(Foto: Ilustrativa/EFE/Archivo)

La doctora Leora Horwitz trata cada vez menos pacientes con COVID en el Centro Médico Langone de la NYU, en Nueva York. Aun así, cree que hay demasiados. Y casi todos tienen algo en común: la mayoría no están vacunados.

Mientras atiende a enfermos graves de, les pregunta con respeto: ¿Por qué no se han vacunado? Algunos de ellos le dijeron a la internista e investigadora del hospital que les preocupa la seguridad de la vacuna. 

Pero principalmente, explicó, las respuestas se dividen en dos. Una es lo que piensan en vacunarse, pero aún no lo han hecho. La otra pone de manifiesto una inquietante deficiencia en la respuesta a la pandemia: los que quieren vacunarse, pero no pueden hacerlo porque están confinados en casa.

«Para muchas personas mayores, personas con enfermedades crónicas, ha sido muy difícil salir de casa para vacunarse», señaló. Y, dado que muchos de estos pacientes reciben visitas a domicilio de los profesionales sanitarios, se pregunta por qué no les han llevado la vacuna.

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«Ya están conectados a una organización de salud que va a su casa de forma regular. Parece que esa debería ser la estrategia para seguir», dijo Horwitz.

Los médicos de Denver, Cleveland y otras ciudades han observado la misma tendencia: las salas de covid se llenan de personas no vacunadas. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el 76% de los estadounidenses de 65 años o más se ha vacunado completamente, y cerca del 87% se ha puesto al menos una dosis. 

Las ciudades y los estados han puesto en marcha, poco a poco, programas para llegar a algunos de los 4 millones de estadounidenses que se calcula que están confinados en casa, pero los programas suelen tener objetivos modestos y se dirigen sólo a una parte de las personas que se supone necesitan esta ayuda.

Para aumentar los incentivos económicos de la vacunación a domicilio, Medicare anunció el 9 de junio, que reembolsará las vacunas administradas de este modo a $75 por inyección en lugar de $40.

En marzo, la ciudad de Nueva York puso en marcha un programa para llegar a las personas que no pueden salir de sus hogares, trabajando con agencias de vivienda, proveedores privados de atención médica, el Departamento para las Personas Mayores de la ciudad y equipos de enfermeras del Departamento de Bomberos. En la segunda semana de junio, el programa había vacunado a 11,000 personas, según un vocero del Ayuntamiento.

Horwitz y otros afirman que el programa de la ciudad parece estar funcionando, pero no con la rapidez y eficacia necesarias.

El Servicio de Enfermeras Visitantes de Nueva York (VNS), uno de los mayores proveedores de atención domiciliaria de la zona, tiene un contrato con la ciudad para vacunar en Queens. Cualquier persona confinada en Queens es elegible, sea o no cliente de VNS. 

Pero si estás en Brooklyn, Manhattan, Staten Island o el Bronx y recibes atención domiciliaria de VNS, no podrás vacunarte. Deberás pasar por la burocracia central para que te asignen a uno de los otros proveedores contratados que trabajan en tu zona.

«La ciudad y los proveedores que utilizamos son la principal entidad para la vacunación a domicilio en la ciudad», señaló Avery Cohen, vocera de la administración del alcalde Bill de Blasio. «Esta es una operación lenta y compleja, y estamos haciendo todo lo posible para llegar a la mayor cantidad de personas tan rápido como podamos».

Una vocera de VNS dijo que en las últimas 10 semanas sus equipos de enfermeras habían administrado 2,600 dosis y vacunado a 1,700 residentes de Queens. El contrato se extiende hasta principios de julio.

Alrededor del 75% de los residentes de la ciudad, de 65 años o más, están parcial o totalmente vacunados, según el registro de vacunas de la ciudad. Eso representa unos 10 puntos por debajo de la media nacional. Es difícil decir cuántos del 25% restante están confinados en casa, pero los activistas aseguran que es un número mayor de las 23,000 personas que la ciudad ha identificado para vacunar de esta forma.

