La doctora Rosalba Esquivel Cote en el aula de laboratorio de la Facultad de Ciencias, UNAM. (Foto cortesía: Rosalba Esquivel Cote/Archivo)

La vida es un viaje de muchos retos; sobrepasarlos con éxito, depende del coraje para enfrentarlos. Esas experiencias acumuladas, a través de los años, nos permite vislumbrar por medio de un caleidoscopio de vida nuevos horizontes. Así, nuestra zona de confort se ve desafiada a extenderse y crecer. La historia de la doctora mexicana en biología ambiental, Rosalba Esquivel Cote, motiva a reflexionar sobre nuestras metas en la vida. Como dice el dicho popular: ¡los sueños sí se cumplen con trabajo, esfuerzo y dedicación! Para la investigadora, docente universitaria, maestra, y escritora de Impacto, su más anhelado objetivo profesional era convertirse en “una científica que ayudará a eliminar la contaminación del planeta”.

Sus queridos padres Jorge Esquivel y Catalina Cote. (Foto: Cortesía/Rosalba Esquivel Cote/Archivo)

LA NIÑA CIENTÍFICA

Rosalba creció en el  área conturbada a la Ciudad de México, es la hija mayor de Jorge y Catalina, tiene dos hermanos, Marisol y Aníbal. La pequeña investigadora recuerda que a los seis años su regalo de los Reyes Magos fue un juego de té y una alacena en la cual montó un laboratorio en un rincón del patio de su casa. “Desde muy pequeña supe que quería hacer cosas que tuvieran que ver con la ciencia”, dijo.

Sus padres siempre la apoyaron en los estudios, y desde la edad preescolar ya tenía buenas calificaciones: “la escuela siempre me gustó”, recuerda Rosalba, quien desde muy joven empezó a ayudar a su madre a confeccionar vestidos de muñecas y a los quince años, junto con su hermana Marisol, empezó a trabajar en una dulcería. “Mi niñez fue un poco complicada por la situación económica de mi familia; sin embargo, mis padres trabajaron y trataron de darnos lo indispensable”, agregó.

Rosalba con su esposo e hijo al llegar al aeropuerto de Filadelfia. (Foto: Cortesía/Rosalba Esquivel Cote/Archivo)
 

EL ENCUENTRO CON LOS MICROORGANISMOS

Buscando alcanzar su sueño profesional decidió estudiar biología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), trabajando simultáneamente en un negocio de almuerzos junto con algunos compañeros de la universidad para ayudarse económicamente.

Recuerda que en una de las aulas su maestro Rubén Zulbarán les dijo a los estudiantes que “este mundo no existiría sin la presencia de los microorganismos; ellos son los verdaderos amos del mundo”.

Este comentario la hizo decidir estudiar microbiología del suelo y del ambiente. Sus estudios académicos fueron apoyados por su mentora, Rosa María Ramírez Gama, de quién aprendió mucho en esta etapa académica, hasta que siguió el doctorado en el Instituto de Ecología de la UNAM y, después el posdoctorado –con una beca que le otorgó el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT)– que le permitió participar en un proyecto cuyo objetivo era “aislar microorganismos degradadores de petróleo de la zona sureste de México con propósitos para la biorremediación de suelos contaminados”.

La doctora Rosalba trabajó en el Laboratorio de Microbiología Experimental de la Facultad de Química de la UNAM, en dónde estaban estudiando la función de microorganismos promotores del crecimiento vegetal para usarlos como biofertilizantes, reduciendo, así, el uso de fertilizantes sintéticos. “Trabajamos con productores en el área de Xochimilco en la ciudad de México, con excelentes resultados, ya que con el uso de fertilizantes y composta logramos reducir hasta el 75 por ciento de la fertilización nitrogenada en cultivos de jitomate”, dijo.

Con la última generación de la clase de microbiología en la Facultad de Ciencias, UNAM. (Foto: Cortesía/Rosalba Esquivel Cote/Archivo)

NUEVOS HORIZONTES

En el 2011 por motivos laborales de su esposo, quién es químico, la pareja y su niño de seis años se fueron a vivir a Argentina durante cuatro meses. Ahí Rosalba consiguió una estancia en el Laboratorio de Microbiología Agrícola en la Universidad de Buenos Aires. De esa experiencia recuerda que integrarse a la cultura argentina fue sencillo; pero, no a su gastronomía. Rosalba extrañaba los ingredientes mexicanos como: tomate verde, chiles y tortillas que eran escasos por ese lado del mundo.

Después de que su esposo terminó su proyecto farmacéutico regresaron a México y Rosalba retornó como docente a la Facultad de Química y la Facultad de Ciencias de la UNAM.

