(Foto: Ilustrativa/Pexels)

El regreso presencial a las aulas es, por una parte, una noticia que alegra y trae un respiro de alivio a muchos padres, agobiados ahora por el triple trabajo de ser papás 24 horas, ser tele trabajadores y, además, ser maestros y pedagogos auxiliares de sus hijos en escolaridad virtual. Al mismo tiempo, la noticia hace saltar alarmas y preocupaciones en muchos otros, debido a la presencia persistente de la pandemia y al peligro que esta implica en el ambiente de híper-contacto personal que hay entre los estudiantes en los colegios.

Es sano examinar con calma los pros y los cons del regreso a la educación escolarizada para contribuir a nuestra salud mental y equilibrio emocional. Según muchos estudios –aunque sus resultados no sean concluyentes–, se ha visto que, en general, los niños menores de 10 años contraen mucho menos el coronavirus que los adultos mayores; lo cual disminuye un poco el riesgo de contagio. La parte negativa de esta resistencia de los menores es, que cuando contraen el virus suelen ser muy asintomáticos, lo cual los convierte en difusores potenciales invisibles.

El primer año de pandemia mostró que el confinamiento ha desatado un serio problema de salud mental. Los menores se han visto afectados por la falta del contacto social con sus compañeros y de las actividades físicas, recreativas y didácticas que son típicas de la escuela presencial. También ha afectado la salud mental de los padres que entre otros desafíos han debido asumir papeles multifunción, aparte del estrés por la pérdida o cambios en el trabajo que ha afectado a muchos. Y también ha golpeado la salud mental de los profesores, que además de enfrentar los problemas que ha traído la pandemia en su vida personal, muchos se han visto forzados a convertirse en pedagogos virtuales de forma tan abrupta. Por otro lado, ahora que se encuentran regresando a las aulas, especialmente los docentes de educación superior o universitarios están enfrentando a estudiantes que militan en los grupos anti vacuna o anti-mascarillas, con sus consiguientes riesgos.

El otro dato relevante es que la escuela improvisada virtual, ha significado un gran bajón en los niveles de rendimiento académico para muchos alumnos, como lo han demostrado las pruebas del estado y otras pruebas variados en un gran número de países. Esta baja en la calidad educativa está generando estudios, asambleas y discusiones en muchos lugares para entender en dónde está la falla.

Todo esto nos debe llevar a una reflexión de fondo. Con la educación de los niños no se puede jugar, ni mucho menos improvisar. De su rendimiento y aprovechamiento depende el futuro de nuestra sociedad. Y hoy más que nunca urge educar a los niños de manera eficaz para enfrentar los duros desafíos del mundo actual. Educarlos a las relaciones sanas, abiertas, no solo tolerantes con la diversidad sino interesadas en conocer esa diversidad, explorarla y descubrirla para poderla acoger. Educarlos a una defensa más agresiva y comprometida del ambiente. Educarlos a la inclusión igualitaria, que procura que ningún coetáneo se quede atrás. Educarlos al amor y el respeto de sus riquezas culturales y familiares, y aunque suene anacrónico, educarlos a una vida con dimensión espiritual y apertura a la trascendencia; educarlos para servir.

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