Definir y contar a los «confinados en casa» es problemático. Laird Gallagher, del Center for an Urban Future, indicó que, en la ciudad de Nueva York hay 141,000 personas de 60 años o más que viven solas y dicen tener dificultades para desplazarse. 

Susan Dooha, del Center for the Independence of the Disabled, utilizando un criterio más amplio para la discapacidad, calcula que hay 422,000 residentes de la ciudad de 65 años o más que están totalmente confinados en casa o sufren una discapacidad significativa, incluyendo 262,000 que tienen al menos 75 años.

Dooha dijo que la ciudad debería ampliar la definición de personas confinadas en casa, y crear una red de proveedores de atención pública y privada para satisfacer las necesidades de vacunación de esta población. 

Algunos de los que siguen sin vacunarse, a pesar de su deseo de hacerlo, pueden ser parcialmente autosuficientes. Pero es posible que tengan problemas cognitivos y les resulte imposible organizarse para buscar una vacuna.

Después de plantear la cuestión durante los últimos seis meses, Dooha se alegró de que el alcalde anunciara un programa, pero se sintió decepcionada por sus límites. «No dejaba de preguntar: «¿Cuáles son los criterios?»», recordó. «Según la Ley de Estadounidenses con Discapacidades, si necesitas una visita a domicilio —no tienes que estar absolutamente confinado en casa por una discapacidad— mereces que te atiendan».

La presidenta del distrito de Manhattan, Gale Brewer, que forma parte de un panel que supervisa el despliegue de las vacunas en esa área, aseguró que no ha podido obtener una respuesta de la ciudad sobre cómo se define «confinado en casa» y cómo se decide quiénes son los destinatarios de las visitas a domicilio para las vacunas.

«Ha habido muchas idas y vueltas, y confusión», dijo Brewer. «La gente se pregunta, ‘¿Estoy confinado en casa si bajo a recoger mi correo, pero no salgo?’ El verdadero problema es la transparencia, no sabemos cuáles son las reglas, y nos faltan datos».

La doctora Zenobia Brown, médica y ejecutiva de Northwell Health, la mayor red de hospitales del estado piensa que será difícil conseguir que el resto de los neoyorquinos se vacunen.

«Lo que descubrimos es que no hay una sola barrera, ni siquiera un conjunto simple de barreras», explicó Brown. «Estamos ante un combate cuerpo a cuerpo, para entender cuáles son las barreras individuales y luego crear soluciones para superarlas».

Por ejemplo, los padres de un hombre de 22 años con autismo querían vacunar a su hijo, pero debido a unas rutinas muy estrictas sólo estaba disponible en horarios limitados. Otro paciente, de 90 años, no quería molestar a nadie para que acudiera a su apartamento del sexto piso sin ascensor.

Robert Janz, de 88 años, y su mujer, Jennifer Kotter, de 68, no tuvieron reparos en buscar ayuda. En cuanto se anunciaron los planes de la ciudad para atender a las personas confinadas en casa, Kotter trató de conseguir una cita para su marido, artista y poeta, postrado en la cama debido a lo que ella describe como una «serie de pequeños fracasos médicos», entre los que se incluyen lesiones en la espalda por caídas.

Pasaron meses antes de que pudiera hacer una cita de vacunación para su esposo, a pesar de que los cuidadores ya acudían con frecuencia a su apartamento de Manhattan, en un cuarto piso. Uno de ellos le dio a Kotter un número de teléfono, que le llevó a otro número de teléfono y luego a otro, hasta que finalmente lo consiguió. 

El 1 de junio, una enfermera y un paramédico llegaron y administraron a Janz la vacuna de una sola inyección de Johnson & Johnson.

Como cuidadora, Kotter se resigna a estos retrasos. «Cuando cuidas a un paciente, tienes que ser paciente», dijo.

KHN (Kaiser Health News) es la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre temas de salud. Junto con Análisis de Políticas y Encuestas, KHN es uno de los tres principales programas de KFF. KFF es una organización sin fines de lucro que brinda información sobre temas de salud a la nación.

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