Impacto – Se cumple un mes de las elecciones más controversiales de la historia reciente del país más influyente del mundo. El presidente electo, Joe Biden, ha venido sentando las bases para un gobierno que se dedicará, al menos inicialmente a dar un golpe de timón.

En un ambiente atípico en más de un sentido, su investidura, será un acto que contrastará con cualquier otra toma de posesión en la historia del país, con un público reducido, menos fiestas y mucha incertidumbre sobre los planes del mandatario saliente, Donald Trump.

El escenario donde Biden jurará su cargo ya ha comenzado a construirse a las puertas del Capitolio, y delante de la Casa Blanca se erige poco a poco la estructura desde la que se espera que el presidente electo contemple el tradicional desfile esa misma jornada.

Todo lo demás está aún en el aire, y el comité formado por Biden, junto con otra comisión del Congreso, tienen ahora un mes y medio para dar forma a una investidura atípica, que reflejará probablemente la cautela del presidente electo respecto a la COVID-19 y su voluntad de seguir las recomendaciones científicas.

En una investidura normal, habría unas 1.600 personas en la plataforma en la que el presidente electo jura su cargo, y alrededor de 200.000 invitados en un perímetro que se extiende por el inicio de la explanada del National Mall, contigua al Capitolio.

Durante la investidura de Barack Obama en 2008, por ejemplo, 1,8 millones de personas se congregaron en el centro de Washington para celebrarlo.

Pero en esta ocasión todo estará condicionado por la pandemia. El equipo de Biden está planteándose organizar los eventos como la cena de gala, de forma virtual, para que sus simpatizantes puedan seguirlos desde sus casas.

Mientras tanto hay rumores sobre el presidente saliente, y sus posibles planes. El diario The Daily Beast aseguró el pasado fin de semana, citando a dos fuentes cercanas a Trump, que el mandatario está pensando en organizar un acto el mismo día de la investidura para promover una posible nueva campaña presidencial en 2024.

El senador demócrata por Virginia Occidental, Joe Manchin (d), camina por el Capitolio tras revelar una propuesta para un nuevo paquete de estímulo por valor de 908.000 millones de dólares para paliar el deterioro de la economía por la pandemia, este 1 de diciembre de 2020, en Washington. EFE/Jim Lo Scalzo

Las prioridades del nuevo gobierno

El exvicepresidente y sus principales asesores coincidieron en destacar la importancia de evitar una recuperación económica «inequitativa» que deje atrás a los trabajadores.

Tras el anuncio oficial de su nuevo equipo económico para presentar su estrategia, el presidente electo dijo «Es hora de que hagamos frente a las desigualdades estructurales de nuestra economía que esta pandemia ha puesto de manifiesto… Es hora de invertir en infraestructuras, energía limpia, en el cambio climático y en tantas otras cosas que crearían millones de empleos bien remunerados».

El demócrata aseguró que su «propuesta» se basa en una «simple» premisa: «recompensemos el trabajo duro, no la riqueza».

«De la crisis económica y de empleo más inequitativa de la historia moderna, nosotros construiremos una economía que funcione para todos los estadounidenses, no solo para algunos. Para todos», añadió.

Ese mismo tono mantuvieron tanto la futura vicepresidenta de EE. UU., Kamala Harris, como los miembros de su equipo económico, según fueron interviniendo tras ser presentados por Biden.

Janet Yellen, que en caso de ser confirmada por el Senado se convertirá en la primera secretaria del Tesoro de EE. UU.

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