Marcos se parecía a todos los trabajadores agrícolas de la granja a su alrededor. Ahí estaba, doblado desde la cintura sobre un azadón de mango corto en su mano derecha mientras trabajaba hilera por hilera en los betabeles, cebollas o melones. El sol ardiente parecía no molestarle mientras pasaba 10 horas trabajando como un esclavo con un salario de 65 centavos la hora. A su izquierda estaba su hijo de 11 años teniendo dificultades con el trabajo y siendo bautizado en la iglesia de la dura labor agrícola.

Los dos cheques, de poca cantidad, les ayudaría a él y a su esposa Carmen, asistente de enfermera, a alimentar a sus 12 hijos. El sábado era el día de pago semanal cuando Marcos recogía sus dos cheques y los ponía para el gasto de la familia.

Al igual que muchos inmigrantes, vino a los Estados Unidos, la Tierra Prometida del Sol y del Dinero.  Tiempo después descubriría que era más sol que dinero. También se encontró con la actitud hostil de muchos que no entendía a estos hispanoparlantes de piel oscura que cultivaban la comida que había en sus mesas.

Nunca hubo una celebración del Día del Padre mientras su familia de una docena de hijos crecía en la pobreza; eran tan sólo afortunados de celebrar humildemente la mayoría de todos los cumpleaños y la Navidad.

En su juventud Marcos había sido cocinero para las cuadrillas de trabajadores y aprendió cómo hacer las mejores tortillas de harina. Hacía tortillas frescas para los burritos y tacos que se llevaban a los campos todos los días y con frecuencia hacía otro montón de tortillas en la noche. Era rápido y podía hacer varias docenas de tortillas en tiempo récord. Cuando estaba haciendo las tortillas, tanto los jóvenes mexicanos como los “gringos”, olfateaban el rico aroma de las tortillas recién hechas, esperando que Marcos les compartiera algunas.

En esos días no había productos latinos en las tiendas ni había paquetes de tortillas. Por lo tanto, le pedía a Marcos que hiciera tortillas para muchas bodas, bautizos, cenas después de funerales y otros eventos especiales. Su familia no podía contribuir financieramente a los eventos, pero les podía proveer las mejores tortillas en millas a la redonda.

Al morir no tenía enemigos e incluso los granjeros para quienes trabajó tantos años fueron a su funeral para honrarlo con su último Día del Padre.

Fue puesto a su descanso eterno con la primera misa de funeral con mariachi en la iglesia católica St. Mary. Su humilde, pero fuerte cuerpo, fue llevado fuera de la iglesia mientras el mariachi tocaba La Marcha de Zacatecas, en honor a Marcos y a su país natal, México.

Un hijo visionario
Su legado fue prolifero en muchos sentidos, pero en especial Magdaleno es parte de su herencia. Leno desde que tenía 11 años cada verano trabajaba en el campo. Ya había comenzado a ser un poco alborotador y era despreciado en el pueblo porque peleaba contra el racismo, la guerra de Vietnam y la injusticia penal. De manera bíblica, Marcos daba la otra mejilla más de una vez a la actitud de la comunidad.
Leno tenía 28 años cuando el falleció y en ese entonces era organizador de UNITED FARM WORKERS UNION.

Este poema hecho por él y fue leído en su funeral.

HOE # 43
Tomorrow they’ll
Have to retire
Hoe #43
Its operator
Won’t be here
For a while ==Or maybe never
The fields are still
Singed by that magic hoe
Running up and down
And down and up
And up and down again
It chopped away the weeds
It chopped away the years…
The operator
Didn’t come today
And old #43
Sits on its rack
Awaiting the brown wrinkled hand
Awaiting the long weed-filled rows
Awaiting the boiling sun..
They say old #43 won’t work again
They say old #43 won’t sing again
Its operator
Won’t be here
For awhile
Or longer

Originally written for Marcos Trinidad Avila and read at his funeral in 1974 this is also a dedication to all those men and women who worked with this back bending, back breaking short handled hoe..

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