Ilustraciones cortesía de Convención Latina de Pensilvania.

“One Million Strong” fue la consigna de la cuarta Convención Latina de Pensilvania que se celebró la semana pasada en la ciudad de Reading, donde el boricua Eddie Morán es el alcalde incumbente. Allí se dieron cita cantidad de latinoamericanos, en su mayoría puertorriqueños, para celebrar la importante aportación latina en este estado. Ahora somos 1.049.615 latinos residentes en Pensilvania, según el censo del 2020. Esto es de celebrar porque nos da relevancia en todo el estado, sobre todo en ciudades como Reading, Allentown, Bethlehem, Lancaster y Filadelfia; aunque en otras ciudades como Lebanon, Scranton, y Erie también hay una presencia latina importante.

Según el Centro de Investigación Pew, más de medio millón de latinos son votantes potenciales en el estado, lo que representa un 7,5 por ciento del electorado hábil de Pensilvania. De ese más de medio millón, 493.255 son puertorriqueños, por lo cual la comunidad puertorriqueña constituye el bloque electoral latino más grande del estado, seguido por los mexicanos y los quisqueyanos. Con estos números tenemos la capacidad de decidir elecciones en el estado y en las ciudades de concentración latina. Hay que aplaudir la labor de nuestro hermano y compañero Norman Bristol Colón y su equipo de trabajo, que supieron presentar con altura y entusiasmo el poder y posibilidades que tenemos los latinos en Pensilvania. Allí se presentaron variedad de talleres sobre finanzas, redistribución distrital, el problema colonial de Puerto Rico, vivienda, entre otros.

Ilustraciones cortesía de Convención Latina de Pensilvania.  

Es cierto, somos más de un millón de residentes latinos en Pensilvania, sin embargo, no tenemos la presencia política acorde a nuestra población. Sí, somos muchos, pero aún nuestras comunidades no tienen la representación política necesaria, aún nuestros niños siguen siendo víctimas de un sistema educativo que ignora su historia y cultura, aun nuestra participación electoral está por debajo de su potencial; solo tenemos tres representantes latinos en la legislatura del estado. Es un reto que tenemos por delante, pero el furor de la convención rugió con ganas y fuerzas; un profundo deseo de unir voluntades para educarnos junto a nuestras comunidades, y tallar en la piedra angular del estado de Pensilvania la pasión que ruge en ese 1.049.615 de almas latinas.

También en la convención tuvimos la oportunidad de celebrar la asamblea bianual de la Agenda Nacional Puertorriqueña, capítulo de Pensilvania (NPRA-PA), donde tuve el honor de ser electo presidente por los próximos dos años. Pudimos nombrar una junta estatal donde todas las ciudades de mayor población latina están representadas. En este nuevo periodo de NPRA-PA seguiremos labrando sobre la agenda que nos dejó el saliente presidente y la anterior junta de trabajo.

Ilustraciones cortesía de Convención Latina de Pensilvania.  

En este bienio que nos acecha estaremos desarrollando una agenda basada en la promoción, defensa y afirmación de la puertorriqueñidad. Para algunos hermanos latinoamericanos, me consta, que este énfasis en la puertorriqueñidad les choca. Quiero dejar diáfanamente claro que ese enfoque puertorriqueñista en ninguna manera anula o merma la importancia de Latinoamérica en este diálogo. Los puertorriqueños somos tan latinoamericanos como cualquiera de los 667 millones de hermanos que engloban Latinoamérica. Puerto Rico ha sido sometido a tal violencia colonial que es simplemente un milagro del cielo que este pueblo aun cante al son de la bomba y la plena. Puerto Rico es un inaudito rugir de la historia porque aún los hijos que nacieron en la diáspora afirman su hidalguía taina, su bravura africana, su aventura europea que sorprende a muchos. En eso consiste nuestra latinoamericanidad, en afirmar, promover y defender quienes somos.

Sin embargo, se dan absurdos en nuestra comunidad que por ignorancia y desdén pretenden mermar esa puertorriqueñidad, negando su expresión. Un ejemplo de esto fue la absurda decisión del Concilio y su liderato de cancelar el desfile puertorriqueño. La excusa que se ofreció fue por la preocupación del covid. Sin embargo, esa misma institución celebró su tradicional “Hispanic Fiesta” el sábado 25 de septiembre. Para esa fiesta, que la celebramos y participamos, sí se pudieron tomar las precauciones para evitar la propagación de virus, pero no para el desfile puertorriqueño. Habría que preguntarles cuál es la lógica detrás de esto, o si se le consultó al liderato puertorriqueño sobre el asunto. Señores del Concilio, sepan que el desfile puertorriqueño no es propiedad del Concilio, sino patrimonio de la comunidad puertorriqueña en Filadelfia, y la comunidad debe exigir ese patrimonio. Cancelarlo por la vaga excusa de la pandemia, es una afrenta a esa comunidad. En Allentown y Reading celebraron el desfile puertorriqueño en agosto 1 y septiembre 26, respectivamente. El pueblo boricua desfiló y no se escucharon alarmas por un incremento de contagios, al contrario, fueron eventos muy bien concurridos y se tomaron las precauciones debidas.

Este tipo de absurdos no debe permitirse contra ninguna comunidad latina. Es triste que una agencia que fue fundada y forjada por la comunidad puertorriqueña caiga en este tipo de incongruencias. Hay que exigir que se le entregue el desfile puertorriqueño a su comunidad, que es a quien le pertenece. La excusa del Concilio no es aceptable, raya en la hipocresía y en la bancarrota moral. No se puede representar a quien no se respeta a sí mismo. El insigne prócer puertorriqueño Don Pedro Albizu Campos dijo, “Aquel que no está orgulloso de su origen no valdrá nunca nada porque empieza por despreciarse a sí mismo”.

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