Un proyecto de Philadelphia Mural Arts en la esquina sureste de las calles 5 y Cambria, llamado “América Latina: un idioma, múltiples culturas”, celebra la diversidad latina en Filadelfia. FRANK WIESE / Staff Photographer

A José Joaquín Mota se le empezó a cortar la voz al recordar el día en que su amigo Dante Sánchez lo llamó para contarle que había dado positivo al coronavirus. “Créame cuando le digo que se me enfriaron los pies y me dieron escalofrío’ ahí mismo”, dijo.

Mota, el ex vicecónsul del Consulado Dominicano en Filadelfia, había desarrollado una estrecha relación profesional con Sánchez, un médico de 63 años, que operaba una clínica de salud conductual en el norte de Filadelfia por más de una década.

Ambos, nativos de la República Dominicana, habían estado trabajando juntos durante años para apoyar a quienes llegaban a la región de Filadelfia desde lugares como la ciudad de Nueva York y el Caribe.

Ellos y otros crearon un sentido de pertenencia para los recién llegados al brindarles orientación en inglés y en español, para que las personas supieran cómo navegar el sistema de salud en los Estados Unidos, dónde encontrar vivienda y trabajo, y para que comprendieran cómo funciona la ciudad.

Más recientemente, formaron parte de un grupo que organiza recolecciones de alimentos mensuales, para ayudar a las familias latinas en el norte de Filadelfia a contrarrestar las dificultades creadas por la pandemia. Mota, quien se recuperó de COVID-19 en abril de 2020, cree que el trabajo voluntario de Sánchez lo expuso al virus.

“Era una persona brillante, que nunca mostró sus debilidades”, dijo Mota, de 55 años. “Estábamos tratando de evitar [que contrajera] la enfermedad, pero… Simplemente, no pudimos”.

EDILIA GÓMEZ O’HARA
15 de octubre de 1953 – 21 de junio de 2020
 
Edilia Gómez O’Hara, de 66 años, fue recordada como una mujer brillante, con una sonrisa cautivadora. Nacida en Caracas, Venezuela, dispuso sus habilidades para organizar eventos sociales y culturales a favor de los hispanos en la región de Filadelfia.
 
Crédito: Cedida por Emilio Buitrago

EDILIA GÓMEZ O’HARA

Edilia Gómez O’Hara, de 66 años, fue recordada como una mujer brillante, con una sonrisa cautivadora. Nació en Caracas, Venezuela y se mudó a Washington, D.C., en 1982 para aprender inglés. Conoció a su esposo, Michael J. O’Hara, al año siguiente. Se mudaron a Filadelfia, la ciudad natal de Michael, en enero de 1984.

A partir de mediados de la década de 1980, Gómez O’Hara dispuso sus habilidades para organizar eventos sociales y culturales a favor de los hispanos en la región de Filadelfia. Como miembro fundadora de Raíces Culturales Latinoamericanas, dirigió reuniones y encuentros sobre folklore venezolano, creando un sentido de pertenencia para la comunidad sudamericana en el área.

En marzo de 2004, ayudó a fundar Casa de Venezuela, donde se desempeñó como coordinadora del grupo de baile. Con sus faldas largas de ruedos ornamentados, armó las presentaciones del grupo para festivales y desfiles en Filadelfia y otras ciudades del nordeste de los Estados Unidos, incluido el Desfile y Festival de la Hispanidad de la ciudad de Nueva York.

Emilio Buitrago, de 46 años, dijo que Gómez O’Hara era una segunda madre para él. Dijo que ella lo ayudó a mejorar sus habilidades de baile de joropo, después de haber emigrado de Venezuela siendo un adulto joven. Fueron compañeros de baile durante más de 15 años, siendo su primera presentación en Penn’s Landing a principios de la década de 2000.

“Edilia tenía una energía especial, y tanto amor por nuestras tradiciones, que fue natural seguir su ejemplo”, dijo. “Tengo grandes recuerdos y muchas lecciones aprendidas de ella”.

Buitrago dijo que Gómez O’Hara animó a otros a bailar con gracia y perfección, lo que consideró como uno de los rasgos de su liderazgo. Ella logró esto siendo una persona con deficiencias en la vista.

Sánchez, quien había sufrido un derrame cerebral en 2012 y vivía con diabetes y hemocromatosis, fue hospitalizado en Jefferson Hospital el 28 de noviembre. Falleció la noche de Navidad de COVID-19.

