“Este es un hombre horrible, persuadiendo con un libro que no ha leído, frente a una iglesia a la que no asiste, invocando leyes que no entiende contra sus propios conciudadanos estadounidenses a los cuales ve como enemigos; empuñando un ejército que esquivó servir; protegiendo una elección que ganó por vía de interferencia extranjera. Este es un hombre que se goza en usar el miedo y la ira para ganancias políticas; que advertido sobre los desastrosos efectos de la pandemia no supo hacer los preparativos debidos; que todo lo que ha hecho ha sido bajo mentiras constantes y mostrando una conducta infantil desaforada.”

Robert Hendrickson Rector de la Iglesia Episcopal St. Philip’s en Tucson, Arizona.

Así define el hermano Hendrickson al presidente de los Estados Unidos de América. Esta definición se da a raíz de la descabellada acción del señor Trump cuando el pasado 1ro de junio envió agentes anti-motín federales para que dispersaran una manifestación pacífica, y abrirse paso para tomarse una foto con la Biblia en la mano frente a la iglesia Episcopal St. John en Washington, DC, a unas cuadras de la Casa Blanca.

¿Qué se puede pensar de tan bizarra conducta? Según la psiquiatría una conducta bizarra es una conducta desorganizada, extraña y agresiva. Para el colectivo latinoamericano este tipo de conducta es algo fuera de lo común, el excentricismo en su esplendor, una acción burlesca. En el francés esta es una conducta surrealista, o sea algo absurdo y extraño que no corresponde con la realidad.

¿A quién le está hablando el señor Trump? Tal vez el señor Trump tuvo una revelación divina que le indicó que se empantalonara, agarrara una biblia y enviara a sus ángeles armados para que le abrieran paso entre las huestes de protestas y así posar con su biblia en la mano para asegurarle a sus fanáticos evangélicos que “América será grande otra vez.”

¿Qué mensaje quiere proyectar? Pensemos por un momento que esa acción bizarra proviniera de Putin, Xi Jinping, Kim Jong Un o Nicolás Maduro. ¿Qué usted pensaría? Kori Schake, Directora General Adjunto del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos dijo, “Si viéramos esto en otro país, estaríamos muy preocupados y debatiríamos sobre las consecuencias que tiene el comportamiento de esos estados en la política exterior”, también sentenció, “Trump no es el primer presidente en politizar a los militares, pero sus acciones son, por mucho, las más reprensibles y perjudiciales.” (The Atlantic).

La verdad es que esta quijotada presidencial es alarmante, pero a la vez consecuente con las excéntricas agenda política del señor Trump.  Desde los inicios de su presidencia cantidad de analistas advirtieron de la tendencia antidemocrática de este presidente. ¿Qué estarán pensando los estados dictatoriales con un presidente echándole leña al fuego del racismo y amenazando con activar las fuerzas militares contra manifestantes pacíficos? Se estarán riendo a carcajadas y disfrutando de las quijotescas andanzas de Donald J. Trump.

Esa foto del señor Trump con una Biblia en la mano y dentro del contexto que la enarbola, es una imagen que evoca un anatema (maldición) de alta peligrosidad para la democracia estadounidense.

Yascha Mounk, profesor de Johns Hopkins University y quien ha escrito mucho sobre las andanzas antidemocráticas de Trump, dijo “esto quiere decir que él y solo él representa de verdad del pueblo y cualquiera que no piense igual que él, cualquiera que lo critique, en virtud de ese hecho es un enemigo del pueblo.” (NY Times).

En base a esto si Trump fuese reelecto este próximo noviembre la democracia estadounidense podría tornarse una dictadura institucional como le pasó a Hungría con Viktor Orbán, a Turquía con Recep Tayyip Erdogan y a Venezuela con Nicolás Maduro.

Lo triste de todo esto es que las posibilidades de reelección del señor Trump son reales. Sobre todo, por el absentismo electoral, la ignorancia política y la polarización social.

Es urgente que nosotros los puertorriqueños y latinoamericanos rompamos las cadenas del miedo y la pasividad y dejemos sentir nuestra voz y coraje.  Somos la quinta parte de la población estadounidense, podemos hacer la diferencia. Es hora de dejarle saber a los enemigos de la democracia que nuestras 60 millones de voces no se callarán y se harán sentir en estas elecciones de noviembre 2020.

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