En esta imagen del 26 de diciembre de 2020 se ven las siluetas de algunos niños reflejadas en un estanque en Lenexa, Kansas. (Foto: AP/Charlie Riedel/Archivo)

Nueva York, EE.UU. — Las autoridades de salud continúan perplejas ante los misteriosos casos de daño hepático severo en cientos de niños en todo el mundo.

La mejor evidencia disponible apunta a un virus estomacal bastante común que no es conocido por causar daños hepáticos. Se ha detectado el virus en la sangre de niños enfermos, pero llama la atención que no se ha encontrado en los hígados.

“Hay muchas cosas que no tienen sentido”, dijo Eric Kremer, un investigador de virus en el Instituto de Genética Molecular en Montpellier, Francia.

A medida que las autoridades de salud en más de una docena de países analizan el misterio, se preguntan lo siguiente:

— ¿Ha habido algún brote del virus estomacal, de nombre adenovirus 41, que esté provocando más casos de un problema que había pasado desapercibido anteriormente?

— ¿Los niños se han vuelto más susceptibles debido a los confinamientos relacionados por la pandemia que los protegieron de los virus que suelen padecer?

— ¿Existe alguna versión mutada del adenovirus que provoca esto? ¿O se trata de otro germen, sustancia o toxina aún no identificada?

— ¿Se trata de alguna reacción errática del sistema inmunitario disparada por una infección previa de COVID-19 y una posterior invasión de algún otro virus?

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus iniciales en inglés) de Estados Unidos e investigadores de todo el mundo intentan averiguar qué está pasando.

La dolencia parece ser poco común. Funcionarios de los CDC señalaron la semana pasada que analizaban 180 posibles casos en todo Estados Unidos. La mayoría de los niños fueron hospitalizados, al menos 15 requirieron trasplantes y seis de ellos murieron.

Otra veintena de naciones han reportado cientos de casos adicionales en total, aunque las cifras más altas han sido en Reino Unido y Estados Unidos.

Los síntomas de hepatitis —o inflamación del hígado— incluyen fiebre, fatiga, pérdida de apetito, náusea, vómito, dolor abdominal, orina oscurecida, heces de color claro, dolor de articulaciones y coloración amarillenta de la piel, conocida como ictericia.

La magnitud del problema apenas se volvió más clara el mes pasado, aunque los investigadores han estado trabajando durante meses en este problema. Ha sido extremadamente complicado dar con una causa, aseguran los expertos.

Las causas habituales que provocan la inflamación del hígado en niños —los virus de las hepatitis A, B, C, D y E— no se detectaron en las pruebas. Además, la procedencia de los niños era muy variada y no parecía haber exposiciones al virus en común.

Lo que sí se detectó fue el adenovirus 41.

Más de la mitad de los casos de Estados Unidos resultaron positivos para el adenovirus, del que hay docenas de variedades. En un número reducido de muestras analizadas para averiguar de qué tipo de adenovirus se trataba, el adenovirus 41 aparecía siempre.

El hecho de que el adenovirus siga apareciendo refuerza la posibilidad de que tenga algo que ver, pero no está claro de qué manera, dijo a The Associated Press el doctor Jay Butler, subdirector de enfermedades infecciosas de los CDC.

Muchos adenovirus están vinculados a síntomas del resfriado común, como fiebre, dolor de garganta y conjuntivitis. Algunas variantes, como el adenovirus 41, pueden desencadenar otros problemas, como la inflamación del estómago y los intestinos. Anteriormente, los adenovirus se habían relacionado con la hepatitis infantil, pero sobre todo en niños con sistemas inmunitarios débiles.

Según el doctor Umesh Parashar, jefe del grupo de los CDC encargado del estudio de las enfermedades intestinales víricas, los últimos análisis genéticos no han revelado ninguna prueba de que la causa sea una nueva versión mutante del virus.

El seguimiento de las infecciones por adenovirus no se realiza de manera sistemática en Estados Unidos, por lo que no está claro si ha habido un incremento reciente de la actividad del virus. De hecho, los adenovirus son tan comunes que los investigadores no están seguros de qué pensar de su presencia en estos casos.

“Si comenzamos a realizar pruebas a todo el mundo para detectar el adenovirus, se encontrarán muchos niños” que lo tienen, dijo la doctora Heli Bhatt, gastroenteróloga pediatra que atendió a dos niños de Minnesota con los problemas hepáticos.

Uno de ellos fue un niño que llegó hace casi cinco meses con insuficiencia hepática. Los médicos no pudieron averiguar el motivo.

Por desgracia, “la ausencia de una causa es algo que ocurre”, señaló Bhatt. Los expertos estiman que alrededor de un tercio de los casos de insuficiencia hepática aguda no tienen explicación.

El segundo niño que examinó se enfermó el mes pasado. Para entonces, las autoridades de salud ya habían llamado la atención sobre algunos casos, y ella y otros médicos empezaron a revisar los cuadros de enfermedades inexplicables desde octubre.

De hecho, muchos de los casos que se han sumado al recuento en las últimas semanas no eran enfermos recientes, sino más bien casos previos que fueron reevaluados.

Cerca del 10% de las infecciones en Estados Unidos se produjeron en mayo, dijo Butler. La tasa parece mantenerse relativamente estable desde fines del año pasado, añadió.

Algunos científicos indican que es posible que los médicos sólo estén descubriendo un fenómeno que se ha venido dando durante años.

La vacuna contra el COVID-19 se ha descartado como posible causa porque “la gran mayoría de estos niños no están vacunados”, explicó Butler.

Sin embargo, los investigadores afirman que una infección previa por el coronavirus podría ser un factor.

Hace poco, los CDC calcularon que, hasta febrero, el 75% de los niños estadounidenses se habían infectado.

Sólo entre el 10% y el 15% de los niños con la hepatitis misteriosa tenían COVID-19, según las pruebas de hisopado nasal que les realizaron al ingresar al hospital, indican las autoridades de salud.

Sin embargo, los investigadores se plantean la posibilidad de que haya infecciones previas por coronavirus. Es posible que las partículas de coronavirus que están en el intestino tengan algo que ver, dijo Petter Brodin, inmunólogo pediátrico del Imperial College de Londres.

En un artículo publicado a principios de este mes en la revista especializada Lancet, Brodin y otro científico insinuaron que la combinación de un coronavirus persistente y una infección por adenovirus podría desencadenar una reacción del sistema inmunitario perjudicial para el hígado.

“Creo que es una combinación de circunstancias que podría explicar esto”, comentó Brodin a la AP.

Según Butler, los investigadores han observado antes reacciones complejas como ésta, y están estudiando el modo de comprobar mejor la hipótesis.

Dijo que “no está fuera del ámbito de la plausibilidad”.

En un estudio publicado por la Universidad Case Western Reserve, que todavía no ha sido revisado por pares, se indica que los niños que tienen COVID-19 tienen un riesgo mucho mayor de sufrir daños hepáticos.

El doctor Markus Buchfellner, médico especialista en enfermedades infecciosas pediátricas de la Universidad de Alabama, campus Birmingham, participó en la identificación de los primeros casos en Estados Unidos el año pasado.

Las enfermedades eran “extrañas” y preocupantes, dijo. Seis meses después, “no sabemos muy bien a qué nos enfrentamos”.

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