Los latinos, el grupo de la población de más rápido crecimiento y el segundo grupo poblacional más grande de los Estados Unidos, han experimentado un deterioro particularmente drástico en su calidad de vida y su bienestar durante la pandemia.

Según un informe publicado en septiembre por McKinsey & Company, los hispanos y latinos de EE. UU., quienes representan el 18.5% de la población del país, han experimentado mayores desafíos para acceder a atención primaria que la población en general. También cita que estas comunidades se han vuelto mucho más vulnerables económicamente durante este tiempo.

Siendo considerada una población clave en la recuperación de todo el país, según el informe, estos grupos tienen aproximadamente 20% más probabilidades de tener problemas crónicos de salud que empeoren los efectos causados por COVID-19 que los grupos blancos.

El informe también sostiene que los sectores económicos que han sido más afectados por la pandemia (hotelería, recreación y turismo, comercio minorista, transporte y construcción) son las industrias en que los empresarios hispanos y latinos producen aproximadamente la mitad de sus ingresos.

Los latinos han perdido sus ahorros, sus trabajos, sus hogares, sus familiares y amigos cercanos. También han perdido a las personas que los orientaron y ayudaron a mejorar sus condiciones de vida: los líderes comunitarios.

CRISÓFORO ROMERO
02 de abril de 1965 – 13 de noviembre de 2020
 
Crisóforo Romero, de 55 años, era un renombrado empresario del mercado de la calle 9 en el sur de Filadelfia, conocido por su espíritu emprendedor y por la forma alegre en que vivía la vida.
 
Crédito: Cedida por Beatriz Rojas

CRISÓFORO ROMERO

Crisóforo Romero, de 55 años, era un renombrado empresario del mercado de la calle 9 en el sur de Filadelfia, conocido por su espíritu emprendedor y por la forma alegre en que vivía la vida.

Nacido en Puebla, México, emigró a los Estados Unidos en 1993. Llegó a Newark, Nueva Jersey, donde trabajó en un centro de reciclaje. Luego de vivir separados por más de una década, Romero se reencuentra con Beatriz Rojas en 1998, quien se convirtió en su esposa y socia comercial por los próximos 22 años. La pareja se mudó a Olney en el norte de Filadelfia al año siguiente.

Los siguientes cuatro años, la pareja trabajó en una planta de pollos en Baltimore. En 2003, ambos encontraron trabajo en Filadelfia cuando Romero comenzó a trabajar en una fábrica de ventanas y Rojas, de modista.

Después que la pareja trató de vender mercadería en el mercado de pulgas en Tacony Palmyra, Romero alquiló un puesto para vender frutas en la esquina de la Calle 9 y la avenida Washington en mayo de 2005. Trabajando bajo la lluvia y la nieve, su negocio prosperó y al año siguiente, la pareja se mudó al sur de Filadelfia y abrió la tienda de frutas y verduras El Pueblo, cerca de las calles 9 y Ellsworth. En 2007, Romero alquiló la esquina nordeste de la intersección para abrir la Carnicería El Pueblo, donde los residentes locales podían encontrar bistec cortado a mano y todas las variedades de carne de cerdo.

Durante los siguientes 10 años, Romero abrió una serie de negocios que ofrecían comida mexicana y atendían a una variedad de audiencias: abrió una pizzería en las calles Ritner y Front. Abrió un restaurante frente a la carnicería, donde la pareja ofrecía platos para llevar. Abrieron una heladería, diagonal a la carnicería, para ofrecer helado de agua, fruta en palito con chile o limón, barras de helado y más.

Marcos Tlacopilco, de 47 años, tenía una relación cercana con Romero, quien fue padrino de sus dos hijas. Consideró a Romero como uno de sus mentores, ya que le llevó a conocer los mercados de pulga del área y lo ayudó a establecer contactos con otros dueños de negocios en la ciudad.

Destacó a Romero y su familia por su audacia y transparencia al hablar sobre cómo construyeron sus negocios, qué funcionó bien y qué no.

“Algo que aprendí personalmente de él fue que hay que trabajar juntos como familia, y nunca dejar de innovar hasta encontrar el lugar adecuado para el negocio que va a satisfacer las necesidades de la gente”, dijo Tlacopilco.

Romero fue descrito como un hombre extrovertido al que le encantaba hacer bromas y pasar tiempo con amigos y familiares. Solía llevar a sus ahijados, sobrinos y sobrinas a las playas de Atlantic City cada dos fines de semana y disfrutaba viajar por los Estados Unidos y México. Le encantaba desayunar con tortillas de huevo y espinacas y se encargaba de la jardinería de su casa en Lansdowne.

A principios de noviembre, Romero tuvo una fiebre alta y se sintió extremadamente cansado durante ocho días. Al negarse a visitar un centro médico, fue medicado en su casa al sentir fuertes dolores de cabeza y un dolor agudo en la pierna izquierda. En las últimas horas de la noche del 13 de noviembre, Romero sintió un dolor agudo en el lado izquierdo del pecho. Falleció mientras recibía atenciones de los paramédicos en una ambulancia frente a su hogar. El médico forense determinó que la causa de muerte de Romero fue un infarto, causado por una trombosis coronaria.

Carnicería El Pueblo y Heladería El Bambino están en funcionamiento. Ambos negocios están a cargo de su esposa.

“Esos modelos, esas personas a las que otros pueden acudir son como un nodo en una red, que tal vez no te dan una respuesta exacta, pero sabrán cómo guiarte, a quién enviarte, y eso es lo que perdemos cuando no tenemos a estos sabios”, dijo Carlos Martínez-Cano, antropólogo y profesor de la Universidad de Washington.

Un año después de que comenzara la pandemia, los latinos se encuentran entre los estadounidenses de color que tienen muchas más probabilidades que los estadounidenses blancos de contraer el virus y de morir de COVID-19. Su difícil situación pone en relieve las disparidades de salud y las desigualdades financieras que ya afectaban de manera desproporcionada a las comunidades marginadas en los Estados Unidos.

Según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés), el cáncer fue la principal causa de muerte en grupos latinos en los Estados Unidos en 2019, antes de la pandemia de coronavirus. De 2010 a 2019, la tasa de mortalidad de los latinos ha crecido, aumentando un 22.5% de 286.2 muertes por cada 100,000 habitantes a 350.7 muertes por cada 100,000 personas.

En medio de la crisis de salud global, la población hispana y latina tiene más del doble de probabilidad de morir por COVID-19 que los blancos, a nivel nacional y local, seguida por los Negros, que tienen casi el doble de probabilidad de morir de la enfermedad que los blancos. Los hispanos y latinos tienen la tercera tasa de mortalidad más alta por COVID-19 en el país en personas con 50 años o más, a pesar de tener el porcentaje más pequeño de esa población de adultos mayores.

En Filadelfia, los hispanos de edad avanzada se han visto especialmente afectados: los mayores de 75 años tienen una tasa de mortalidad 60% más alta por COVID-19 que la población blanca de edad avanzada. Es peor para los hispanos y latinos de Filadelfia en edades entre 35 y 54 años, ya que el grupo tiene casi tres veces más probabilidad de morir a causa de la enfermedad en comparación con sus homólogos blancos.

En nuestra región, personas como Sánchez han servido como fuentes de conocimiento, dedicando tiempo y energía a compartir sus experiencias y a avanzar las comunidades, antes y durante la pandemia. Además de ser ejemplos por sus carreras y logros, la determinación y los incansables sacrificios de estos líderes han abierto las puertas a otros latinos durante décadas.

DANTE SÁNCHEZ
02 de diciembre de 1957 – 25 de diciembre de 2020
 
Dante Sánchez, de 63 años, era un hombre de muchos talentos, que sirvió de modelo a seguir para muchos latinos que aspiraron a convertirse en profesionales y empresarios en Filadelfia.
 
Crédito: Cedida por José Joaquín Mota

DANTE SÁNCHEZ

Dante Sánchez, de 63 años, era un hombre de muchos talentos, que sirvió de modelo a seguir para muchos latinos que aspiraban a convertirse en profesionales y empresarios en Filadelfia.

Nacido en Santo Domingo, República Dominicana, Sánchez fue un aprendiz incansable. Sirvió como médico y como propulsor de la cultura dominicana en la región.

Emigró hacia la ciudad de Nueva York en 1992, luego de comenzar una carrera como médico especializado en ginecología y obstetricia en la isla. Al año siguiente, se mudó a Filadelfia, donde trabajó como consejero de salud conductual hasta que completó una maestría en consejería en la Universidad Interamericana de Puerto Rico en 2004.

Completó una certificación de posgrado en psiquiatría con la Universidad de León en España y se convirtió en terapeuta cognitivo certificado con el Instituto Beck en Bala Cynwyd, entre muchos otros certificados y títulos que obtuvo en salud mental a lo largo de su carrera médica en los Estados Unidos.

Sánchez, que hablaba inglés con fluidez a su llegada, fue miembro fundador de muchas organizaciones, grupos e instituciones que forjaron el empoderamiento y el sentido de comunidad de los profesionales médicos hispanos en Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania.

