PULSO COMUNITARIO

Filadelfia,PA- El pasado año, en Puerto Rico, durante el candente “verano boricua” millares de puertorriqueños y puertorriqueñas en indignación y furia forzaron la renuncia del inmoral gobernador de turno, Ricardo Rosselló. Durante esa histórica gesta una de las agencias noticiosas entrevistó al exgobernador Carlos Romero Barceló; le preguntaron qué le parecía lo que estaba pasando en el país, Romero interceptó y contra preguntó, “¿Qué país?”… el periodista, confundido por la pregunta de Romero le reafirmó, “Pues este país, Puerto Rico.” Romero, sagaz y rápido le contestó : “Puerto Rico no es un país, Puerto Rico es una colonia.”

Romero hace una declaración certera y real. Puerto Rico no tiene identidad política ni tampoco poderes para negociar con otros países. Es una colonia cautiva del mercado y la política estadounidense.

En estos tiempos de celebración de la independencia de los Estados Unidos se hace necesario que retomemos esta discusión, pero que lo hagamos con el respeto y debida información política e histórica.

Conociendo la Historia

El 25 de noviembre de 1897 España le otorga a Puerto Rico la Carta Autonómica, o sea que mediante ese decreto real Puerto Rico podía formar un gobierno autónomo y propio. En marzo y abril del 1898 se elige la primera Asamblea Legislativa Autónoma, pero por la crisis de la Guerra Hispanoamericana no pudo sesionar y no fue hasta julio 17 de ese mismo año que se reunió y 8 días después Estados Unidos invade la isla e interrumpe todo el proceso autonómico y toma posesión de Puerto Rico. Luego el 10 de diciembre de 1898 se firma el Tratado de París en el cual España le cede a los Estados Unidos el territorio boricua sin consulta previa a los puertorriqueños que ya habían elegido un gobierno autonómico.

Desde entonces Puerto Rico pasó a ser posesión del Congreso de los Estados Unidos como territorio no incorporado.  En palabras simples, dejó de ser colonia de España para ser colonia de los Estados Unidos.

En abril de 1900 el presidente McKinley firma el “Foraker Act” o Carta Orgánica. Con esta ley se establece en Puerto Rico un gobierno civil (muy democráticamente limitado), o sea el presidente estadounidense nombraba al gobernador y la rama judicial sin el concurso puertorriqueño.  La cámara legislativa era electa por el pueblo, pero sus poderes estaban muy limitados por el ejecutivo y el judicial.

En marzo de 1917 el presidente Woodrow Wilson firma la Jones-Shafroth Act.  Haciendo a los puertorriqueños que nacieron en o después de abril 11 de 1899 “ciudadanos” estadounidenses de la noche a la mañana.

En mayo de 1948 la legislatura puertorriqueña, presidida por Luis Muñoz Marín aprobó la Ley 53, conocida como la ley de la mordaza.  Esta ley, firmada en junio de mismo año por el gobernador Jesús T. Pineiro, se estableció para suprimir el creciente movimiento independentista de entonces. Bajo esa ley era un crimen enarbolar la bandera puertorriqueña, cantar canciones patrióticas, hablar o escribir sobre la independencia, o tener asambleas públicas para discutir el estatus político de la Isla. A pesar de que esta ley violaba la primera enmienda de la constitución estadounidense, estuvo vigente por 9 años hasta que en 1957 fue derogada.

Para muchos puertorriqueños tanto en la Isla como en la diáspora creen que en 1952 se constituyó un país y piensan que con la aparición del Estado Libre Asociado se resolvió el asunto colonial de Puerto Rico. Nada más lejos de la verdad. Puerto Rico continúa siendo un territorio intervenido y por los últimos 120 años nuestra soberanía está cautiva por el Congreso de los Estados Unidos de América.

Puerto Rico se considera la colonia más antigua del mundo y esto no es un atributo. El coloniaje es una de las más nefastas injusticias que se pueden cometer contra un pueblo. Puerto Rico ha estado sujeto a ese crimen por los últimos 120 años bajo el coloniaje estadounidense. Eso lo evidencia la imposición de una Junta Fiscal antidemocrática en el 2016 Es literalmente un milagro que los puertorriqueños y puertorriqueñas después de 120 años de brutal asedio contra la cultura, el idioma y la misma puertorriqueñidad mantengan su cultura e identidad viva y floreciente.

Nosotros no tenemos independencia que celebrar, pero sí una nación que descolonizar y cuando este país o cualquiera de los países de nuestra América celebra su independencia, eso nos evoca las ansias soberanas que gritaron en Lares de 1868, en Jayuya de 1950 y en las calles de San Juan el verano de 2019. Acá en la diáspora queremos un Puerto Rico sin colonia, un Puerto Rico que abrazará su soberanía y se unirá al conglomerado soberano de toda Nuestra América.

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