Reverendísimo Nelson J. Pérez.

Asegurar la salud y el bienestar de aquellos confiados al cuidado pastoral y temporal de nuestra Iglesia, especialmente mientras navegamos por una pandemia global, es una prioridad primordial como arzobispo de Filadelfia. Durante este tiempo de graves dificultades y luchas, he trabajado en conjunto con los obispos católicos de Pensilvania y la administración superior de la Arquidiócesis de Filadelfia para implementar las mejores prácticas destinadas a mitigar la propagación del COVID-19 y proteger a los más vulnerables.

A medida que evolucionó el panorama de COVID-19, reevaluamos continuamente esos esfuerzos en consulta con los funcionarios de salud pública y en base a los datos.

Como su Pastor, estoy llamado a brindar la Eucaristía en un ambiente seguro. Con ese fin, les pido que den prioridad a su propia salud y la salud de sus vecinos y comunidades religiosas.

Reverendísimo Nelson J. Pérez
Reverendísimo Nelson J. Pérez

Como se anunció anteriormente, los obispos católicos de la Commonwealth de Pensilvania están restableciendo el asistir a misa en persona los domingos y días santos a partir del domingo 15 de agosto de 2021. Sin embargo, según la ley de la Iglesia de larga data, esta obligación no se aplica a quienes:

están enfermos;

tiene un riesgo grave para la salud;

vivir en un hogar con personas en riesgo;

servir como cuidadores primarios de las personas en riesgo;

tiene ansiedad o preocupaciones graves por estar en un entorno de grupo grande debido al COVID-19; o

no pueden asistir a misa en persona.

Como acto de caridad, todos los que puedan deben vacunarse por completo. Cualquiera que crea que podría tener COVID-19 o una de sus variantes debe buscar pruebas y tomar todas las precauciones para la preservación de la salud pública. Como pueblo de esperanza, oremos para que se ponga fin a esta crisis de salud.

El papa Francisco. (Foto: EFE/MAURIZIO BRAMBATTI)

Estoy profundamente agradecido con los científicos de investigación, los profesionales médicos y las agencias de salud que han ayudado en el desarrollo, producción y distribución de las vacunas COVID-19 en nuestra región y la nación.

Estas vacunas son un regalo que ayuda a mantener el regalo más preciado de Dios: la vida. Recibir una vacuna es verdaderamente un acto de preocupación por nuestra propia salud y bienestar y caridad para nuestros hermanos y hermanas. Con este espíritu, me uno a nuestro Santo Padre para animar encarecidamente a todos aquellos que puedan vacunarse contra el COVID-19.

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