Nosotros somos los hijos del Sol,
las hijas de la Luna,
les hijes del eclipse.

Venimos de allá de dónde vienen los dioses,
que por antiguos no conoces.

Nosotros somos los de la piel de bronce.

Mi patria es el sol,
espuma
de Venus,
Mi madre, La Plata,
de su cabeza emana,
la culpa de La Colonia,
y en sus calles soy
mi propia ciudad olvidada.

Una taza de chocolate hirviente,
con queso, para las onces bogotanas,
Un mate, ché,
desde Bella Unión hasta Laguna de Carbón.

Somos lo que queda,
de lo que hemos venido arrastrando.
Somos trabajo, fuerza,
un gallo que llora de madrugada.

Apenas llegamos y lo hemos perdido todo,
nos ganamos la vida y miedo,
vivimos de tu cansancio.

Pero en nuestras voces canta,
la voz de nuestros pueblos no olvidados,
la voz de nuestros muertos no enterrados,
la voz de nuestra tierra tan amada.

En una lengua tan antigua como piedras
tan seca de Dios,
tan transformada
el viento del sur nos ha elevado,
y ahora desde aquí brillamos

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