Junto al Dr. Aritmedes Restituyo, fundó el capítulo del Valle de Delaware para el Colegio Médico Dominicano, que actualmente cuenta con una membresía de 300 médicos en la región. También creó la Cooperativa Médica, para que profesionales de la medicina en la región reciban orientación y apoyo financiero para obtener licencias estatales y certificaciones de la Junta Americana de Especialidades Médicas.

En 2006, Sánchez abrió Cognitive Behavioral Services en el norte de Filadelfia junto con su esposa, la psicóloga clínica y de consultoría Deyanira Payano. Como presidente y director ejecutivo del centro médico, dirigió un equipo de 36 terapeutas, que brindan terapias para trastornos psiquiátricos y otras afecciones psicológicas y médicas predominantes en las comunidades hispanas y latinas, como el estrés postraumático.

Sánchez también tenía un interés particular en fomentar la cultura dominicana en el Valle de Delaware. En 1997 fundó Casa Dominicana en Filadelfia. La organización sin fines de lucro apoya a las comunidades hispanas en el área local y educa al público sobre la cultura dominicana.

Junto con su esposa, fundó el grupo de danza folklórica Larimar, que coordinó presentaciones de merengue, palo y carabiné en desfiles y festivales en Pennsylvania, Delaware y Nueva Jersey hasta 2006. Un proyecto de Philadelphia Mural Arts llamado “América Latina: un idioma, múltiples culturas”, en la esquina sureste de las calles 5 y Cambria, presenta a Sánchez junto a bailarines de la agrupación.

En 2019, Sánchez fue honrado por su carrera médica y por su trabajo en la promoción de la cultura dominicana en los EE. UU. Recibió el premio Legado de la Asociación de Profesionales Hispanos de la Salud de Nueva York y fue finalista al premio Oscar de la Renta al Migrante Dominicano Destacado, que otorga el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Dominicana cada año.

Sánchez, que había sufrido un derrame cerebral en 2012, era diabético y padecía hemocromatosis. Después de cuatro semanas en la unidad de cuidados intensivos del Hospital de la Universidad de Jefferson en Filadelfia, Sánchez falleció a causa de COVID-19 el día de Navidad.

La clínica Cognitive Behavioral Services en el norte de Filadelfia ahora está siendo administrada por su esposa.

Juana Bordas, presidente de la junta de directores de la Alianza Nacional de Liderazgo Latino, dijo que la razón por la que los residentes locales se sienten particularmente afectados por el fallecimiento de uno de sus líderes es por las huellas que deja el liderazgo latino.

En su libro The Power of Latino Leadership, Bordas explica que el liderazgo latino en los Estados Unidos es diferente a la cultura anglosajona, donde los líderes tienden a ser admirados por su título, poder o estatus. Tradicionalmente, un líder latino es quien se gana el respeto de la gente al atender las necesidades de las personas y pujar por el adelanto en las comunidades.

“Un líder latino es una persona que es respetada por la forma en que vive su vida como abastecedor, como proveedor de recursos, como desarrollador de personas y contribuyente a la comunidad”, dijo Bordas. “Es por eso por lo que la gente está tan conmovida por sus vidas y más aún por su fallecimiento, porque tuvieron una influencia como personas, porque se preocupaban por los demás”.

La muerte de Sánchez conmocionó tanto a los residentes como a los líderes de las diferentes comunidades latinas. Juan Giarrizzo, de 43 años, quien lidera Gente de Venezuela, dijo que los miembros de las comunidades dominicana, venezolana y mexicana habían estado interesados en organizar una transmisión en vivo a principios de este año para rendir homenaje al legado de Sánchez. Pero, los desafíos planteados por la pandemia han obstaculizado sus esfuerzos, ya que la mayoría ha tenido que concentrarse en brindar información precisa y oportuna en español sobre temas relacionados a COVID-19, para estos grupos tan diversos.

Estos líderes comunitarios se han visto abrumados al brindar apoyo directo a trabajadores esenciales, a madres solteras y a grupos de alto riesgo. Ellos atienden las necesidades de profesionales que trabajan con condiciones crónicas de salud y de aquellos con estatus migratorio mixto en sus hogares.

Martínez-Cano explicó que estos líderes comunitarios salvaguardan una colección de prácticas culturales únicas (por ejemplo, la siembra y recolección de alimentos basada en las fases de la luna, la preparación de remedios caseros para la salud o la creación de parches cálidos para aliviar los dolores menstruales), que no se enseñan en las escuelas ni en entornos académicos.

