por nuestros derechos ha enfrentado derrotas en las urnas, en las negociaciones contractuales, en los medios de comunicación y, sin embargo, seguimos encontrando formas de vivir y prosperar. Hay un viejo refrán indígena mexicano que dice: “pensaron que podían enterrarnos, pero no sabían que éramos semilla”. Sí, y como semillas, volveríamos a brotar.

Hace dos años, Stacey Abrams se postuló para la gubernatura de Georgia, y esto fue después de años en los que ella y otros voluntarios habían trabajado en la organización de las bases y el registro de votantes. Su rival fue el actual gobernador, quien entonces era secretario de Estado y se negó a recusarse. Lo que hizo, en efecto, fue una gran operación para suprimir votos, de modo que Stacey no pudiera ser elegida.

En muchos casos, un candidato perdedor desaparece en la industria política. Pero Abrams sabía que esta lucha por la justicia electoral era más grande que ella. Y ella, y muchos otros, volvieron al trabajo para educar y organizar a las comunidades negras, a los jóvenes y los ciudadanos con conciencia social. Stacey fue golpeada, magullada y podría haber renunciado. En cambio, se volvió más obstinada y decidida a trabajar por el cambio necesario para ayudar a todos los ciudadanos de Georgia.

Nuestra hija, que trabaja para UPS en Georgia, nos empujó a mudarnos, y terminamos en Stone Mountain, en el condado de DeKalb. Llegamos en febrero de 2020. Habíamos vivido en Atlanta de 1985 a 1988, cuando trabajé con Amnistía Internacional. Durante ese tiempo trabajé con los 13 estados sureños que aplican la “pena bíblica de muerte”; colaboré con Coretta Scott King, con el reverendo Joe Lowery, por entonces director del consejo local de “Concerned Black Clergy”, (Clérigos negros comprometidos), con la NAACP y muchas organizaciones progresistas.

Desde entonces, ha habido un cambio radical en la demografía de Georgia. Hubo aumentos importantes en las comunidades negras y latinas. También surgió una nueva, más progresista y diversa población blanca joven, que no se acomodaba a las normas del ayer.

Las manifestaciones en torno a los asesinatos de Ahmaud Arbery, George Floyd, Breonna Taylor y muchos otros, atrajeron a decenas de miles de jóvenes manifestantes, que durante muchos días se unieron a Black Lives Matter, exigiendo justicia y el fin del racismo. Y en casi todos los eventos había siempre gente haciendo registro de votantes.

Todos sabíamos que las elecciones presidenciales del 2020 serían cruciales y que todos tendríamos que involucrarnos. Poco sospechábamos que la pandemia cambiaría nuestra forma de organizarnos y hacer campaña tan históricamente arraigadas en el ciclo electoral. No podríamos tener los contactos persona a persona que todos estábamos acostumbrados a tener. Pero en poco tiempo nos encontraríamos siendo organizados por Abrams, NAACP, Lean Left, Indivisible, grupos latinos, sindicatos y otros.

Pronto llegó noviembre, cuando estábamos terminando nuestro esfuerzo de registro de votantes y muy preocupados por las elecciones nacionales. Al mismo tiempo, empezamos a acelerar para energizar a los votantes. No estaba seguro de que tendríamos suficientes votos para hacer ganar a Biden, pero teníamos que soñar con lo imposible.

La victoria de Biden/Harris sorprendió a todo el mundo; especialmente a la campaña de Trump. El resultado fue también que, a causa de los votos, los dos escaños del Senado irían a una segunda vuelta, a realizarse el 5 de enero. Esto era otro desafío, debido a los muchos días festivos y cierres de oficinas de esta época.

Fue sorprendente que tantos grupos a nivel local y nacional se concentraran en Georgia. Muchos grupos, como los sindicatos, trabajaron desde lejos y también enviaron miembros a trabajar en las calles. Al mismo tiempo, los grupos conservadores utilizaban dinero negro y anuncios políticos radicales que acusaban a los candidatos demócratas de no ser estadounidenses.

Pero a cambio, hubo una campaña muy imaginativa por parte del Partido Demócrata, con tantos elementos creativos, que conseguimos sacar a los votantes por segunda vez. Históricamente ha habido una baja participación en elecciones especiales, sobre todo en las comunidades negras. Pero esta vez las comunidades de base respondieron con fuerza y efectividad.

Es increíble que un hombre negro y un joven judío hayan sido elegidos como los dos senadores de un “confiable” estado rojo. El siguiente paso será elegir a una mujer negra, fuerte e inteligente como gobernadora, para poder realizar cambios serios en la legislatura estatal.

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