Una investidura explosiva, el día más bajo de la democracia estadounidense

Jairo Mejía

La investidura de Joe Biden esta semana es una de las pruebas de fuego más decisivas para la democracia estadounidense, con la tensión en cotas máximas ante una ceremonia cerrada al público y abarrotada de militares en lugar de las multitudes festivas de otros tiempos.

La ceremonia en la escalinata oeste del Capitolio, escenario hace menos de dos semanas del mortal asalto de los seguidores de Donald Trump, concentrará en pocos metros al nuevo presidente, senadores, donantes, empresarios y otros miembros del selecto grupo de los mandos de la nación más poderosa del mundo.

La inteligencia estadounidense no quiere repetir los errores del 6 de enero, después de que la Fiscalía haya recopilado pruebas de que algunos de los participantes del asalto buscaban «capturar y asesinar», al tiempo que se conocen detalles de como hasta propusieron ejecutar a un policía con su propia arma reglamentaria.

El FBI consideró en una circular enviada la semana pasada que el asalto al Capitolio ha envalentonado a grupos de «extremistas violentos dométicos» que consideran son la mayor amenaza «terrorista» para el país durante 2021 y se están tomando muy en serio el peligro en los días previos y durante la investidura del día 20.

EL ENEMIGO EN CASA

«La posibilidad de que se estén planeando actos de violencia en canales privados no se puede descontar. Hay llamadas aisladas a la violencia en foros no moderados como 8kun, y el FBI parece que se está tomando las amenazas muy en serio», indicó en entrevista con Efe Daniel Jones, presidente de la organización independiente Advance Democracy.

Según opinó Michael Allen, director gerente de Beacon Global Strategies y exasesor del expresidente George W. Bush, en entrevista con Fox News, las autoridades «están preparándose en exceso para mandar un mensaje de disuasión, de ‘no os acerquéis'».

La alerta roja cerrará el monumental National Mall, el Capitolio y algunos de los accesos a la ciudad de Washington durante la investidura, con lo que esta ceremonia, que normalmente es un evento de masas y de carácter festivo (aunque hace cuatro años hubo disturbios durante la toma de posesión de Trump), se desarrollará en un ambiente enrarecido y militarizado.

Unos 25.000 soldados de la Guardia Nacional armados con fusiles, más del doble de las tropas desplegadas en Afganistán, Irak y Siria, patrullan Washington ante la posibilidad real de nuevos altercados e intentos de sabotear la investidura de Biden.

La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, ha pedido a sus conciudadanos que se queden en sus casas el miércoles y las autoridades federales, responsables de la zona monumental entre el Capitolio y la Casa Blanca, a donde Biden debería de llegar a pie, han advertido que cualquier intento de ingresar en zonas restringidas será respondido con la fuerza.

PROVOCAR UNA GUERRA CIVIL

Durante sus cuatro años de presidencia, Trump ha dado coartada con mentiras como el robo de las elecciones por parte de los demócratas, a grupos extremistas y dos décadas después del 11S ya no son las montañas de Tora Bora o la lucha contra extremistas islámicos donde se necesitan tropas, si no en la mismísima explanada del National Mall para hacer frente al terrorismo interno.

Los foros de extrema derecha de grupos como los Proud Boys o los Oath Keepers, arrinconados en las pocas redes sociales que les quedan, no dudan en calentar el ambiente previo a la investidura del miércoles. La semana pasada, aprovechando que miles de nuevos seguidores se han sumado a su canal semioficial en Telegram hicieron una encuesta: ¿queréis una guerra total? El 75%, equivalente a varios miles de usuarios, contestó afirmativamente.

En medio de este ambiente de tensiones, la inteligencia estadounidense ha detectado esfuerzos por parte de actores rusos, chinos e iraníes para echar leña al fuego de la retórica violenta entre los grupos más radicales, que hasta el momento se han identificado con Trump, pero ocupan un espectro mucho más siniestro que llega hasta grupos neonazis.

«Vemos un gran volumen de conversaciones online preocupantes sobre varios eventos alrededor de la investidura (…) Estamos vigilando las protestas armadas (…) y la posibilidad de que individuos armados se acerquen a funcionarios y edificios gubernamentales», señaló este jueves el director del FBI, Christopher Wray, en una reunión con el vicepresidente saliente, Mike Pence, y otros responsables de seguridad nacional.

Varias convocatorias distribuidas en internet animan a simpatizantes de extrema derecha a concentrarse armados no solo en Washington, sino también frente a los capitolios de todos los estados del país, así como frente otro tipo de sedes administrativas, lo que mantiene a las autoridades alarmadas.

«Pese a que mucho del contenido que promueve la violencia ha sido eliminado de las grandes plataformas sociales, la rabia persiste -señala Jones-. Siguen proliferando canales que acogen a los extremistas. Este va a ser un problema a largo plazo en Estados Unidos».

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