CORINA CHALJUB ROSA
10 de marzo de 1951 – 29 de diciembre de 2020
 
Corina Chaljub Rosa, de 69 años, era conocida como una mujer muy amable y generosa, que dedicó su vida a servir a comunidades marginadas en Filadelfia y el Caribe.
 
Crédito: Cortesía de la familia

CORINA CHALJUB ROSA

Corina Chaljub Rosa, de 69 años, era conocida como una mujer muy amable y generosa, que dedicó su vida a servir a comunidades marginadas en Filadelfia y el Caribe.

Nacida en San Francisco de Macorís, República Dominicana, Chaljub Rosa emigró sola a los Estados Unidos de América en 1986, cuando se estableció en la ciudad de Nueva York. Siendo el pilar de su familia, trabajó en la industria de los restaurantes para pagar el proceso de inmigración de sus tres hijas. Conoció a Yoryi Sánchez en 1987, y la familia se mudó a Filadelfia en 1989. Abrieron un supermercado en las calles 3 y Cambria ese mismo año.

A principios de la década de 1990, la vida de Chaljub Rosa cambió cuando se convirtió en miembro de la Iglesia Pentecostal. Comenzó a trabajar como voluntaria en la iglesia New Bethel de Germantown con el pastor Mario Santiago. En 1993, se convirtió en miembro fundador de la Iglesia Roca de Vida, donde sirvió hasta el día de su fallecimiento.

Durante más de 25 años, Chaljub Rosa fue la capitana de la fundación pro-templo de la iglesia, donde lideró los esfuerzos filantrópicos que apoyaron el trabajo de voluntarios del templo. Su labor y alcance aumentó la membresía de la iglesia de 10 a 140 familias. Ella concibió un proyecto de renovación de cuatro meses para mejorar la infraestructura de la iglesia y organizó las donaciones financieras.

Su servicio fue más allá de la iglesia, ya que era conocida por compartir almuerzos y recolectar ropa para los vecinos necesitados en su casa en Kensington, cerca de la intersección de la avenida Allegheny y la calle Front. Ella fue un pilar para muchos residentes locales, ya que también brindó apoyo emocional, orientación y servicios espirituales a quienes acudieron en busca de su aliento durante los momentos más difíciles.

Gregorio Rodriguez, de 37 años, llegó donde Chaljub Rosa en 2017, después de cumplir una sentencia de 10 años en una prisión estatal. Mientras buscaba formas para recuperarse y obtener una licencia de barbero, Chaljub Rosa compartió su espacio de vivienda con él, de modo que Rodriguez pudiera operar una barbería en el primer piso de su casa, sin costo. Rodriguez dijo que ella le dio una oportunidad que le cambió la vida.

“Estuve en una halfway house durante cinco meses y ella me preparaba el desayuno todas las mañanas, sin platos que lavar”, dijo. “Ella nunca me juzgó, ni a mí ni a nadie, por la vida que tenía”.

Por el apoyo que recibió de Chaljub Rosa, Rodriguez ahorró dinero y logró desarrollar una carrera como contratista general. Hoy en día, es dueño de una delicatessen y es un inversionista de bienes raíces en el norte de Filadelfia.

“Cuando estaba comenzando mi primer negocio, ella era mi consejera, me dijo a quién acudir”, explicó. “Yo trataba de venir, y comprarle su pan sobao en la panadería hispana”.

El servicio de Chaljub Rosa ayudó a muchos otros en su país natal. Desde principios de la década de 2000, se dedicó a transformar templos y moteles vacíos en refugios para niños y niñas en varias ciudades de la República Dominicana. También recolectó artículos como ropa, alimentos, útiles escolares y medicina para enviar a las congregaciones en la isla, para distribuirlos entre los necesitados.

Era una dominicana orgullosa, que celebró los éxitos de la comunidad en Filadelfia. Sus benefactores la consideraron como una proveedora llena de dulzura, amor y dedicación, que se entregaba a los demás sin esperar nada a cambio. Era una mujer con buen sentido del humor y una sonrisa implacable.

Chaljub Rosa, quien padecía de diabetes y colesterol alto, fue ingresada en el Hospital Abington el 24 de noviembre, dos días antes del Día de Acción de Gracias. Después de un mes en la unidad de cuidados intensivos, falleció debido a una neumonía viral y otras complicaciones de salud causadas por COVID-19.

