24 de marzo: Día de la memoria por la verdad y la justicia

Buenos Aires, Argentina – Herejes de la vida, sacrílegos de las palabras, bestias más que las bestias, inhumanos y héroes de ellos mismos, nos fueron robando imágenes, encuentros de navidad, sobremesas de vino tinto y recuerdos de niñez. Nos quitaron la posibilidad de ver crecer a hijos, nietos y sus raíces. Nos mostraron la peor parte de las personas, nos mataron a traición…

Nombres con apellido y con historias parecidas. Historias de lucha, de orgullo, de creencias pegadas en lo más profundo de las costillas y, por ende, imposibles de arrancar. Porque nada de lo que se ama se puede arrancar más que de manera salvaje y traicionera. Nada se despega de la esencia de la gente sin el veneno de la hipocresía y de la salvajada feroz…

Es imposible pensar en las cosas que quedaron en el camino de aquellos que no tuvieron mejor idea que luchar por una causa que nada hubiera tenido de raro ni de particular, si no hubiera sido por la ceguera de quienes no pensaban igual. Ceguera que transformó mentes y corazones, y que marcó una etapa que dividió a la vida en dos mitades.

Es triste, pero en una pila de hogares comunes, como cualquiera y en cualquier lugar, siempre sobra una silla. En algunos de ellos, sobra la de la cabecera, la del padre de familia, la del guía de la lucha por llegar a fin de mes. En otras está desocupada la que los abuelos habían comprado para cuando los visitara el nieto que recién había empezado a gestarse.

En otros escenarios similares sobran habitaciones que no volvieron a tocarse desde aquella noche en que miserables de la vida entraron a golpes y a gritos y se llevaron una parte de los riñones de quienes dormían el sueño de la reparación. En ellas, está todavía la cama desarmada, las fotos pegadas en la pared, los libros escondidos y hasta la pava y el mate que acompañaron la lectura o el llamado telefónico de último momento.

Recuerdos, situaciones, desgracias que marcaron los silencios que, en algunos casos,  duran hasta hoy. Similitudes paganas que desconocíamos hasta ahí, porque nunca la imaginación apunta a este tipo de situaciones. El devenir de los pensamientos, todos sabemos, tiene mejores horizontes. Con soles, con arco iris en su final y con alguna lluvia de vez en cuando, pero que irremediablemente para al otro día.

Ya ni sé el tiempo que hace que no están entre nosotros. Si se pudiera medir por etapas, podría decir que hace dos colegios, una universidad, una unidad básica, una jornada de perfeccionamiento, una familia cada vez más grande, un montón de viajes, miles de cenas con risas y emociones, un millón de esperanzas por venir…

Cada tanto las noticias nos sorprenden con esas que calan hondo. Cada tanto aparece de la nada uno de los nuestros. Y se reavivan los sueños y se abren las puertas de lo posible de par en par. Van apareciendo los dueños de esas sillitas de mimbre que les hubiera servido para llegar a las mesas y hacerle monerías a los que los veían comer zapallo y enchastrarse la boca.

Lo bueno de esto, es que nadie, pero nadie, puede impedirnos seguir buscando a una parte de nuestras vidas. Siempre habrá para ellos un puré de zapallos esperándolos…

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