Las escuelas están recibiendo ayuda online para lidiar contra la violencia. (Foto-Kensington Voice)

Cuando los estudiantes iban a clase en persona, la escuela privada St. Malachy en el norte de Filadelfia, estaba equipada con un sólido programa de apoyo emocional para ayudar a los niños a lidiar con el trauma.

El edificio 11 y Thompson ofrecía a sus 275 estudiantes acceso a un espacio llamado la Sala de la Paz. Estaba lleno de sillones puf, libros, música, bocadillos, incluso una elíptica, en caso de que necesitaran liberar energía. Había un asistente y un consejero disponibles a tiempo completo.

Cuando se suspendió el aprendizaje en persona en marzo, la Sala de la Paz se quedó a oscuras. El personal de Malachy ya no podía conversar casualmente con los estudiantes a diario. Mientras tanto, la pandemia añadió estrés a la vida de todos y la violencia en el vecindario continuó arreciando.

Así que Malachy trasladó todo el programa a Internet. Los profesores utilizan Google Classroom y Zoom para monitorear la salud mental de sus estudiantes.

“Hubo algunos contratiempos virtuales”, le dijo a Billy Penn Kevin Hartley, director de la Sala de la Paz de Malachy. “Todo estaba sucediendo muy rápido, pero finalmente, encontramos un método sólido”.

Con el aumento de los tiroteos a un ritmo sin precedentes, el Distrito Escolar de Filadelfia, el cual tiene problemas de liquidez, está intentando un enfoque similar, utilizando fondos de Medicaid que originalmente estaban destinados a complementar los programas escolares en vivo.

“La violencia definitivamente ha aumentado en los últimos meses”, dijo Jayme Banks, directora de prácticas escolares informadas sobre traumas del Distrito Escolar de Filadelfia. “Incluso antes de esto, sabíamos que nuestros hijos experimentan muchas cosas y queríamos apoyar a nuestros hijos”.

Kiara James inscribió a sus dos hijas en Malachy hace tres años. Viven a dos cuadras de distancia, pero el año pasado los tiroteos eran tan frecuentes que optó por conducir a sus niñas a la escuela en lugar de caminar. Se sentía más seguro, dijo.

“Mi hija de 10 años es la que más lo nota”, dijo James. “No juega mucho afuera porque ha oído los disparos muchas veces. Tiene miedo de que si sale le disparen”.

La mayoría de los estudiantes de Malachy viven en los vecindarios del norte de Filadelfia que rodean la escuela. Más de la mitad vive a una milla del corredor de la calle 11, donde 35 personas han recibido disparos desde enero, un aumento del 400 % del número promedio de víctimas anuales desde 2015.

El año pasado, el decano de estudiantes, William Eichler, dijo que pudo notar que la programación estaba funcionando. Unos 20 estudiantes visitaban la sala cada día, algunos por su cuenta sin una visita programada. Podían hacer ejercicio, leer, escuchar música, comer algo y hablar con un consejero, o relajarse en un sillón puf.

Las encuestas a los estudiantes mostraron que más del 80 % de los estudiantes opinaban: “Me gusta la forma en que el personal me trata cuando necesito ayuda”.

“Tenemos datos que muestran que los estudiantes que vienen aquí, cuando regresan a la clase, están mucho mejor”, dijo Hartley. “Es importante”.

Ahora, Hartley envía ejercicios de salud mental diarios a través de Google Classroom, destinados a ayudar a los niños a procesar sus emociones. Como las lecciones del Fleisher Art Memorial sobre Cómo dibujar sus sentimientoslibros leídos en voz alta en YouTube.

También visita clases virtuales para monitorear el comportamiento de los estudiantes en busca de signos de trauma. Si él o el maestro notan algo, establecerán una sala de reuniones con un alumno para charlar uno a uno.

Va tan bien como se puede esperar, aunque Hartley admite que menos estudiantes participan en los servicios.

“No lo veo como algo negativo”, dijo Hartley. “Lo veo como que tienen más apoyo a su alrededor. Todos están en casa, tienen mamá o papá, o hermanos y hermanas con quienes también pueden hablar”.

Una madre de la escuela, James, dijo que ve al personal de apoyo emocional de Malachy trabajando y lo aprecia y agregó que cree que incluso podría ser más fácil para su hija mayor, Sinai, discutir sus sentimientos de manera virtual que en persona.

La escuela virtual también significa que no hay viajes diarios a través de un área afectada por la violencia. “Definitivamente me he sentido más seguro en casa”, dijo James. “No tengo que preocuparme por los tiroteos”.

El distrito escolar público de Filadelfia, mucho más grande, pero con dificultades financieras, está tratando de implementar una estrategia similar a St. Malachy. Los consejeros están organizando horas de oficina virtuales a través de Zoom, ofreciendo a los padres y estudiantes la oportunidad de solicitar ayuda.

También hay nuevas iniciativas, como el programa Healing Together, donde los profesores pueden solicitar apoyo a nivel de distrito después de incidentes traumáticos como tiroteos o incendios.

Y hay un programa virtual de servicios de salud conductual nuevo, que utiliza fondos de Medicaid para conectar a las escuelas con servicios de asesoramiento de contratistas externos.

“Estamos alentando a los niños a establecer relaciones con estos proveedores, para incorporarlos a la cultura y el entorno de la escuela”, dijo Banks. “Aunque eso va a tomar tiempo”.

Nota de la editora: Este artículo se publicó originalmente en inglés el 15 de septiembre y fue escrito por Michaela Winberg para Billy Penn. Fue traducido por Solmaira Valerio, editado por Gabriela Rivera para Kensington Voice y por la redacción de Impacto para su versión impresa.

Kensington Voice es una de las más de 20 organizaciones de noticias que producen Broke in Philly, un proyecto colaborativo de reportaje sobre movilidad económica. Lea más en brokeinphilly.org o sígalo en Twitter en @BrokeInPhilly.

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