El grupo de las Artivistas de CCATE. (Foto: Rosalba Esquivel Cote/Archivo)

ESTADOS UNIDOS, SU NUEVO HOGAR

La bióloga, con 20 años de servicio profesional, dejo su trabajo, colegas, amigos y sobre todo su familia, por una oportunidad de trabajo para su esposo, aquí en Pensilvania. En México, su familia no vivía tranquila; ya que sufrieron un robo al interior de su casa y un intento de secuestro, lo que generó que Rosalba empezará a tener ataques de pánico. Además, el terremoto del 2017 y la experiencia de ver caer un edificio de departamentos –a una calle de dónde ellos vivían y saber de personas que habían fallecido por este desastre natural–, los empujó a tomar la decisión de salir de su querido México. Rosalba recuerda que por muchos meses tuvo “un sentimiento de culpa” por haber “abandonado” a su familia más cercana, padres y sobrinos. Considera que, con la emergencia sanitaria debido a la pandemia, hizo más duro estar lejos de sus seres queridos sin poder viajar durante un año.

 “con este viaje, la vida me puso retos, me obligó a salir de mi zona de confort, y al final lo agradezco porque gracias a ello vencí miedos, y descubrí otras cualidades que no conocía”

Aunque extraña mucho la actividad docente y la vida de laboratorio –en dónde había logrado cierta independencia, estabilidad profesional y económica–, Rosalba explora otras oportunidades para integrarse a este nuevo país. “Una de las mejores cosas que me han pasado aquí es descubrir a mucha gente paisana, lo importante que es aquí hablar español, y especialmente descubrir las tiendas de productos mexicanos, donde he podido encontrar prácticamente todo lo que yo acostumbraba a comer en México”, señaló.

¡La clase de justicia ambiental en acción! En la foto, la doctora Rosalba Esquivel Cote y su alumno Zavier Wedderburn, CCATE. (Foto: Rosalba Esquivel Cote/Archivo) 

EL MOVIMIENTO CCATE 

Sin duda una de las mejores experiencias que ha tenido en su nuevo país es encontrar el Centro de Cultura, Arte, Trabajo y Educación (CCATE), a cargo del director ejecutivo Obed Arango. Recuerda que, en una clase de inglés en una biblioteca pública local, a la cuál una amiga y vecina la invitó a participar, la maestra mencionó que en este centro la base de su concepto radica en que el conocimiento del mundo está dirigido a todos. Agregó que ser parte de una comunidad le ha brindado “la oportunidad de crecer como persona, de ayudar y compartir mis conocimientos con los niños y las familias e invariablemente conocer a los miembros de la comunidad, en especial a mis amigas artivistas (que son activistas que buscan la justicia social a través del arte)”.

Rosalba considera que las personas migrantes necesitan lugares como CCATE en dónde se puedan compartir un mismo idioma, cultura y estilo de vida. Ahora colabora con esta organización como maestra de jardinería, ciencias ambientales, justicia ambiental; además de apoyar a los programas de ciencias ambientales de la Universidad Villanova, pertenece al círculo de salud, y también es alumna del taller de escritura.

Con su linda familia en Schwenskville, Pensilvania. (Foto cortesía: Rosalba Esquivel Cote/Archivo)
 

DESCUBRE MAS TALENTOS

Durante un evento en CCATE sobre el “Día Internacional de la Mujer”, Rosalba conoce a la editora en jefe de Impacto, Perla Lara quién la invita a escribir para este medio comunitario. La investigadora evoca: “el primer artículo me costó mucho trabajo porque yo venía de escribir artículos y reportes científicos”, señaló. 

Esta actividad continua le “generó la pasión por la escritura” y la ayudó con su salud mental durante los meses más duros de insolación por causa del COVID-19. Rosalba considera que “comunicar es un arma poderosa, capaz de cambiar el mundo.” Le gusta escribir artículos relacionados con la salud y el medio ambiente; pero, siente una especial afinación a las entrevistas personales. Además, considera que el idioma español es hermoso y que le da mucha satisfacción verlo bien escrito; asegura que “no puedo dejar de corregir los anuncios en la calle, en la televisión y en el periódico”.

Rosalba considera que su misión de vida que es aportar para tener un mundo mejor: “por muchos años viví bajo la idea de que yo debía vivir y trabajar para ser inmortal; es decir, ser recordada por algo extraordinario, como un premio nobel, pero ahora creo que lo extraordinario es vivir para aprender, disfrutar de las personas y hacer lo que me gusta, que me dé satisfacción y me haga feliz. Finalmente, me hará inmortal el recuerdo que deje en mis seres queridos”, agregó.

Rosalba agradece la oportunidad que le ha dado la vida para conocer tantas personas extraordinarias, que ahora, también, son parte de su familia. 

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