Se le conocía por su firmeza, incluso en los peores momentos. Los miembros de su familia la consideran una inspiración. Además de dedicarse a la buena voluntad, amaba a su familia, especialmente a sus cinco nietos y nietas: Brianny, Edwin, Anny, Aiden y Yahil.

También dijo que preservan diferentes formas de riqueza cultural comunitaria, incluido el capital aspiracional, cuando las generaciones más jóvenes admiran los líderes por sus logros, y el capital de navegación, como cuando el líder se torna alguien en quien la gente puede confiar para aprender, por ejemplo, cómo obtener un permiso comercial, a qué oficina acudir, con quién conversar, cuánto cuesta el proceso, cuánto tiempo conlleva.

Con el fallecimiento de un líder, Martínez-Cano dijo que las comunidades pierden ese capital social que a menudo se comparte durante generaciones.

En la región de Filadelfia, la falta de acceso al transporte público, a viviendas asequibles, seguridad pública, educación de calidad y los efectos de la pobreza y el cambio climático son problemas críticos para los latinos y sus líderes. El fallecimiento de los líderes crea mayor dificultad ante la privación de derechos que experimentan estas comunidades marginadas.

Leity Rodríguez-Largo, de 67 años, quien dirige Acción Colombia, dijo que se percata de la magnitud de la pandemia cuando escucha sobre las luchas de los residentes en repetidas ocasiones, ya sea alguien con problemas de salud graves o que atraviesa dificultades en el hogar. Dijo que la dificultad de la situación en las comunidades latinas ha tenido un impacto emocional en los propios líderes, que quieren apoyar a las personas y compartir su sabiduría, pero corren altos riesgos debido a condiciones médicas preexistentes y su edad.

“Dígame usted: ¿qué hace una cuando se ha enterado que fulana está muy grave, que fulano falleció, cuando una todavía está pasmada con lo de Dante [Sánchez]?” preguntó. “Todo esto es muy difícil y muy complicado”.

Aunque algunos líderes se han mudado “al otro barrio” con presentaciones de joropo y mariachi, otros no han tenido una despedida debido a las restricciones de COVID-19 que afectan las reuniones en masa y las prácticas funerarias.

MARITZA HERNÁNDEZ
26 de mayo de 1976 — 13 de enero de 2021
 
Maritza Hernández, de 44 años, fue una educadora apasionada y luchadora. Nacida en Filadelfia, de padres puertorriqueños, Hernández trabajó para el Distrito Escolar de Filadelfia durante más de una década.
 
Crédito: Cortesía de la familia

MARITZA HERNÁNDEZ

Maritza Hernández, de 44 años, fue una educadora apasionada y luchadora. Nacida en Filadelfia, de padres puertorriqueños, Hernández trabajó para el Distrito Escolar de Filadelfia durante más de una década.

Comenzó a enseñar español a estudiantes de secundaria en Maritime Academy Charter High School en 2007. Luego pasó a la educación primaria en Antonia Pantoja Charter School en 2008. Después de obtener tres maestrías en educación, liderazgo y administración, se convirtió en decana de estudiantes y luego en subdirectora de Memphis Street Academy en 2012. Fue designada la directora de la escuela primaria Julia De Burgos en 2014.

Como directora del centro educativo, se dedicó tanto a los estudiantes como a los maestros. En 2018, animó a sus maestros de matemáticas, ciencias naturales y estudios sociales a visitar Puerto Rico y la República Dominicana, en un viaje educativo que les brindaría una perspectiva histórica sobre la trayectoria de migración de los padres y los orígenes de los alumnos en el Caribe.

Jenna Chavis, de 38 años, trabajó con Hernández durante más de cinco años como maestra de quinto grado en la escuela Julia de Burgos. Dijo que la directora dedicó tanta energía a sus estudiantes y profesores como a combatir un cáncer de riñón, que le afectó por más de una década.

“Se aseguró de que los niños supieran que los cuidaban y que obtuvieran lo que necesitaban durante el tiempo que estuvo luchando contra el cáncer, y nunca se quejó”, dijo Chavis.

Hernández se enorgullecía de ayudar a sus estudiantes y sus familias a luchar por la grandeza, independientemente de sus circunstancias. Disfrutaba bailando y cantando con familiares y amigos en el estado de Florida y en Barranquitas, Puerto Rico.

Vivió en el nordeste de Filadelfia y desarrolló su carrera profesional en educación mientras luchaba contra la enfermedad. Fue admitida en el Hospital de la Universidad de Jefferson en Filadelfia, donde falleció de cáncer de riñón.

