(Foto: Ilustrativa/Pexels)

Muchas veces se juzga el libro por la portada. La portada fea con colores e imágenes que no te agradan, una letra muy oscura, un tema que no te llama la atención, un autor desconocido y resumiendo un sin número de cosas con las cuales no estás a gusto.

Desde mi infancia, me gustaba leer paquines, libros de las historias de fantasías, las novelas de Corín Tellado (en especial mi abuelita me las leía) me gustaba ver películas y todo con el objetivo de entretenerme en algo y llenar el vacío que había muy dentro de mí.

La realidad era que nada de eso llenaba ni saciaba esa inexplicable necesidad. La lectura se convirtió en el ungüento de mi dolor. Me refugiaba en ella y queriendo llenar el vacío me educaba en diferentes temas cada día más. Descubrí que a través de la lectura podía salir de mi realidad y perderme en los bosques de los castillos de las princesas, viajar por todo el mundo, conocer diferentes formas de pensamiento y diferentes culturas. Al culminar mis tiempos de lectura, regresaba ese sentimiento de vacío, una urgencia de que había algo que llenar y yo en mis palabras no lo podía explicar.

Un día encontré un libro con una portada negra y letras color oro. Comencé a leer ese libro y cuanto más lo leía, más me intrigaba y más me enamoraba.

Este libro era maravilloso, no tenía imágenes, solo palabras, pero las mismas eran vivas y reales para mí. No podía negar que cada verso y capítulo se reflejaban en mi vida.

En este libro yo encontré la fuente de mi existencia, encontré lo que mi alma necesitaba para saciar el vacío que hasta entonces había cargado. En este libro el personaje principal carga un sin número de nombres, Elohim, El Shaddai, Jahweh, El Gran Yo soy, Emmanuel, El Salvador entre tantos más y lo grandioso de esto no son sus nombres sino que Él está siempre presente aunque yo no lo vea, que cuando me siento sola Él me anima y me acompaña, que cuando estoy enferma Él me da salud, que cuando todos se alejan Él permanece, que cuando tengo problemas Él me guía, es un libro maravilloso, me restaura, me transforma y más allá tiene una autoridad sobrenatural.

Con este libro aprendí a no juzgar por las apariencias y a considerar el valor del contenido. La importancia de un libro o un ser humano en general no la determina su exterior o si es agradable a tu vista, a tus gustos, o preferencias. El valor y la importancia está en su contenido en su interior. La esencia de cada cual se manifiesta en sus acciones, decisiones, pensamientos, y palabras. Mateo 7:1 nos dice “No juzguéis para que no seáis juzgados”.

Este libro, mi secreto, es “La Santa Palabra de Dios” (la Biblia). Ese fue el libro de portada negra con letras de oro que un día yo encontré. Te invito a leerla todos los días y sentirás un alivio en tu alma, liberación y experimentarás la transformación que solo viene a través de la fe en Cristo Jesús.

Salmo 119:103 = Tu palabra es dulce a mi paladar, más que la miel en mi boca.

Anita Medina Pastora, es directora ejecutiva y presidenta de Generación de Guerreros anitamedina71@yahoo.com

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