Como texanos, vivimos con estrés postraumático debido a la crisis climática. Cada acontecimiento noticioso sobre clima extremo nos lleva a un nivel de estrés inimaginable, y este mes no fue la excepción. Un frente frío nos recordó el aniversario de la tormenta invernal Uri y nuevamente el temor se apoderó de miles personas en el estado, preocupadas de que su electricidad pudiera esfumarse de nuevo.

Hace un año, la tormenta invernal Uri devastó el estado, provocando 700 muertes innecesarias y dejando a más de 4.5 millones de personas con apagones que se extendieron durante varios días. Esta no fue una coincidencia desafortunada, sino el resultado de una red eléctrica poco confiable y sin climatizar que depende principalmente de los combustibles fósiles. Un total de 263 centrales eléctricas dentro del sistema de energía ERCOT experimentaron apagones parciales en algún momento entre el día 10 y el día 12 de febrero de 2021, con 95 plantas con una paralización del 100%.

Esta crisis afectó particularmente a los latinos de Texas. Mientras que las compañías de energía le daban prioridad a las áreas cercanas a los hospitales, los vecindarios que concentran una parte significativa de la población latina sufrieron los apagones más prolongados. Al mismo tiempo, la falta de información en español fue otro obstáculo que contribuyó a su vulnerabilidad. Las autoridades le aconsejaron a la gente que buscaran refugio en los centros de calentamiento, pero la realidad era que, para muchos latinos, transportarse a estos lugares era imposible. Un año más tarde, expertos y grupos comunitarios coinciden en que muchas comunidades marginadas fueron las primeras en verse afectadas  por los apagones eléctricos y las últimas en ser reconectadas.

Las consecuencias económicas del fallo de la red eléctrica  causaron daños de más de $180 mil millones y aunque para algunos la vida cambió de manera temporal tras la tormenta, para otros fue un evento trágico que los obligó a cerrar sus negocios.

La crisis eléctrica en el estado ni siquiera había terminado cuando los legisladores y los directores ejecutivos de energía se acusaron unos a otros, corriendo para evadir la culpa cuando llegó el momento de rendir cuentas. Los ejecutivos de petróleo y gas se apresuraron a cubrir algo que era evidente: una red eléctrica obsoleta que depende principalmente del petróleo y del gas está condenada al fracaso.

La mayor parte de los problemas con la red eléctrica de Texas provino de las plantas de gas natural, de carbón y nucleares que se desconectaron por climatización insuficiente o porque perdieron el suministro de gas debido a tuberías y pozos congelados. Todo esto aunado a décadas de desregulación y desinversión, dejaron a la red de Texas extremadamente vulnerable a  la tormenta Uri.

Los políticos y las compañías de combustibles fósiles se esforzaron al máximo para monopolizar la atención pública. Mientras tanto, miles de familias aquí tienen que lidiar con el dolor de haber perdido a un ser querido y con las pérdidas económicas que vinieron después. Miles de hogares lidiaron con largas reparaciones y mientras algunos pudieron recuperarse rápidamente, para otros -especialmente las comunidades de color-, el camino hacia la recuperación fue mucho más difícil.

Tras esta crisis, las cuentas por pagar abrumaron a las familias. Miles de dólares en facturas eléctricas, imposibles de saldar; todo mientras las grandes petroleras se embolsaron un total de $174 mil millones en ganancias en los primeros nueve meses de 2021. Así es, el número es correcto, $174.000.000.000. ¿Cómo? parte de la respuesta es que los precios del petróleo y gas se dispararon en medio de la tormenta, cuando la gente más los necesitaba. Si eso no es exasperante, no sé qué lo es.

Ahora, un año después, la comunidad continúa discutiendo sobre lo que sucedió. Peor aún, los cabilderos y los legisladores han hecho un gran esfuerzo para convencer a la gente de que es mejor seguir igual. Lo que prefieren ignorar es que Texas ya cuenta con la mayor flota de generación de energía eólica en Estados Unidos (más del 26% de la capacidad operativa de la nación), y alberga casi el 10% de la capacidad solar instalada en el país. El estado tiene el potencial de liderar el camino y expandir sustancialmente la energía generada por fuentes de energía limpias. Además, cuenta con el capital humano para hacerlo. En la ciudad de Houston, por ejemplo, la fuerza laboral de la región incluye a cerca de 57,000 ingenieros, convirtiéndola en una de las mayores concentraciones de talento ingenieril de la nación. Es hora de que el liderazgo republicano actual deje de bloquear este progreso.

Si hay algo que he aprendido viviendo en Texas, es que somos más fuertes estando unidos y que la gente quiere y puede cambiar cuando se le da la oportunidad de hacerlo. Una legislación que amplíe sustancialmente la energía limpia, abrirá el camino a una fuente de energía más confiable, más barata y no contaminante, que tenga el potencial de transformar nuestra red. También abrirá nuevos caminos hacia oportunidades económicas dentro de una industria que continuará creciendo. Que este aniversario de la Tormenta Uri marque el momento en el que decidimos liderar y optar por nuevas soluciones que traigan tranquilidad y progreso a la comunidad.

Antonieta Cádiz es la directora general de asuntos latinos para Climate Power. Anteriormente, trabajó como corresponsal nacional para La Opinión y fue redactora política nacional para Univision.

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