(Foto: Ilustrativa/Archivo/Efe)

Arrancó el nuevo año escolar. La incertidumbre sobre la pandemia y sus variantes mutaciones alarman a toda la población, sobre todo en las escuelas. Los padres parecen estar aliviados de que los hijos regresen a la escuela, aunque algunos estudiantes continuarán sus clases virtualmente.

Para maestros y maestras, luego de un año educando desde las casas, esto es un nuevo reto porque tendrán estudiantes en el salón y a la vez en sesión virtual. Pero la incertidumbre no es sólo por asuntos de salud y contagio, sino también por asuntos técnicos de la educación.

Hay padres que les preocupa el uso de mascarillas y cómo eso puede afectar el aprendizaje de sus hijos, sobre todo en el lenguaje y la socialización. Mientras que otros, están muy preocupados por el distanciamiento social dentro del aula.

Este será un año escolar de sonrisas y ceños escondidos. ¿Cómo esta obligatoriedad de mascarillas puede afectar el desarrollo cognitivo de los estudiantes? Aun no lo sabemos, ya que se carece de información científica de cómo esto puede afectar el desarrollo académico de nuestros hijos e hijas, pero tiendo a pensar que son más los beneficios. Esto es un reto que nos pone contra la pared, pues no tenemos opción, enseñamos o enseñamos, y como todo reto, nos lleva a usar la creatividad y la referencia cultural para tratar el asunto. Por ejemplo, ¿qué tal las culturas donde los educadores se cubren toda la cabeza y solo los ojos quedan al descubierto?, ¿son esos estudiantes menos sociales o de menos capacidad cognitiva? La evidencia empírica nos dicta todo lo contrario, allí también hay médicos, científicos, educadores, filósofos, padres y madres tan normales como nosotros. ¿Qué tal los estudiantes ciegos de nacimiento? Conocí a un colega ciego que fue presidente de la universidad donde trabajé por unos años, y le puedo decir que hasta mecanografiaba sus propias cartas y algunas veces parecía tener una visión mucho más lozana que otros colegas.

Considero que la mascarilla no es un impedimento para un proceso educativo normal, ni tampoco para que un estudiante o un maestro lleve a cabo sus funciones académicas con la misma calidad de siempre. De hecho, los retos exacerban lo mejor de nosotros, y la mascarilla en vez de un impedimento podría ser una oportunidad para mejorar las habilidades cognitivas y sociales, así como fortalecer el autocontrol y la atención en clase. Entiendo que ya hay un hartazgo, pero no tenemos opción, usarla es un asunto de sentido común y bienestar de nuestra comunidad. En vez de quejarnos o resistirnos por ese asunto, debemos aprovechar la oportunidad que nos ofrece y crecer en el proceso.

Mi esposa es maestra de español y ella me dice que enseñar un lenguaje requiere mucho más que la boca. Los ojos son también tan importantes como la boca, pues con ellos se establece el contacto visual para poder entender lo que se enseña. Según los especialistas del lenguaje un niño de dos años, por lo general, se fija más en los ojos del adulto, que en la boca. También destacan estos especialistas, que los niños de mayor capacidad cognitiva se fijan en los ojos del interlocutor para discernir el pensamiento y las emociones, con lo cual desarrollan una mayor inteligencia emocional.

La prosodia, los gestos y el contexto son algunas de las técnicas que usan los niños para descifrar nuevas palabras y discernir qué piensan los demás. Por esto un salón de clases lleno de rostros cubiertos es una excelente oportunidad para que los estudiantes desarrollen estas técnicas, presten mayor atención y aprendan a distinguir el tono de voz y el lenguaje corporal de los otros compañeros de clase.

El mantener la mascarilla puesta por largos períodos requiere de autocontrol y autorregulación, y esto es un desafío para estudiantes de edad elemental y secundaria. Pero el estudiante que logra ese autocontrol y autorregulación tiende a alcanzar sus objetivos académicos, resolver problemas y manejar el estrés con mayor funcionalidad. Tal vez sea la mascarilla el santo remedio para los estudiantes que tienden a comerse las uñas o escarbarse la nariz, y también podría ser una perfecta herramienta para practicar y perfeccionar la solidaridad comunal.

Los niños por lo general son muy solidarios y curiosos, y esto podría ser una oportunidad para enseñarle sobre el fácil contagio de gérmenes y bacterias, y cómo estos producen infecciones y enfermedades. Los niños de edad escolar tienden a interesarse en cómo sanarse y cómo ayudar a los demás. Para ellos aprender a lavarse las manos y su por qué podría ser una experiencia muy divertida. Estas regulaciones contra la COVID-19 y su variante Delta pueden ser un medio para que los niños desarrollen su sentido solidario y ayuden a proteger a los demás.

¿Qué niño o niña no se sacrificaría por ayudar a sus padres o amigos, por sus abuelos o hermanos para evitar que se enfermen? ¡Que hermosa oportunidad para enseñarles principios éticos como el deber y el sacrificio! La molestia de la mascarilla puede ser una manera de sacrificarse por sus seres queridos y de servicio comunitario.

Por supuesto, todo esto depende del tesón y la excelencia con que padres, maestros y cuidadores hacen su labor educativa. Ellos son esos héroes anónimos y sacrificados que dejan su pasión y amor tatuado en la gnosis y corazón de nuestros hijos. La mascarilla, eventualmente, se dejará de usar, pero esos principios de solidaridad, deber y sacrificio quedarán en la memoria de los estudiantes como atalayas de bondad y amor fraternal.

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