Muchos activistas, de todas las tendencias y pelambres habían sido invitados a Denver, a una escuela católica, para dar la bienvenida a los trabajadores de la uva de Delano. El volante anunciaba que vendría un autobús lleno de trabajadores que se unirían a otros partidarios del boicot en las ciudades clave de todo el país.

Muchos se mostraron escépticos de que traer a estos trabajadores pudiera significar una diferencia. Después de todo, solo eran trabajadores agrícolas que se habían declarado en huelga. No eran organizadores comunitarios bien financiados ni formados.

Más tarde supimos que incluso, muchos nunca habían salido de California… estos sí que eran verdaderos campesinos y trabajadores agrícolas.

Yo había conducido a través de mucho tráfico desde Boulder hasta Denver. El tráfico estaba detenido, ya que cientos de personas se nos habían adelantado y obstruían las calles que conducían al auditorio de la escuela.

Cuando llegué, al lado de la escuela había un autobús azul y rojo, desgastado por el tiempo, con placas de California. Quería abordar el autobús y saludar a los trabajadores agrícolas, pero ya había una pequeña multitud apiñada en su puerta y esto parecía imposible.

En lugar de eso, me desvié para entrar, buscando un lugar desde donde pudiera ver a todos los trabajadores agrícolas y a su líder, César Chávez, una vez que entraran. Sabía que entrarían por la parte trasera derecha del pasillo y se dirigirían al frente de la sala, y yo estaba en un buen lugar desde donde dominaba todo.

Tenía un abrigo largo y me había movido a una posición clave, tal como lo habría hecho un guardia de seguridad. La sala estaba llena y vibraba con anticipación, allí había líderes chicanos, panteras negras, voceros sindicales, líderes religiosos y muchos estudiantes.

¿Quién podía creer que traer trabajadores agrícolas regulares podría revitalizar el boicot?

Muchos de estos trabajadores, descubrimos más tarde, a duras penas hablaban inglés. ¡Estos eran verdaderos trabajadores de la uva!, que habían dejado todo atrás, muchos perdiendo sus humildes hogares y algunos nunca regresarían a California. Estaban arriesgándolo todo para potenciar el Boicot a la uva y presionar para obtener un contrato sindical.

Vi a muchos activistas de la zona a quienes conocía, y éramos todos como espectadores allí, observando este evento tan impresionante. De repente hubo un crujido en la puerta trasera… Y ahí estaban los trabajadores, haciendo fila para entrar y encontrarse con los cientos que nos habíamos reunido para darles la bienvenida a Denver.

Mientras eran conducidos por César y algunos líderes sindicales, la audiencia comenzó a cantar la bienvenida, poniéndose de pie y aplaudiendo fuertemente con gritos de ¡viva la huelga!

Me sorprendió ver a estos trabajadores agrícolas que se parecían mucho a mis padres y a los padres de los otros trabajadores con los que trabajé en mi juventud. Su ropa era de clase humilde de trabajadores estadounidenses; sin trajes, sin corbatas, sin maletines ejecutivos.

Cesar y la UFW estaban corriendo un gran riesgo y haciendo una gran apuesta de que estos trabajadores podrían hacer la diferencia. Después de muchos discursos, nos presentaron a Juanita y Alfredo Herrera, quienes liderarían el boicot en Denver. Juanita dio un discurso cálido y cercano, en español, remarcando lo felices que estaban ella, su esposo y sus dos hijos de estar en Colorado.

César se había dado cuenta de que, al tener recolectores de uva reales, podrían convencer al público de por qué deberían apoyar el boicot. Ellos podían hablar de las largas horas de trabajo sin baños, sin momentos de descanso, sin protección contra pesticidas, sin licencias por enfermedad… podrían detallar el arduo trabajo que se realizaba y por qué los trabajadores necesitaban de un contrato.

Para nuestra sorpresa, la idea funcionó. El público confió en esos trabajadores y les dio el apoyo que necesitaban, y trabajó con ellos para reducir o detener la compra de uvas en muchas tiendas. Estos huelguistas de la uva se ganaron el corazón de todos los que creían en la justicia y la libertad.

No fue fácil, e implicó un trabajo duro, de horas y días, en el que a menudo fueron atacados durante los piquetes; fueron insultados con los peores adjetivos y algunas veces, incluso arrestados.

Estos trabajadores aprendieron allí cómo interesar, organizar y motivar a la gente para que los apoyara en su histórico boicot a las plantaciones de uva. Con su esfuerzo ayudaron a crear la presión para obligar a los productores a negociar y firmar contratos legales.

César Chávez, Dolores Huerta y la UFW supieron cómo usar la voz y el espíritu de los trabajadores de base, y cómo podían impulsar un movimiento liberador hacia el futuro.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí