Buenos Aires, (Argentina) – Cuando el doctor John La Mattina, ex presidente de Investigación y Desarrollo Global del laboratorio Pfizer dijo la célebre frase: “parece que Rusia está utilizando a Argentina como sitio de prueba para su vacuna”, Donald Trump era el presidente de los EE. UU.

Estas amenazas para el mundo ya no subsisten; entre las expectativas y planes con respecto a la asunción de Joe Biden, los países latinoamericanos están volcando todos sus esfuerzos en dos frentes: vacunar a la mayor cantidad de gente posible y tratar de mejorar la relación con EE. UU., algo que parece muy posible si analizamos el discurso de asunción del flamante nuevo presidente.

En tanto, la desconfianza sobre la vacuna Sputnik-V parece haberse quedado en el pasado, y la prueba más clara es que el presidente argentino, Alberto Fernández, se convirtió en el primer mandatario en inmunizarse en la región, incluso antes que el mismísimo Vladimir Putin, quien ha prometido hacerlo en los próximos días para despejar del todo las nubes que cubren a la vacuna, en comparación con las de los otros laboratorios.

Quien sí está preocupado a estas alturas, es el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien dio positivo al COVID-19 y está en su primera semana de cuarentena. Dicha preocupación radica en la demora en la entrega por parte de Rusia de las vacunas compradas oportunamente, por lo que habló con su colega ruso para acelerar la llegada al país, de las 24 millones de dosis adquiridas, recibiendo la promesa de que estarían en México en los próximos dos meses, con entregas escalonadas.

El resto de los países latinoamericanos parecen tener ordenados sus respectivos planes de vacunación, y han dado la bienvenida a los discursos de Biden y Kamala Harris.

Tanto los países amigos de Rusia, dígase Venezuela y Nicaragua, como quienes se consideran neutrales, han perdido el miedo y han sabido trasladar la confianza a sus habitantes. Algunos más mesurados y otros con viejos rencores como el del dictador venezolano Nicolás Maduro, quien, olvidándose por un rato de las denuncias sobre crímenes de lesa humanidad en su gobierno, instó al nuevo Gobierno de EE. UU.  a “superar la demonización que han hecho con Venezuela”, o el controvertido canciller argentino Felipe Solá, quien escribió muy suelto de cuerpo “Argentina desea fortalecer las relaciones y que se respete a los organismos multilaterales. Espera también que no se apueste a la desunión de nuestras naciones como en la etapa anterior”, frase que le valió el reto y casi despido de su presidente.

Vacunas y nuevo presidente, expectativas de un futuro mejor.

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