
La maternidad es uno de los actos más desinteresados: dar todo sin pedir nada. El reto de la crianza de un hijo se complica aún más cuando se es inmigrante y se afronta en solitario.
El aumento del coste de vida (CPI) en un 3.1% desde 2022, ha provocado –según el Informe Nacional de Familias Latinas 2024, elaborado por Abriendo Puertas/Opening Doors– que esta sea la principal preocupación de la familia latina junto con la inflación y la necesidad de salarios e ingresos mayores.
La familia latina con niños pequeños ha sido una de las más impactadas en su vida diaria debido a los cambios económicos generados por la pandemia (y agravados por su desigual recuperación económica una vez finalizada).
Según análisis del National Women’s Law Center, si bien en 2021, las tasas de pobreza infantil, conforme la Medida de Pobreza Suplementaria (SPM) de la Oficina del Censo, cayeron a un mínimo histórico gracias a la ampliación de los Créditos Tributarios por Hijos y otras medidas de asistencia pública durante la pandemia, promulgadas como parte de la Ley del Plan de Rescate Estadounidense (ARPA), tan solo un año después, la expiración de esas ayudas impulsó el mayor aumento anual registrado en la pobreza SPM en el país en más de 50 años.
Entre 2021 y 2022, la tasa de pobreza SPM aumentó para la población general del 7.8 % al 12.4 %; para mujeres y niñas del 7.9 % al 12.8 %; para niños en general del 5.2 % al 12.4 % y para unidades familiares con hijos encabezados por una sola mujer del 11.9 % al 26.7 %.
En 2022, la proporción de familias en situación de pobreza se duplicó, según el análisis “Panorama nacional: Pobreza entre mujeres y familias en 2022“ del Centro Nacional de Derecho de la Mujer (NWLC). Y la tasa de pobreza más alarmante fue la alcanzada por familias encabezadas por madres solteras latinas, con una tasa de 37.7%, según la SPM.
Para entender estos índices hay que señalar que la tasa federal considera dos medidas de pobreza: la Medida Oficial de Pobreza (OPM) y la Medida Suplementaria de Pobreza (SPM).
La OPM mide el porcentaje de la población estadounidense con ingresos totales por debajo del umbral federal de pobreza para el tamaño de su familia (p. ej., $29,678 en 2022 para una familia de cuatro personas con dos hijos). Los “ingresos” se calculan antes de impuestos e incluyen únicamente ingresos en efectivo: ganancias, ingresos por pensiones y jubilación, ingresos por inversiones –intereses, dividendos, regalías, herencias y fideicomisos–, seguro social, asistencia pública (las prestaciones no monetarias no se incluyen en la medida), prestaciones por desempleo, compensación laboral, pagos a veteranos; pagos de pensión alimenticia y manutención infantil.
La SPM amplía parcialmente la OPM al incorporar el valor de varias prestaciones federales y estatales que ayudan a las familias de bajos ingresos, pero que no se contabilizan como ingresos en la OPM, menos los gastos necesarios.
En 2022, los beneficios incluyeron (entre otros): beneficios del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP); créditos fiscales reembolsables –Crédito Tributario por Ingresos del Trabajo y la parte reembolsable del Crédito Tributario por Hijos–, subsidios para vivienda a largo plazo; los gastos necesarios que se deducen incluyen impuestos sobre la renta, impuestos sobre la nómina del Seguro Social, cuidado infantil y otros gastos relacionados con el trabajo, pagos de manutención infantil a otro hogar y gastos médicos.
Además, el SPM, elaborado en colaboración con la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS), ajusta los umbrales de pobreza según las diferencias geográficas en los costos de vivienda, utiliza datos actualizados de la Encuesta de Gastos del Consumidor sobre gastos en alimentos, ropa, vivienda y servicios públicos para calcular los umbrales de pobreza, y define las unidades familiares como personas que viven en el mismo domicilio y comparten recursos.
El SPM incluye a los hijos menores de 15 años sin parentesco, a diferencia del OPM.
El análisis de estos datos revela las consecuencias perjudiciales de suspender los apoyos temporales para mujeres, niños y familias sin abordar las desigualdades sistémicas subyacentes, lo que subraya la necesidad de inversiones públicas a largo plazo en cuidado infantil, asistencia nutricional, vivienda accesible y asequible, créditos fiscales reembolsables y otros apoyos esenciales de los que dependen las mujeres y las familias.
Así que, en Estados Unidos, cada vez hay más familias encabezadas por madres solteras con niños que viven en condición de pobreza y esta afecta más a las mujeres latinas que a las de otros grupos étnicos (en 2022, el 20.2% de las mujeres latinas vivían en situación de pobreza, frente al 10.2% de las mujeres blancas no hispanas y el 17% de mujeres negras que vivían en esta condición).
A ello hay que añadir que los desafíos afrontados por las madres latinas no son solo económicos, también incluyen cómo desenvolverse en los sistemas legales y sociales, acceso a atención médica de calidad y asegurar el éxito educativo de sus hijos.
Por tanto, no es de extrañar que desde 2008 el Center for Immigration Studies haya observado una disminución de la tasa de fecundidad total (TFR) en el colectivo de madres inmigrantes –también en las nacidas estadounidenses– (la TFR de los latinos nacidos en Estados Unidos es de 1.81 y de 1.75 para los blancos). Existen diversas razones que implican la reducción de esa fertilidad: aumento del coste de la vivienda para familias con hijos, reducción de salarios o sobrecarga de servicios públicos, como las escuelas.
La inmigración tiene un impacto significativo en el tamaño de la población. Según datos de la American Community Survey (ACS), entre 2021 y 2023 la población inmigrante creció en 2.52 millones, lo que equivale al 83% del aumento total de la población de Estados Unidos.
Desde la Administración Trump se está considerando usar políticas gubernamentales para aumentar la tasa de fertilidad del país, sin embargo el recorte de fondos federales, provoca la supresión o disminución de programas de ayuda para madres en situación de vulnerabilidad y que, pertenecen a comunidades (como las latinas) que son potencialmente las de más alta tasa de fecundación.
Así que, ante el panorama económico actual, a la madre latina –y especialmente a la madre soltera latina– se le plantea una disyuntiva: tener hijos y arriesgarse a caer o perpetuar el círculo vicioso de pobreza, o no tenerlos e ir contra su propio sentido culturalmente arraigado de maternidad y familia.
En este proceso diversas organizaciones y grupos comunitarios abordan activamente estos retos y apoyan a las madres latinas –solteras o no– para que accedan a recursos y defiendan sus derechos.
La luz al final del túnel es que, las “madres coraje latinas” se crecen en la adversidad, son proactivas en la búsqueda de soluciones, y una buena parte de ellas, en ese aprendizaje y búsqueda de mejores oportunidades para sus hijos, sin darse cuenta comienzan a participar activamente en sus comunidades, contribuyendo en sectores tan diversos como la política, los negocios y la defensa social. Al final, su liderazgo y logros trasciende al empoderar con su ejemplo a las comunidades y servir como motivación para otras.
Escuchar la voz de estas madres y sus experiencias brinda una información que debería ser crucial para políticos y líderes comunitarios al abordar las necesidades de este colectivo y aprovechar sus fortalezas en el futuro. El momento es ahora.