Gandhi, Madre Teresa, Nelson Mandela y Martin Luther King, Jr.

Jesús, en una de sus últimas conversaciones con sus discípulos, les dijo: “mi paz les dejo, mi paz les doy; no se las doy como el mundo la da. No se turben ni tengan miedo”. (Juan 14:27). Son palabras de profunda reflexión. Reflejan la ética, la convicción y la acción de un hombre que vivía y caminaba en paz.

Jesús hace una oferta que no exige nada, solo extender el corazón y recibirla. No hay duda de que fue un reto para sus discípulos. Era algo nuevo, una propuesta revolucionaria. A vivir y caminar en paz no se aprende en las universidades ni en los partidos políticos, ni es algo que puedes descargar de las redes sociales. Vivir y caminar en paz exige un profundo sentido de saber quién eres, a quien perteneces y conocer tu propósito en la vida y con los demás.

Veamos con detalle la propuesta de Jesús. Lo primordial, Jesús ofrece lo que tiene y al momento es el único que lo tiene. Lo que ofrece es paz, algo muy particular para la vida, para las relaciones, para los proyectos emprendedores, para el bienestar común. Esta paz no es una burbuja para evitar los momentos agrios y dolorosos de la vida, sino un estado espiritual que no te excluye del dolor, pero te excluye del sufrimiento. Por eso esa paz no es ausencia de conflicto, es la presencia de la justicia.

Segundo, Jesús les dice que su paz no es como la del mundo. En este caso, la palabra mundo no se refiere a personas sino a los valores de la sociedad de entonces. La paz que el mundo ofrece siempre es condicional y en muchos casos impuesta y amenazante. Por ejemplo, hoy en día las potencias se respetan no por el bien común, sino por la amenaza de ataques nucleares. Las personas mismas mantienen la paz siempre y cuando no amenacen su seguridad personal. O sea, que la paz que el mundo ofrece radica en el miedo y la confusión. El miedo y la confusión nos paralizan, nos atontan, nos aíslan, perdemos la objetividad y terminan pagando justos por pecadores. Contrario a eso, Jesús ofrece una paz donde el miedo está ausente y hay claridad y armonía en el pensamiento. Esta paz es liberadora, cancela toda culpa, transforma el bien individual por el bien común. Busca crear encuentros para el abrazo y para el diálogo. Sobre todas las cosas, se afirma y reafirma en su deseo por bienestar del prójimo, aun en las más adversas situaciones, aun frente a las muecas de la muerte. Jesús nos mostró el camino y sus discípulos emprendieron ese camino.

En la historia reciente tenemos varios ejemplos de ese caminar. Gandhi, Madre Teresa, Nelson Mandela y Martin Luther King, Jr. Cuatro luminarias de la paz del siglo 20 y aun del siglo 21. Los cuatro emprendieron el camino de la paz para traer sanidad a sus comunidades. Gandhi, en su frágil armadura de hombre, no le tembló la paz para enfrentar la injusticia del colonialismo inglés en la India. Madre Teresa no le importó su seguridad personal y armada de paz se fue a Calcuta, una de las ciudades más peligrosas de la India, a amar a los que nadie amaba (¡como la admiro!). Nelson Mandela se atrevió a confrontar sus demonios del miedo y el terrorismo e investido de paz renunció a sus culpas y, con su discurso reconciliador, aniquiló el racista sistema del apartheid. Martin Luther King, Jr., el humilde pastor de Georgia, con sus sueños de paz trastornó el segregacionismo del sur y sus discriminatorias cadenas. Aun truena su voz en el Capitolio, a la luz del gigantesco monumento a Lincoln. Estas luminarias se inmortalizaron porque se abrazaron a la paz y no claudicaron a las amenazas de muerte, ni al cansancio del andar.

Qué contraste inmenso entre el 6 de enero del 2021 y el 28 de agosto de 1963. 58 años atrás, Martin Luther King, Jr. dejó una ofrenda de paz en Washington DC, que millares de estadounidenses rociaron con sus lágrimas de sed de justicia. 58 años después, millares de blancos, incendiados por el odio y el miedo dejaron una mancha de injusticia en el mismo lugar. Por supuesto que esa mancha no podrá borrar el sueño del humilde pastor de Georgia. Concluyo haciendo eco de aquel profético sueño: “Yo tengo el sueño de que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Sostenemos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados iguales.’ Yo tengo el sueño de que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de antiguos esclavos y los hijos de antiguos dueños de esclavos puedan sentarse juntos en la mesa de la hermandad. Yo tengo un sueño de que mis cuatro hijos pequeños algún día vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter”.

Para Gandhi, Madre Teresa, Nelson Mandela y Martin Luther King, Jr. la paz fue su única opción. También debe ser la nuestra.

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