A finales de enero, la Asociación Histórica Fair Hill honró a Hernández con una reunión frente a la escuela primaria Julia de Burgos, para compartir recuerdos y reflexionar sobre su legado.

Jeannine Cicco Barker, psicóloga certificada con una consulta privada en Filadelfia especializada en el bienestar de las comunidades marginadas, dijo que el trauma que los latinos están tolerando durante la pandemia se superpone con experiencias pasadas.

Ya sea individualmente o de generación en generación, los latinos pueden padecer traumas de haber experimentado regímenes autoritarios, opresión sistémica y devastación, como ser separados por la fuerza de sus seres queridos por guerras y conflictos armados, catástrofes naturales, pobreza, por fronteras y desastres creados por el hombre.

“Es como una herida profunda sobre una herida ya existente, y puede ser increíblemente abrumador curar en esta clase de circunstancias”, dijo Cicco Barker, quien también es profesora adjunta en la Escuela de Prácticas y Políticas Sociales de la Universidad de Pensilvania.

Dijo que muchos latinos y otros grupos marginados no han tenido otra opción más que ser resilientes durante estos tiempos de incertidumbre. Al mismo tiempo, lo consideró como una de las mayores fortalezas de los latinos, especialmente para las comunidades de descendencia Negra e Indígena.

“La resiliencia es parte de quienes somos, parte de nuestro legado”, dijo. “Por tanto, podemos ser resistentes y aún sentir dolor, llorar y ser humanos”.

Cicco Barker dijo que las circunstancias creadas por la pandemia han intensificado el dolor y el luto en la población latina, que está acostumbrada a trabajar en colaboración y a valorar esa ayuda mutua; pero que se ha visto obligada a navegar sola en un sistema estadounidense que enfatiza la independencia. Le preocupaba el impacto que este período de la pandemia tendrá en los grupos marginados y el apoyo (ya escaso) que estará disponible para ayudar a las comunidades a sobrellevar la situación.

HILDA SORELL
29 de octubre de 1946 – 20 de enero de 2021
 
Hilda Iris Santana Melecio, mejor conocida como Hilda Sorell, de 74 años, dedicó su vida a la educación y al compromiso cívico en Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania.
 
Crédito: Cortesía de la familia

HILDA SORELL

Hilda Iris Santana Melecio, mejor conocida como Hilda Sorell, de 74 años, dedicó su vida a la educación y al compromiso cívico en Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania.

Nacida en Vega Alta, Puerto Rico, y criada en la ciudad de Nueva York, Sorell comenzó su carrera como maestra de educación infantil en las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York en 1969. Durante los siguientes 20 años, la graduada de Hunter College se desempeñó como administradora escolar en temas de educación bilingüe y educación especial, y como subdirectora para el distrito escolar de la ciudad.

Después de un matrimonio de 18 años y de criar un hijo con George Sorell, se divorció en 1986. Se mudó a Camden en 1990, después de casarse en ese mismo año con José E. Delgado, exmiembro de la Junta de Educación de Camden.

Sorell se unió al Distrito Escolar de Filadelfia en 1991, donde trabajó como maestra bilingüe en español, especialista en intervención de la temprana edad y, más tarde, cuando regresó al distrito, como directora de primaria hasta su jubilación en 2006. Su carrera tuvo un alcance más amplio en Pensilvania cuando trabajó como directora de educación bilingüe para el Distrito Escolar de Reading de 1997 al año 2000.

Era conocida como una maestra talentosa, una administradora capaz y un modelo digno a seguir, especialmente para los muchos maestros que asesoraba.

Sorell también era talentosa en la cocina. Le encantaba bailar, mirar los programas de televisión Jeopardy! y Wheel of Fortune, hacer crucigramas, asistir a conciertos de jazz y leer novelas de misterio. Vivió en Camden durante 30 años, donde compartió su experiencia con los administradores escolares locales.

Simultáneamente a su carrera profesional, Sorell fue una férrea defensora de la igualdad y la justicia social. Formó parte de la junta directiva de United Way en el condado de Berks, abogó por esfuerzos incluyentes para las comunidades hispanas durante el censo del año 2000 y se unió con orgullo a la organización de los desfiles y celebraciones puertorriqueñas de Camden.

Sorell defendió proyectos a favor del registro de votantes y el empoderamiento de los estudiantes, y fue líder en grupos puertorriqueños y latinos. Incluso cuando estaba jubilada, se mantuvo conectada con su comunidad de Camden.

