Francisco Rodríguez observa por una ventana hacia el exterior en su establecimiento Casa de Piñatas, el 7 de septiembre de 2023, en Albuquerque, Nuevo México. (AP Foto/Susan Montoya Bryan)

El Servicio Postal de Estados Unidos lanzó su más reciente edición especial de estampillas, con la que rinde homenaje a una tradición de raíces globales que ha evolucionado con los siglos hasta convertirse en un símbolo universal de celebración.

La emisión de cuatro nuevos sellos con imágenes de coloridas piñatas coincide con el mes del reconocimiento de la herencia hispana en Estados Unidos y el inicio de un festival anual de Nuevo México, en el que esas piezas hechas a mano y predilectas de las fiestas son rotas cada hora y los niños pueden aprender a elaborar sus propias creaciones.

Las piñatas son sinónimo de fiesta, aunque su historia se ha desarrollado en etapas y se remonta a las rutas comerciales del siglo XVI entre América Latina y Asia, así como a los intentos de los misioneros españoles para convertir a las comunidades indígenas al cristianismo. Fue mediante bailes, música y las artes —incluida la elaboración de piñatas— como las historias bíblicas fueron diseminadas por todo el Nuevo Mundo.

Las piñatas se convirtieron en parte crucial de la celebración de las posadas, las festividades que se efectúan cada diciembre en México y otros países de América Latina para celebrar el nacimiento de Cristo. Los orígenes religiosos son evidentes en los diseños clásicos de las piñatas de la estrella de siete puntas y el burro, dijo Cesáreo Moreno, curador en jefe del Museo Nacional de Arte Mexicano en Chicago.

“Esos primeros misioneros realmente eran creativos en las formas en las que querían enseñar las historias bíblicas a los pueblos indígenas”, dijo Moreno. “Escenas de la Natividad, piñatas, posadas, todas esas cosas realmente funcionaron bien. Funcionaron tan bien que se convirtieron en parte de la cultura popular de México”.

Y todavía forman parte de la comunidad mexicana y las comunidades hispanas en general, sea en Chicago, San Antonio o Los Ángeles, agregó.

“La cultura no tiene fronteras. Dondequiera que se forme una comunidad, los integrantes tienen su cultura. La llevan consigo y pasa lo mismo con las piñatas”, declaró.

Piñatas importadas de México lucen en partes del Olympic Boulevard de Los Ángeles. En Nevada, Arizona y Nuevo México, muchas personas han convertido sus mesas de cocina y cocheras en fábricas improvisadas de piñatas, donde producen modelos con diseños solicitados específicamente por los clientes para fiestas de cumpleaños y eventos especiales.

Dentro del establecimiento Casa de Piñatas, en Albuquerque, figuras de gran tamaño a semejanza de diversos personajes cuelgan del techo y atestan las paredes. Durante más de la mitad de su vida, el propietario Francisco Rodríguez le ha dado forma a superhéroes, dinosaurios, criaturas marinas y otros animales con tiras de periódico viejo y engrudo.

Algunos clientes vienen de El Paso, Texas, y otros desde lugares tan distantes como Michigan.

Rodríguez veía a través de la ventana, observando el tránsito mientras esperaba a que sus obras se sequen. Con residuos todavía en su mandil y los ventiladores encendidos, meditó sobre el futuro de la elaboración de piñatas, esperanzado en que la próxima generación se interese en el oficio.

Dijo que muchos fabricantes viejos de piñatas se han retirado o cerrado sus talleres, y expresó su preocupación de que los materiales necesarios —como los periódicos— se vuelvan cada vez más difíciles de conseguir a medida que más y más cosas pasan al mundo digital.

Es probable que las piñatas sigan evolucionando como lo han hecho al paso de los siglos. Ya no se fabrican con ollas de barro, las cuales emitían un fuerte tronido cuando las rompían. Han desaparecido los fragmentos de olla desperdigados en el piso mientras los niños recogían a toda prisa mandarinas, trozos de caña de azúcar y dulces con las que se las rellena.

Las estampillas postales fueron inspiradas en los recuerdos infantiles del diseñador gráfico Víctor Meléndez, quien creció en la Ciudad de México y recuerda haber pasado días con primos y otros parientes fabricando piñatas para festejar las posadas. Su madre también solía hacer piñatas para cumpleaños.

“Esos son recuerdos muy queridos de diversión y felicidad”, dijo Meléndez a The Associated Press durante un receso mientras pintaba un mural en Seattle. “Y quería mostrar un poquito de eso y rendir homenaje a algunas de esas tradiciones”.

El arte de Meléndez también está influenciado por los colores de las casas en México: rosas brillantes y azules, amarillos y anaranjados muy intensos.

Se trata del tercer año consecutivo que el Servicio Postal de Estados Unidos emite una colección de estampillas dedicada a la cultura hispana. Colecciones previas dieron realce a los mariachis y al Día de Muertos.

Sin duda, haber diseñado las estampillas postales fue un proyecto de ensueño para Meléndez, quien es conocido por sus murales e ilustraciones para la cadena Starbucks. Desde hace mucho tiempo ha sido un aficionado a los sellos postales, y ha coleccionado lo que dice son toneladas de pequeños pedazos de papel sólo porque le gusta el arte.

Meléndez está esperanzado en que los nuevos sellos susciten conversaciones y alienten a la gente a aprender sobre otras culturas. Podrían descubrir que tienen mucho en común, dijo.

«Al final, creo que debe haber una conexión y alguna especie de comprensión mutua”, declaró. “A la larga eso lleva a mejores relaciones y a que más personas sean felices sin pelearse”.

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