El cuerpo de Josué fue encontrado el pasado 17 de abril, boca abajo en un río en Honduras; su rostro había sido brutalmente golpeado y su dinero había desaparecido. Recientemente había recibido dinero de su hermana en Houston para ayudarlo a viajar a reunirse conmigo en Magdalena de Kino, Sonora, México, donde todos creíamos que estaría mucho más seguro. Josué Donaldo Reyes Santa María era un buen hombre, un hermano para muchos, y solo tenía 37 años cuando le quitaron la vida.
Conocí a Josué a través de mi trabajo con Building Bridges en Tijuana, donde me sirvió de guía, conectándome con albergues y organizaciones clave. Había llegado en una de las primeras caravanas desde Honduras, y más tarde, ayudamos a su sobrino adolescente a unirse a él en una segunda caravana.
Josué era un hábil obrero de la construcción, comunicador y activista por los derechos de los inmigrantes. Tenía una capacidad extraordinaria para conectar con los demás y ayudar a quienes lo necesitaban. Durante su viaje, incluso concedió entrevistas de radio a una radio comunitaria de Estados Unidos, donde describió las dificultades del trayecto y la compasión que recibieron de muchas comunidades.

Como alguien que había sido deportado al menos cuatro veces, Josué comprendía las dificultades de los inmigrantes indocumentados. Formó parte de un grupo de migrantes que luchaban por sus derechos y ayudaban a otros a sobrevivir el viaje.
Un ejemplo notable del trabajo de Josué fue cuando nos ayudó a localizar a un joven inmigrante con muchos tatuajes que había abandonado una pandilla y huido a Tijuana. Este joven tenía pocas posibilidades de obtener asilo debido a su pasado pandillero y sus tatuajes. Logramos proporcionarle comida, dinero y un saco de dormir donado por una iglesia en Claremont, California.
La historia de Josué es un trágico recordatorio de los peligros que enfrentan los inmigrantes. Existe un elemento criminal que monitorea los sistemas de transferencia de dinero y utiliza la información para robar a los destinatarios. Parece que a diario oigo hablar de inmigrantes que conocemos que son golpeados, violados, robados y, a veces, asesinados. Mientras luchamos contra la deportación de inmigrantes que tienen derecho a una audiencia justa de asilo, a menudo desconocemos qué sucede con las mujeres, hombres y niños deportados. En la mayoría de los casos, desconocemos qué les ha sucedido a su regreso.

Los familiares suelen tener la esperanza de que sus seres queridos sobrevivan, encuentren trabajo y pronto envíen los fondos que tanto necesitan. Estas tragedias de deportación romperían el corazón incluso al peor tacaño navideño. La poca esperanza que tenían estas familias es reemplazada por un oscuro agujero negro de desesperación. Las remesas que estos trabajadores envían ayudan a mantener vivas a sus familias, evitan que otros tengan que emigrar y contribuyen a la estabilidad económica de sus países de origen.
Nuestras políticas y acciones migratorias actuales en la Casa Blanca son más que inhumanas. Debemos seguir luchando contra este sistema brutal y racista.
El recuerdo de Josué vive en nuestros corazones y en nuestro trabajo mientras defendemos nuestros derechos y los de ellos. Él está presente, todavía con nosotros en espíritu.
Josué de Honduras ya falleció, pero tú no.