Trabajó durante más de 10 años como miembro de la junta directiva de la Unidad Puertorriqueña para el Progreso (PRUP, en inglés), brindando servicios vitales a los residentes de bajos ingresos en el condado de Camden, especialmente en las comunidades hispanas. Sorell, quien era diabética, estuvo apoyando activamente los esfuerzos voluntarios de la organización. Durante la pandemia, participó en la distribución de alimentos y abrigos, antes de ser hospitalizada.

Después de 15 días de tratamiento ante una neumonía viral y otras condiciones de salud relacionadas, Sorell falleció a causa de COVID-19 en Cooper University Hospital.

Rick Camacho, de 56 años, director ejecutivo de Unidad Puertorriqueña para el Progreso, dijo que no cree poder encontrar a otra persona como Sorell, a quien consideraba su mano derecha en la organización sin fines de lucro.

“Imagínese, ella entraba lentamente a la oficina cada mañana, con la paciencia de un ángel, y se preocupaba por todos con un corazón de oro”, dijo. “Ahora, estoy navegando este barco a medias, porque perdí a mi primer oficial”.

El informe de McKinsey & Company cita que los grupos hispanos y latinos necesitarán intervenciones específicas, económicas y de salud pública, para recuperarse del daño y del trauma exacerbados por la pandemia.

Los expertos Bordas y Martínez-Cano coincidieron en que los latinos están en “el punto de encuentro del poder”, por tener una población numerosa y joven, con conexiones internacionales y de espíritu emprendedor, y que sus líderes tienen la sabiduría y los recursos necesarios para mostrar el camino hacia adelante. También enfatizaron que los legados de estos líderes que han fallecido permanecerán mientras las comunidades continúen su trabajo.

En Filadelfia, Rodríguez-Largo, Giarrizzo y Mota permanecen despiertos tarde por la noche, se ofrecen como voluntarios para abordar las necesidades de las personas, pensando en cómo superar las disparidades y derribar barreras cuando hay menos líderes con quienes contar. Mota dijo que espera que otros residentes locales encuentren en sí mismos la posibilidad de convertirse en candidatos a servir y liderar.

“En el momento en que le saquemos cuentas a esta pandemia, es que realmente sabremos cuánto capital humano y riquezas hemos perdido durante este tiempo”, dijo. “Ahora es el momento más importante para que otros den un paso al frente”.

A medida que prevalece la pandemia de COVID-19, El Inquirer analizó la importancia del liderazgo latino y cómo impacta las comunidades durante este tiempo. Estos son los perfiles de seis líderes comunitarios que fallecieron durante el último año, como parte de un informe especial, un tributo continuo y una experiencia de sanación dirigida a los residentes del área metropolitana de Filadelfia, para ayudar a preservar el legado de los líderes comunitarios.

Nota de la editora: Este reportaje especial fue publicado el 28 de marzo del 2020 en la edición en línea El Inquirer en español e inglés.

https://www.inquirer.com/espanol/inq2/filadelfia-lideres-latinos-gente-pandemia-20210328.html

Sobre la autora

Jesenia De Moya Correa

Jesenia De Moya Correa es reportera para el periódico The Philadelphia Inquirer, creadora y encargada de la página en español, El Inquirer.
Crédito: Cortesía

La periodista domínico-estadounidense, se ha especializado en la producción de contenidos multimedia para las comunidades latinas sobre ciencias y medio ambiente.

Jesenia estudió comunicación social en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra en la República Dominicana, cursó un postgrado en comunicación y periodismo digital en la Escuela de Negocios para la Innovación y los Emprendedores de España, y obtuvo una maestría en periodismo bilingüe en la Escuela de Periodismo para Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, donde se especializó en la cobertura de salud y ciencias para las comunidades latinas.

Inició su carrera periodística con el periódico Listín Diario de República Dominicana en el año 2012. Por el enfoque y la profundidad de su trabajo periodístico fue recibió el Premio Nacional de Periodismo Turístico 2013, en la categoría Turismo Sostenible. En el país caribeño también trabajó para Radio Santa María, antes de regresar a Estados Unidos en el año 2015.

En la industria del periodismo estadounidense, Jesenia ha cubierto a la diáspora latina, en especial la dominicana para El Diario, La Prensa, City Lab, Voice of America entre otros.

Desde 2018, se desempeña como pionera en la cobertura periodística en español para las comunidades latinas en el periódico The Philadelphia Inquirer, donde creó la versión en español del periódico en línea, El Inquirer. Desde allí ofrece reportajes y contenidos de servicio a los latinos del área metropolitana de Filadelfia.

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