Un perito forense revisa la casa del fotoperiodista Margarito Martínez, en Camino Verde, Tijuana, estado de Baja California (México). EFE/ Joebeth Terriquez

Durante décadas, las autoridades mexicanas han aprobado leyes que afectan las publicaciones de periodistas o que han ayudado a crear un clima adverso para nuestros proyectos de investigación. Como resultado, los periodistas somos a menudo minimizados, amenazados, intimidados y asesinados.

Por tercer año consecutivo, Reporteros Sin Fronteras, indicó que esta nación es la más peligrosa en el mundo para los profesionales de los medios de comunicación, con al menos siete periodistas asesinados durante el año anterior. Aún no termina el primer mes del 2022 y ya han asesinado a tres, es decir, un periodista muerto por semana. En los pasados cinco años, al menos 47 periodistas han sido asesinados, 25 solo desde que asumió la presidencia Andrés Manuel López Obrador, en diciembre de 2018.

La prensa enfrenta la hostilidad de los políticos y de los grupos criminales hacia los periodistas. Quienes están en el poder se han aprovechado de la desconfianza en los medios para socavar activamente la importancia del periodismo en una democracia.

Y por si todo esto fuera poco, la pandemia ha sido una oportunidad para que autoridades mexicanas y grupos delictivos aumenten su hostilidad hacia la prensa, agravando aún más la precaria situación que vive el periodismo y la polarización social.

Estos son terrenos fértiles para muchos de los peores sentimientos públicos como el odio, el miedo, el resentimiento social y el rechazo a algún grupo o país en específico. Este es un momento peligroso para México en el que es sumamente importante el periodismo y una mayor participación colectiva.

¿Qué estamos dispuestos a sacrificar por la verdad?

¿Creen que somos periodistas por la paga, los horarios de tiempo completo o el peligro de que nos maten?

Somos periodistas porque existe un interés público y el bien común. Las personas anhelan comprender el mundo en el que se encuentran y crear uno mejor. Pero en estos tiempos desconcertantes, defender la verdad se ha convertido en una necesidad social urgente y debe obligar incluso a los no periodistas a rechazar fuertemente la violencia contra la prensa.

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