Representante republicano de Georgia Marjorie Taylor Greene (R) y el representante republicano de Florida Matt Gaetz (L) durante una conferencia de prensa en el primer aniversario de la insurrección del 6 de enero, en Capitol Hill en Washington, DC, Estados Unidos. (Foto: EFE/MICHAEL REYNOLDS)

Washington, EE.UU.- Perros de respaldo emocional, minutos de solemne silencio, reproches a un presidente «demente» y una insurrección «inexistente», el ambiente este jueves en el Capitolio muestra la dificultad de EE.UU. para asimilar un año después lo sucedido durante el asalto a la sede del legislativo estadounidense.

Si un año atrás el lugar estaba casi en llamas en pleno asalto por una turba de ultraderechistas seguidores del expresidente Donald Trump (2017-2021), hoy las laderas de la colina donde se encuentra el Capitolio estaban dominadas por un frío silencio y los restos de una reciente nevada.

En los solitarios pasillos del Congreso, por donde apenas caminaban periodistas, asistentes de los legisladores y empleados federales, la novedad era la presencia de una patrulla canina de animales de apoyo emocional.

La Policía del Capitolio, que perdió a uno de sus agentes durante el asalto y más de un centenar resultaron heridos, cuenta con dos perros dedicados a esta labor a los que este jueves se añadieron varios más ante la prevista afluencia de más gente.

Su objetivo: rebajar la ansiedad y ayudar con el bienestar mental.

SOLEMNIDAD DEMÓCRATA Y AUSENCIAS REPUBLICANAS

Entre las estatuas mudas de las grandes figuras de EE.UU., que contemplaron el asalto desde sus pedestales, se percibía la solemnidad de una fecha que ha pasado ya a los libros de historia por mostrar la fragilidad de la democracia del país.

En el pleno de la Cámara de Representantes, su presidenta, la demócrata Nancy Pelosi, arrancó al mediodía los actos de «recuerdo» y «reflexión» con una oración por los cinco fallecidos -cuatro manifestantes y un agente.

«La turba no atacó el edificio, atacó nuestra democracia», remarcó Pelosi.

Pero en reflejo de la aguda polarización política de EE.UU., entre los asistentes solo figuraba una representante del Partido Republicano, la congresista Liz Cheney, quien asistió acompañada de su padre el exvicepresidente Dick Cheney (2001-2009).

Pese a ser una figura fuertemente criticada por los demócratas por su papel en la invasión de Irak a comienzos de siglo, el exvicepresidente Cheney fue saludado calurosamente por Pelosi y otros miembros del partido rival.

En breves declaraciones a los periodistas, Cheney, de 80 años, recalcó que el aniversario es «un acto histórico importante» y lamentó la ausencia de líderes republicanos durante la jornada, algo que dijo que le deja «profundamente decepcionado».

INSURRECCIÓN «INEXISTENTE»

En las afueras del Capitolio, y claramente superados por los turistas que trataban de sacarse una buen fotografía aprovechando el sol del invierno de Washington, había apenas un puñado de manifestantes que defendían a los asaltantes del pasado año.

Uno de ellos era Keith Scott, quien estuvo presente en los aledaños del Capitolio hace doce meses, pero que no pudo entrar por la violencia que se desató.

A su juicio, los asaltantes eran «héroes» tratando de salvar el país, aunque está de acuerdo con que fuesen arrestados «todos aquellos que hicieron algo mal durante el asalto, como violar propiedad federal o atacar a agentes».

El gran problema ahora, dijo Scott a Efe, es el presidente Joe Biden, de quien aseguró que «sufre de demencia» y no está en capacidad para dirigir Estados Unidos.

Desde las escalinatas del Legislativo, desde las que la turba superó las vallas policiales a comienzos de 2021 para irrumpir en el edificio, dos polémicos congresistas republicanos, Matt Gaetz y Marjorie Taylor Greene, ofrecían también su versión de lo ocurrido.

«No hubo ninguna insurrección, porque nadie de los arrestados ha sido acusado de insurrección», remarcó Greene, desafiante.

La legisladora, simpatizante del movimiento conspiratorio QAnon, cargó contra Biden y los demócratas por el «teatro político» y apuntó, sin pruebas, que el propio Gobierno federal estuvo detrás de la violenta jornada de enero del pasado año.

Los congresistas estuvieron acompañados por Micki Witthoeft, la madre de Ashli Babbitt, una veterana de las Fuerzas Armadas que falleció al ser disparada por un agente de policía cuando trataba de acceder al hemiciclo de la Cámara Baja durante el asalto.

Abrazada a Greene y visiblemente emocionada, Witthoeft afirmó que su hija era una «orgullosa patriota» que fue asesinada mientras ejercía su «derecho» a la protesta, a la vez que criticó la actuación excesiva de las autoridades.

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