Estaba en la universidad, a principios de los años 60, cuando comencé a escuchar sobre el Dr. King, Malcolm X y muchos otros activistas del Movimiento por los Derechos Civiles de los negros. Yo era estudiante de tercer año en la Universidad de Colorado Boulder cuando King fue asesinado el 4 de abril de 1968.

King era mi héroe, lo amaba y admiraba su trabajo. Fue un hombre que predicó la no violencia y se sacrificó para que todos obtuvieran el respeto de sus derechos. En ese momento en 1968, en el Campus había alrededor de 40 estudiantes negros, en su mayoría atletas, y 11 latinos.

Los chicos del grupo SDS, “Estudiantes por una Sociedad Democrática”, tocaron a mi puerta horas después de la muerte del líder, y me pidieron que al día siguiente me uniera a ellos y a los atletas negros para hablar sobre King y el racismo en los Estados Unidos. Nunca había hablado en una manifestación y estaba muy indeciso; pero el coordinador del SDS me convenció de que debía hablar sobre mi experiencia con el racismo en Colorado. Les pregunté si podrían esperarme tres años, ya para entonces me habría graduado de abogado y sabría qué decir.

Mientras lloraba, devastado por su asesinato, también me sentía nervioso ante la perspectiva de convertirme en un manifestante. Pero mi vacilación no disuadió al líder del SDS, ya que vino a verme y me dijo: “la historia no puede esperar”.

–»¿Qué quieres decir con que la historia no puede esperar?» le interrogué?

–“¡Que el rey murió hoy y tú debes hablar mañana!”, insistió.

Bien, pues, a partir de allí, los activistas blancos, los atletas negros y yo, pasamos el resto del semestre marchando, exigiendo y obteniendo programas para los estudiantes negros; así contribuí a que alumnos negros pudieran jugar de Quarter back para Los Búfalos, y también  pudieran enamorarse y salir con quien quisieran. Además, nos deshicimos de los exámenes de ingreso particulares que ponían mayores dificultades a las personas de color.

Cuando defiendes los derechos humanos, aquellos que se oponen a ti, de repente surgen de la nada. En ocasiones fui perseguido por el campus por estudiantes blancos racistas que querían golpearme. Cuando no me perseguían, me llamaban con adjetivos insultantes, y allí no existía “Raza” (mi pueblo chicano) para defenderme. Por suerte yo era delgado y podía correr muy rápido; pero eso sí, nunca me persiguieron ni acosaron cuando estaba junto a los atletas negros. Más tarde, otros estudiantes que llegaron a la Universidad como resultado de nuestras manifestaciones, se atribuyeron el mérito de nuestros esfuerzos.

Decepcionado por la respuesta de tantos estudiantes blancos, dejé la universidad durante 5 años para organizar a los trabajadores agrícolas con United Farmworkers; allí encontré mis raíces chicanas y me convertí en un activista contra la guerra y, pronto, en el candidato de “Raza Unida”.

En 1985 estaba trabajando para Amnistía Internacional en Atlanta, con la viuda de Martin Luther, Coretta Scott King; el reverendo Joseph Lowery, presidente de SCLC (Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur), y en el proceso me integré a trabajar con otras figuras de los derechos civiles como Rosa-Parks, Fred Shuttlesworth, Dick Gregory y el congresista John Conyers, de Detroit, quienes presentaron por primera vez el proyecto de ley para el día de la memoria de MLK, cuatro días después de su asesinato.

Conyers continuó presentando el proyecto de ley del día feriado todos los años, hasta que finalmente fue aprobado y firmado por el presidente Ronald Reagan, el 2 de noviembre de 1983. En el cumpleaños de King, en enero de ese año, 1983, asistimos a la última manifestación exigiendo su celebración, en un día en la que caía nieve en Washington D.C. Este evento, patrocinado por el Rep. John Conyers tuvo como director de coro ese día nada menos a Stevie Wonder, quien cantó su clásica versión del Happy Birthday; y meses después vimos a Ronald Reagan firmar la declaratoria del día de MLK.

Esta fue una buena prueba para nosotros de que, cuando sabemos que algo es correcto y necesario, debemos trabajar duro y durante mucho tiempo para obtenerlo, sin importar la adversidad y los obstáculos.

Todos los movimientos por los derechos humanos deben ser parte de nuestra agenda y ser incluidos en nuestra visión de la libertad. Y mi defensa de los derechos de los negros fue muy importante para el desarrollo de mi trabajo durante toda la vida, y para la comprensión de mi idea de inclusión hacia todos.

Cuando defendemos los derechos de los demás, de hecho, nos aseguramos de que nuestros propios derechos también sean respetados.

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