Una multitud protesta con banderas argentinas en Buenos Aires por una serie de temas, entre ellas el manejo de la pandemia de coronavirus. (Foto: VOA)

Buenos Aires, Argentina. Los que vivimos en la República Argentina, tenemos una particularidad que no todos tienen y que nos distingue de gran parte del mundo. Consiste que en que cada vez que nos despertamos, ya sabemos que estamos peor que ayer. No necesitamos leer los periódicos, ni escuchar las noticias por TV y mucho menos consultar las redes sociales, basta con abrir los ojos y la realidad estará planteada,

Todos sabemos que mientras nos lavamos la cara y los dientes, el dólar estará aumentando de nuevo para llegar otra vez al piso más alto de la historia y hacer que la brecha con el peso argentino sea cada vez más decepcionante; porque mientras los sueldos se pagan en pesos, las frutas, las verduras, la comida diaria, los medicamentos y hasta las necesidades mínimas, se actualizan al valor del dólar.

Todos tenemos claro que mientras desayunamos, la inflación estará creciendo para convertirse de nuevo en una de las más altas del planeta, solo equivalente a países subdesarrollados y paradójicamente (o no) amigos fraternos dentro de una política que escapa de los cánones naturales, pero que se mantiene a merced de la ayuda de los fanáticos que cambian apoyo por planes sociales, presencia en los actos políticos por inmunidad sindical y amor por dinero, entre otras cosas.

Sabido es que mientras arrancamos el auto para llevar a los chicos al colegio, a nuestra esposa a su trabajo y después de un buen rato llegar a levantar la persiana del negocio familiar que cada día cuesta más mantener, y que se cae a pedazos, golpeado por la indiferencia del gobierno, agregando impuestos y aplicando la consigna de no dejar vivir a quien trabaja dignamente, mientras que alguien estará entrando a robar en una casa, haya o no haya habitantes; otros estarán matando inocentes por el simple hecho de haberlos mirado a la cara y otros, los más, te estarán ultrajando la vida porque aunque la policía los atrape y los ponga presos, saldrán al otro día y seguirán robando, matando y haciéndote la vida imposible, y terminaran libres de nuevo.

También, cuando las primeras luces del sol empiecen a golpear en tu ventana, la oposición al gobierno se estará peleando entre sí por los lugares a ocupar en las próximas elecciones, pero que no les importa si la cuestión pasa por creerse más importante que la vida misma. Para ellos un puesto es poder; una mejor ubicación en la lista electoral, significará poder sentarse mano a mano a cambiar figuritas con los que dicen estar enfrentados, pero que en realidad comparten el desapego por la ciudadanía que los vota una y otra vez. La oposición es eso y deja para más adelante los verdaderos problemas de un país que se está viniendo abajo a cada momento. Peleas frente a las cámaras de televisión con temas superfluos y que harían ruborizar hasta a los más imaginativos, pero que se terminan cuando se apagan las luces. Hipocresía en su más alto nivel.

Tal vez como un sueño o una utopía de aquellas, podríamos hacer un referéndum para poder modificar la letra de nuestro Himno Nacional. Cambiar la estrofa que dice “Oh juremos con gloria morir” por la que todos los sanos de juicio reclamamos que sería “Oh  soñemos con gloria vivir”.

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