(Foto: Ilustrativa/Planetalogo)

Durante el presente año escolar en Filadelfia, han fallecido más de 20 estudiantes y han sido impactados por una bala, más de 100.

El Distrito Escolar de Filadelfia ha dado a conocer el nuevo plan estratégico para el próximo quinquenio educativo, al que ha denominado “Acelerar Filadelfia”. Según el Superintendente, Tony Watlington, el plan busca implementar cambios estratégicos profundos que le permitan a Filadelfia, la ciudad con uno de los distritos educativos más grandes del país, ofrecer una educación de primera calidad, “que prepare a estudiantes independientes y capaces de conseguir cualquier meta que se propongan en la vida”.

El plan es ambicioso y presenta aspectos que, si se llegan a realizar, seguramente dejarían consecuencias muy positivas para nuestra niñez y juventud.

Entre las iniciativas hay varias ideas para fortalecer la seguridad en las escuelas y en sus áreas cercanas; la propuesta de ofrecer desayunos escolares en las áreas más pobres, el propósito de establecer mecanismos más eficaces para tener comunicación directa y permanente con los padres. También incluye un programa para reclutar más profesores y directores latinos y negros, ya que la mayoría de los estudiantes pertenecen a estos grupos, pero los profesores que se parecen a ellos son una minoría.

Aunque la estrategia suena bien, es de prever que otros aspectos tendrán un difícil camino de implementación, o por lo menos, resultados difíciles de predecir; pues abarcan aspectos que se escapan del control de las autoridades escolares, y que requerirían una coordinación muy armoniosa y sincronizada con los otros departamentos de la autoridad municipal.

Quizás la más visible sea el tema de la seguridad, que está ligado al problema de los expendedores de drogas y substancias prohibidas en los alrededores de las escuelas y en otras zonas de los barrios; especialmente los de población más vulnerable.

Los menores en zonas como Kensington caminan esquivando jeringuillas, mientras en otras partes del norte de la ciudad, lo hacen sorteando balas.

La sensación de inseguridad prevalecerá mientras los carteles de los opioides y las anfetaminas sigan controlando tantas calles. Será muy difícil tener a los estudiantes seguros y prevenir que no caigan en las redes del consumo y la adicción, si no hay programas tempestivos, coordinados y con recursos económicos y humanos suficientes.

Por el lado de los profesores, se sabe que en toda la nación se vive una crisis que dificulta reclutar nuevos educadores y que hace cada vez más difícil retener el talento ya existente; en parte porque muchos educadores sucumben psicológicamente ante el agresivo ambiente que se vive en muchas aulas escolares, y en parte porque los incentivos salariales no siempre cumplen con las necesidades y expectativas de los maestros.

Una idea que seguramente sería muy positiva si se lleva a cabo, es la de repotenciar las escuelas de padres. Todos sabemos que, sobre todo en las áreas pobres, muchos alumnos son hijos de jóvenes madres, carecen de un padre, y a menudo son criados por la abuela o por un familiar; condiciones que suelen dejar heridas psicológicas y afectivo-emocionales muy profundas en los jóvenes, lo cual explica con frecuencia su mal comportamiento. Desde esta perspectiva, enseñarle a esas madres y padres inmaduros, sobre cómo educar un hijo en las actuales condiciones, quizás podría marcar un importante cambio.

Es importante que también la comunidad entienda la responsabilidad que tiene, en su conjunto, en la educación de los jóvenes, de los futuros ciudadanos.

Las muchas inercias en la forma de vivir, condicionada por una cultura superficial que valida el egoísmo, disfrazado de autoestima, están rompiendo y separando nuestra sociedad en franjas y grupos que se miran unos a otros con sospecha, empezando por los líderes políticos electos, tienen que encontrar una resistencia en aquellas familias y comunidades que dan la lucha por mantenerse unidas, por enfrentar juntos los desafíos, por ofrecer espacios de diálogo, integración, solidaridad y atención a sus miembros más vulnerables.

Solo un comportamiento cívico responsable, apegado a la ley y al derecho, y que se siga interrogando sobre aquello de “qué puedo yo darle a mi país”, puede ayudar a subsanar la crisis que nos afecta, y podría darles a muchos jóvenes una clave de lectura sobre qué futuro se quiere labrar, y en qué clase de sociedad quisiera vivir.

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