La gobernadora de Puerto Rico, Wanda Vázquez, a su llegada para ofrecer una conferencia de prensa sobre las nuevas disposiciones de emergencia del Covid-19 en el Centro de Convenciones Pedro Rosselló en San Juan. EFE/Thais LLorca/Archivo

Empecemos por entender ¿qué es el colonialismo? Según la historia universal y los diccionarios políticos, el colonialismo es un proceso mediante el cual una nación extranjera domina a otra nación. La nación extranjera con su sobrepasado poder militar impondrá su control político, económico y social mediante la designación de personas que la nación conquistadora impone sin la menor consulta democrática. Este proceso colonizador implica la usurpación y apropiación de la tierra, de los recursos naturales y el sometimiento de la población. Lo cual a su vez supone la imposición de los intereses del colonizador sobre asuntos de cultura, religión, derechos civiles, políticos y sociales. La nación invadida es enmudecida con sutiles promesas de libertad y falsas esperanzas de vida eterna.

Nuestro Eduardo Galeano, laureado escritor y poeta, describe ese proceso colonialista con esta hermosa metáfora, “Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’, Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.”

Entonces, ¿qué es espiritualidad? Esto se refiere al vínculo entre el ser humano y la divinidad (Dios, Alá, el Universo). Para el desarrollo de esa relación humano-divina, el ser humano creó la religión. Bernard Lonergan, teólogo canadiense y uno de los más importantes pensadores del siglo XX nos decía que la religión es un conjunto de experiencias, significados, convicciones, creencias y expresiones de un grupo, a través de las cuales sus participantes responden a sus dialécticas de autotrascendencia y relación con la divinidad. Por eso la religión va a variar según la experiencia histórico-cultural de un determinado colectivo humano. Esto explica la variedad de religiones que existen y la florida variedad de expresiones espirituales que se dan dentro de cada religión. 

Eventos traumáticos, como desastres naturales, guerras mundiales, invasiones colonialistas, exterminio de poblaciones indígenas, etc. van a trastocar la espiritualidad del colectivo humano que experimente alguno de estos traumas.

En el caso de Puerto Rico, que es lo que nos apremia, los puertorriqueños hemos sido objeto del colonialismo por más de 500 años. Querámoslo o no, esa experiencia colonial nos ha trastocado lo más preciado de cualquier entidad social, esto es nuestra identidad y autoestima.

A esto le he llamado “El camino de la espiritualidad colonial”. Esto es un peregrinaje que tiene como objetivo que el colonizado cierre sus ojos hacia sí mismo y desde sus adentros mire al colonizador como su propia realización de humanidad y termine a los pies de la metrópolis colonizadora. El objetivo de este peregrinaje es que el colonizado adquiera y haga suyos los valores y cultura del colonizador. En ese peregrinaje la cultura, la historia, la idiosincrasia y costumbres del colonizado se van difuminando.  En este proceso el colonizado aprende a soñar los sueños del colonizador, a adoptar el mensaje opresor del colonizador, a abrazar la “fe” del colonizador. El colonizado aprende a interpretarse como lo interpreta el colonizador. En concreto, la meta final de este camino es el exterminio de la identidad histórico-cultural del colonizado. Por supuesto, esto es una espiritualidad tóxicamente denigrante y no es lo que el Creador configuró para los puertorriqueños ni para ninguna otra nación.

El texto bíblico nos dejó una historia que se asemeja a la realidad puertorriqueña actual. Esa es la historia del éxodo de los hebreos de Egipto. El segundo libro de la Biblia, el Éxodo, narra con impresionante detalle la historia de la liberación de los hebreos de la opresión egipcia. Es interesante notar que en la narrativa del cristianismo puertorriqueño esa historia pase silentemente desapercibida. Y es que la “fe”, que nos interpretaron los colonizadores, está muy lejos de la fe que los profetas proclamaron y que Jesús afirmó hasta la muerte.

El camino de la espiritualidad colonial es una afrenta al camino de liberación que nos narra el texto bíblico. El coloniaje, en nuestro caso el estadounidense, nos engañó para que comiéramos del árbol de la prosperidad y el afán. Así, nuestro edén borincano se convirtió en una colonia en debacle total. Cualquier cristiano honesto y conocedor del texto bíblico no puede obviar que el colonialismo desvirtúa la imagen del Creador en cada ser humano y cualquier intento de desdibujar esa imagen es un crimen que Dios no pasará por alto.

Desde acá, en la diáspora boricua, nos unimos a los millares de boricuas que en la Isla aún afirman lo que son, hombres y mujeres que abrazan el derecho inalienable y natural a la libertad, la justicia y la paz. Puerto Rico tiene que ser descolonizado; el Dios de la historia y de la justicia está con nosotros.

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