La excongresista Gabby Giffords, con los representantes demócratas Mike Thompson (d) y Georgia Lucy McBath (i), en una conferencia de prensa sobre la importancia de la acción federal sobre la seguridad de las armas en el National Mall en Washington, DC, EE. UU., 14 de abril de 2021.(Foto: EFE/SHAWN THEW)

Washington D.C- Las víctimas de violencia armada en el país se han convertido esta semana en 40.000 rosas blancas de seda, repartidas frente al Capitolio en una instalación efímera sobre un problema enquistado, ignorado año tras año por la mayoría de los políticos del país, mientras las muertes se acumulan. 

A Gabby Giffords le cuesta desplazarse por el National Mall, la explanada situada frente al Congreso en el centro de Washington. Hace diez años que una bala le atravesó el cerebro durante un acto político en Tucson (Arizona) y le dejó casi paralizada la pierna derecha.

Pero Giffords sabe lo importante que es fotografiarse entre el mar de jarrones con flores que su organización ha repartido a pocos metros del Capitolio, para homenajear a las 40.000 personas que cada año pierden la vida por la violencia armada en Estados Unidos.

Después del tiroteo de Arizona, Giffords tuvo que abandonar su cargo como congresista demócrata para centrarse en recuperar el habla y la capacidad motora.

Una década después, pronunciar cada palabra sigue siendo un desafío, pero la exlegisladora se ha convertido en el icono de la lucha más estéril de la política estadounidense: la que intenta convencer al Congreso de aumentar el control de armas en el país.

«Estamos en una encrucijada. Podemos dejar que sigan los tiroteos o podemos actuar», dijo Giffords el pasado miércoles 14 de abril, durante una rueda de prensa para presentar el llamado Monumento a las Víctimas de la Violencia Armada.

UN MONUMENTO SOBRE EL PRESENTE

Esa instalación contrasta con el resto de los monumentos que adornan el extremo oeste del National Mall, esculturas permanentes de piedra y metal que homenajean a grandes líderes o recuerdan guerras pasadas.

Los 4.000 jarrones repartidos sobre el césped, cada uno con diez rosas de seda, llaman la atención sobre una tragedia activa, presente; como hicieron el año pasado las 250.000 banderas blancas colocadas en otro parque de Washington en memoria de las víctimas del COVID-19 en Estados Unidos.

La organización contra la violencia armada que lidera Giffords se fijó en esa instalación sobre la pandemia y contactó a uno de sus creadores, Doug Landry, para diseñar una intervención similar, que reflejara la abrumadora cantidad de víctimas que dejan anualmente las armas de fuego.

«Los 40.000 se componen, sobre todo, de tiroteos medianos. Son aquellos que dejan tres y cuatro (víctimas), que quizá no llegan a los titulares, pero generan un goteo constante de matanzas», afirmó Landry.

UNA «EPIDEMIA A CÁMARA LENTA»

«Es una epidemia a cámara lenta, y espero que la gente se tome un minuto para pensar en este problema que tenemos y que hasta ahora hemos sido incapaces, como sociedad, de tratar», añadió.

Pese a la brevedad de la exposición, motivada por la dificultad de conseguir permisos duraderos en la zona, decenas de turistas y residentes de Washington se han parado en los últimos días a contemplar la impresionante muestra; como Wanda Fernández, que se acercó este miércoles al National Mall expresamente para verla.

«Es triste ver que en este país hay gente que quiere proteger tanto a sus armas, cuando vemos que hay tanta gente perdiendo las vidas», aseguró Fernández, una puertorriqueña de 33 años que vive en la capital.

Como ella, muchos paraban sus carreras matutinas o se bajaban de la bicicleta para retratar las rosas, flanqueadas por carteles que recordaban la cifra de muertos anuales por la violencia armada en cada estado: 1.541 en Pensilvania, 2.872 en Florida, 3.683 en Texas.

La excongresista Gabby Giffords. (Foto: EFE/SHAWN THEW)

LA VERDADERA AUDIENCIA: EL SENADO

Sin embargo, la audiencia que busca verdaderamente la instalación está en el Senado, donde los republicanos han frenado todos los intentos de reforzar el control de armas después de masacres como la de 2012 en una escuela de Newtown (Connecticut), donde murieron 20 niños; o la de 2017 en Las Vegas (Nevada), que mató a 58 personas.

En 2018, cuando otro ataque armado acabó con 17 vidas en una escuela secundaria en Parkland (Florida), un movimiento estudiantil sacó a las calles a un millón de personas para exigir medidas, pero el Senado, controlado por los republicanos, no los escuchó.

Los dos últimos tiroteos masivos del país -que en marzo dejaron 18 muertos en Georgia y Colorado- han reactivado el debate sobre el tema, y el presidente estadounidense, Joe Biden, ha exigido que el Congreso vuelva a prohibir las armas de asalto y los cargadores de munición de gran capacidad, como hizo entre 1994 y 2004.

La gran mayoría de los conservadores, que ocupan la mitad de los escaños en el Senado, se oponen a limitar lo más mínimo el derecho a portar armas, con el argumento de que lo garantiza la segunda enmienda de la Constitución.

LA NRA «PIERDE PESO»

La Asociación Nacional del Rifle (NRA, en inglés) se ha asegurado durante casi dos décadas de que no hay cambios en la legislación con sus generosas donaciones a las campañas de los republicanos, pero ahora se encuentra en bancarrota, acusada por las autoridades de Nueva York de un uso indebido de fondos.

Aunque los demócratas advierten de que ese grupo de presión es todavía muy poderoso, también confían en que los conservadores en el Senado empiecen a ceder y permitan aprobar, al menos, un refuerzo del sistema de verificación de antecedentes de los compradores de armas, algo que apoya el 90 % de los estadounidenses.

«Los republicanos ven que el movimiento contra la violencia armada es más fuerte cada día, mientras que el ‘lobby’ de las armas pierde peso», recalcó el senador demócrata Chris Murphy.

«Esta instalación nos deja sin aliento, pero la violencia armada les roba el aliento a demasiados», indicó este la presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi.

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