La tradición de rellenar cascarones con confeti para luego ser lanzados o aplastados sobre la cabeza de una persona es común en toda América Latina.  Esta tradición también se popularizó en el suroeste de Estados Unidos, en especial en la ciudad tejana San Antonio, durante el tiempo de Pascua. Ahí, esa tradición fue traída por los colonizadores españoles.

Marta Sánchez, reconocida artista visual chicana. Cortesía de Marta Sánchez.

La artista chicana Marta Sánchez nacida en esa ciudad recuerda cómo creció elaborando y rompiendo los cascarones, “de niña solía ver a mi vecina, la señora Delgado hacer los coloridos cascarones para las fiestas familiares y los festivales en las iglesias durante la primavera”.

Marta vive en Filadelfia donde inició su proyecto Cascarones por la Vida en 1992 con un propósito humanitario. Su tío falleció del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) y la artista se dio cuenta del aislamiento de la persona debido al estigma que había respecto a esa enfermedad.

Cada voluntario convierte el cascarón en una pieza de arte. Cortesía de Marta Sanchez. 

Desde hace 29 años, ha comprado huevos, los ha vaciado, donado el contenido, guardado papel para convertir en confeti y ha organizado fiestas para enseñar las destrezas para la elaboración de cascarones. Las ganancias de la venta son destinadas a familias con SIDA y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) a través de diferentes organizaciones.

Su hijo Phillip Ignacio Dallam colabora desde niño. Foto: LRN

Para hacer cascarones, se puede utilizar un alfiler o un cuchillo para romper un agujero en el extremo del huevo y verter la yema. La cáscara se limpia, se decora como se desee y se deja secar. Después de que se seca, se llena generalmente con confeti, harina o un juguete pequeño. Uno debe entonces aplicar pegamento alrededor del exterior del agujero y cubrirlo con papel.

Han sido decenas de voluntarios que han ayudado a Marta en este proyecto comenzando con sus amigos, artistas y luego con estudiantes y personas de edad mayor. Cada uno ha plasmado su estilo en los cascarones que se han convertido en una obra artística.

Este año, durante el 2 y 3 de abril se vendieron los Cascarones por la Vida en el mercado Reading en el centro de la ciudad con la ayuda de estudiantes voluntarios de la secundaria Central High.

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