Foto de archivo: Madre e hija sin hogar recorriendo las calles

Buenos Aires, Argentina- Una canción que suena en Argentina y en el mundo se pregunta en una de sus estrofas ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

Desde las historias más descabelladas como la de Romeo y Julieta, hasta la del club de fútbol, pasando por millones de ejemplos, el amor es el protagonista principal y a veces indescifrable de muchísimas situaciones que en algunos casos ni siquiera tienen explicación.

Pero entre tantas y tantas acepciones del amor, hay una que es incondicional y que toca a millones de personas especiales que cierto día de sus vidas y abatidos por las  necesidades decidieron irse de su bendito país para probar suerte a cientos o miles de kilómetros y encontrar en estos destinos un lugar donde tal vez la felicidad les esté reservando un lugar.

Y puede que en esas tierras ajenas encuentren sus objetivos, pero lo que nunca desaparecerá en ellos es el amor hacia su tierra.

Seguramente encontrarán trabajo y un lugar que les permita a sus hijos estudiar sin arrancarles los ojos e incluso un lugar donde poder atenderse en caso de que alguna enfermedad o capricho de la ciencia lo requiera.

También conocerán por fin el mar o las montañas y los edificios emblemáticos de miles de pisos. Almorzarán y cenarán diariamente,  podrán practicar su deporte favorito y hasta ahorrar algún dinero y hacer planes para viajar más allá de las fronteras y nadie tiene dudas que  ese lugar, indefectiblemente, será el lugar que los vio nacer.

Porque a pesar de los tristes pasados, el amor es más fuerte que cualquier otro sentimiento y eso hace que los lugares de la infancia queden impregnados.

 ¿Acaso podrá alguna vez un inmigrante olvidarse del olor de su pueblo?

 ¿Podrá quizá aguantar las lágrimas cuando por el televisor muestran imágenes de lo que padecen lo que él dejó atrás quién sabe hace cuánto tiempo? ¿No se emocionará cuando por la radio latina escuche una canción cantada por un compatriota y que él cantaba cuando chico?

No caben dudas acerca de que si decidiéramos hacer una convocatoria en cualquiera de las plazas públicas de cada uno de los nuevos destinos emigrantes y preguntáramos a la multitud quién está enamorado de su país de origen, todos o la gran mayoría levantaría sus brazos y gritaría al unísono envuelto en banderas y en orgullo.

Reconozcamos, el país donde uno nació y se crio, que se llevará por siempre en el corazón, en el mejor de los recuerdos y será amado por siempre, aunque dictadores, corruptos, déspotas, tiranos, acaparadores del poder y otras yerbas hagan todo lo posible por destruirlos.

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