La inflación es el efecto potencial más temido de la política arancelaria aplicada por la Casa Blanca al resto del mundo. Una conclusión es que hasta ahora el efecto ha sido sosegado, que no ha comenzado y que es muy temprano para evaluar el impacto inflacionario de los aranceles. No obstante, ya existen casos en los cuales los aranceles han generado efectos perniciosos, especialmente entre algunos de los partidarios más leales del presidente Donald Trump.

Un ejemplo tiene que ver con los efectos inmediatos de los aranceles “super-macho” impuestos contra las importaciones desde China, en varios casos encima o alrededor de 100 por ciento. La diferencia es que el gobierno de China aprobó represalias, a la par de emprender negociaciones. Entretanto, los aranceles de China encarecieron demasiado las exportaciones agrícolas de Estados Unidos, tales como la soya. Por ende, el gobierno de China encontró otros abastecedores de soya en Suramérica, principalmente en Argentina y Brasil.

El presidente Donald Trump reconoció, igual que durante su primer mandato, $21,800 millones en subsidios fueron pagados a los productores agrícolas. Esta vez, dijo el presidente Trump, los fondos también provendrán de los ingresos generados por los aranceles. Pero Caleb Ragland, presidente de la Asociación Americana de Soya, no está de acuerdo. Ragland le dijo al Washington Post (09|29|25), “Un pago del gobierno no es la respuesta al éxito a largo plazo de nuestra industria…China consume 61 por ciento de toda la soya consumida en el mundo.”

*Analista y consultor internacional, ex-director de la Oficina de la CEPAL en Washington. Comentarista de economía y finanzas de CNN en Español TV y radio, UNIVISION, TELEMUNDO y otros medios.

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