El periodista Alan Austria.

Era imperativo corregir formas de expresión y acciones excluyentes, marginales o insultantes para grupos de personas socialmente desfavorecidas o discriminadas.

Parecía bastante obvio al principio combatir las posturas racistas, sexistas, clasistas, etc., con lo que se esperaba lograr mayor armonía social y comprensión universal. A medida que esto mutaba y tomaba la forma actual, fue cambiando nuestro estilo de vida social.

Ahora algunos analistas señalan que la corrección política amenaza la libertad de expresión de una manera que es casi imposible de desafiar. Después de todo, estamos hablando de temas tensos como la insensibilidad, la intolerancia y la discriminación.

Claro que la corrección política es necesaria, pero los que terminan haciendo daño con ella, son los que la usan ventajosamente para silenciar a los críticos o para imponer directamente límites artificiales a cada ciudadano en su vida cotidiana.

Con amenazas de etiquetas homofóbicas, sexistas, racistas, ignorantes, primitivas o carentes de compasión, se han afectado obras icónicas y referentes culturales en muchas regiones. En España retiraron a Dragon Ball de su programación, en Colombia se cambió el atuendo a Lola Bunny de Space Jam por parecer atractiva y sensual. Hay quejas para Breaking Bad por hacer apología del delito, para Batman por la poca diversidad, para Veep por el abuso de poder político, para Harry Potter por las magias oscuras y para muchas otras por el ‘sexismo’ en la vestimenta de sus personajes.

Favorablemente, la generación de cristal puede llevar la conciencia social a un mejor puerto en la nueva normalidad.

La situación pandémica, los cambios drásticos en la vida diaria, el distanciamiento físico, el trabajo y educación escolar desde casa, el desempleo y la falta de contacto físico con seres queridos y amigos, han provocado a nivel mundial una gran escalada de estrés, depresión y ansiedad.

El COVID-19 ha brindado al mundo lecciones en torno al cuidado individual y social desde hábitos tan simples como la higiene personal, el valor de las relaciones interpersonales y el cuidado de la salud mental; tanto como a temas más urgentes y globales, tales como la necesidad de mejorar los sistemas de salud, combatir el calentamiento global, reducir las brechas de desigualdad social y resolver problemas a través de la cooperación internacional. La generación de cristal puede ser ese factor de cambio, esa nueva conciencia que no calla, que no se conforma y que perfeccione la corrección política actual. Que prefiere mil veces ser de cristal que de piedra.

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