Emprendeduria Latina durante la Primera Feria Latinoamericana en Filadelfia. (Foto: Cortesía/Jesús Rincón)

La Real Academia Sueca acaba de asignarles el Premio Nobel de Economía a tres prominentes profesores de universidades americanas, por mostrar a través de sencillas fórmulas, la falsedad de ciertos “mitos urbanos” que suelen hacer mucho daño a las minorías; a los negros y a los latinos en especial –quizás por hallarse entre las minorías más pobres–, y a los inmigrantes en particular.              

Uno de los galardonados es el profesor David Card, de la Universidad de California, quien con estudios aplicando una metodología bastante sencilla usada durante años, ha demostrado, entre otras cosas, que aumentar el salario mínimo no tiene el efecto negativo de disminuir el número de empleos disponibles y, por el contrario, en muchos de los casos estudiados, los salarios más altos atrajeron de inmediato muchos aplicantes, logrando crear una fuerte reactivación del mercado del trabajo.

En otro de sus estudios, Card también demostró cómo la violencia racial, especialmente contra los negros, tenía un impacto negativo en la generación de empleos y en la creatividad, ya que si el director de una institución debía apoyar el trabajo académico de dos estudiantes, uno blanco y uno negro, el blanco tenía muchas más probabilidades de ser elegido, lo cual generó que por décadas, la proporción de patentes o licencias empresariales solicitadas por graduados negros fuera muy inferior a la media de los blancos.

Los otros premiados fueron los profesores Joshua Angrist, del Tecnológico de Massachusetts y Guido Imbens, de la Universidad de Stanford, de quien la Academia destacó lo que a través de sus “experimentos naturales” basados en la observación directa de la vida diaria, y de datos tomados en tiempo real, se han podido desenmascarar muchas ideas discriminatorias; entre ellas, por ejemplo, el antiguo mito urbano de que los inmigrantes llegan para quitarles puestos de trabajo a los nativos.

Sus estudios también mostraron cómo la educación influye fuertemente, y desde diferentes aspectos sobre el futuro económico de los jóvenes; obteniendo evidencia, entre otras cosas, de que, si un estudiante permanece un año más en un programa educativo, claramente tendrá mejores probabilidades de lograr un buen desarrollo económico personal en el futuro. Otro de sus descubrimientos contribuyó a desmontar la idea de que los subsidios del gobierno a los ciudadanos pobres disminuyen su deseo de buscar trabajo. La observación de campo demostró que la influencia en ese sentido fue mínima en la gran mayoría de los observados.

Todo esto lleva a concluir que las instituciones del gobierno, las fiduciarias y organizaciones de apoyo económico pueden tener mayor confianza en los emprendedores inmigrantes y en la creatividad y laboriosidad de las minorías. Así mismo, que las start-up y pequeñas empresas creadas por inmigrantes de primera generación pueden ser tan pujantes y creativas como las que crean ciudadanos nativos. Y, en general, que la fuerza de trabajo que aportan los inmigrantes no actúa nunca en desventaja o menoscabo de la economía establecida, sino que, por el contrario, en la mayoría de los casos contribuye de manera muy visible y comprobable a mejorarla, fortalecerla y enriquecerla, somos pues motores de la economía estadounidense.

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