El ex vicepresidente Mike Pence en un evento en Las Vegas el 18 de noviembre de 2022. Muchas de las personas que fueron funcionarios suyos durante su gobierno ahora se niegan a respaldarlo. (Foto AP/John Locher)

Por MICHELLE L. PRICE

Mientras Donald Trump busca la presidencia por tercera vez, se enfrenta enérgicamente a la oposición de un contingente de reacios exfuncionarios que advierten estridentemente sobre su regreso al poder y ofrecen predicciones nefastas para el país y el Estado de derecho si su campaña tiene éxito.

Es un coro de detractores que sorprende —uno sin precedentes en la era moderna—, conformado por quienes presenciaron de primera mano su conducta en el cargo y la agitación subsiguiente.

Sarah Matthews, una exasistente de Trump que testificó ante la comisión de la Cámara de Representantes que investiga el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021, y quien se encuentra entre quienes advierten sobre la amenaza que él representa, dijo que es “alucinante” cuántos miembros de su personal de más alto nivel lo han denunciado.

No obstante, los críticos son aún una clara minoría. Legisladores y funcionarios republicanos de todo el partido han respaldado la candidatura de Trump —algunos a regañadientes, otros con fervor y entusiasmo. Muchos asesores y funcionarios del gabinete que sirvieron durante el gobierno de Trump están comprometidos con otro mandato, algo que la campaña de Trump se apresura a resaltar.

“La mayoría de las personas que sirvieron en el gabinete del presidente Trump y en su gobierno, como la mayoría de los estadounidenses, han respaldado abrumadoramente su candidatura para vencer al corrupto Joe Biden y recuperar la Casa Blanca”, declaró Steven Cheung, portavoz de la campaña de Trump.

Aún así, la campaña de Biden ha pregonado las críticas de los exfuncionarios de Trump en declaraciones y publicaciones en las redes sociales, con la esperanza de convencer al menos a algunos votantes republicanos —incluidos aquellos que respaldaron a otros candidatos durante las primarias republicanas— de que no deben apoyar su candidatura.

En muchos sentidos, el cisma entre algunos exfuncionarios de Trump es una extensión de su periodo en la Casa Blanca. La fricción era constante a medida que las demandas de Trump encontraron resistencia por parte de algunos funcionarios y asistentes que rechazaron solicitudes que consideraron equivocadas, poco realistas y, en ocasiones, rotundamente ilegales. Los despidos fueron frecuentes. Muchos renunciaron.

La agitación del personal fue particularmente intensa en las caóticas semanas posteriores a las elecciones de 2020, cuando Trump trabajaba para anular su derrota electoral ante Biden. Trump convocó a sus partidarios a Washington el 6 de enero de 2021, cuando sus falsedades sobre una elección robada se convirtieron en el grito de guerra de quienes lo apoyaban y que irrumpieron violentamente en el Capitolio de Estados Unidos. Muchas personas que trabajaban en el gobierno renunciaron en protesta, incluida Matthews.

El intento de Trump por permanecer en el cargo incluyó una enconada campaña de presión contra Pence, quien como vicepresidente tenía la tarea de presidir el recuento de los votos del Colegio Electoral el 6 de enero. Trump insistió en que Pence debería impedir que Biden se convirtiera en presidente, sin tener el poder para hacerlo.

Pence tuvo que huir de la sala del Senado el 6 de enero cuando los alborotadores irrumpieron en el edificio con gritos de “¡cuelguen a Mike Pence!”.

Pence dijo recientemente que “no puede, con la conciencia tranquila” respaldar a Trump debido a los hechos del 6 de enero y otras cuestiones, a pesar de estar orgulloso de lo que lograron juntos.

Y Pence no está solo.

Esper, quien fue despedido por Trump días después de las elecciones de 2020, chocó con el entonces presidente por varios temas, incluido el esfuerzo de Trump para desplegar tropas militares como respuesta a los disturbios civiles tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía en 2020.

En una entrevista reciente en “Real Time With Bill Maher” —un programa de entrevistas encabezado por Bill Maher, con invitados que hablan de eventos políticos actuales—, de la cadena por suscripción HBO, Esper repitió la advertencia de que Trump es “una amenaza para la democracia”, y agregó: “Creo que hay mucho de qué preocuparse”.

“No hay manera de que vote por Trump, y cada día que Trump hace algo loco, la puerta para votar por Biden se abre un poco más; y ahí es donde estoy”, dijo Esper.

Entre los críticos más vehementes de Trump se encuentran exasistentes que trabajaron estrechamente con él en la Casa Blanca, en particular tres que ganaron prominencia tras testificar sobre el ataque del 6 de enero y la presión de Trump para anular las elecciones.

Alyssa Farah Griffin, exdirectora de Comunicaciones de la Casa Blanca de Trump. (Foto: RRSS)

“Fundamentalmente, un segundo mandato de Trump podría significar el fin de la democracia estadounidense tal como la conocemos, y no lo digo a la ligera”, dijo Griffin a la cadena ABC en diciembre.

John Kelly, ex jefe de despacho de Trump, tuvo su larga desavenencia propia con Trump. Kelly, en una extensa declaración de octubre al canal de noticias CNN, describió a Trump como “una persona que admira a los autócratas y a los dictadores asesinos” y “no tiene nada más que desprecio por nuestras instituciones democráticas, nuestra Constitución y el Estado de derecho”.

Olivia Troye, exasesora de Pence que dejó la Casa Blanca en 2020, y Stephanie Grisham, exsecretaria de prensa que renunció el 6 de enero de 2021, son detractoras que dijeron que no votaron por Trump en 2020.

Incluso Bill Barr, ex fiscal general de Trump quien no ha descartado volver a votar por él, se ha referido a Trump como “un narcisista consumado” que “constantemente se involucra en conductas imprudentes que ponen en riesgo a sus seguidores políticos y a la agenda conservadora y republicana”.

Pero las filas de los exfuncionarios de Trump que se oponen a su candidatura son superadas por quienes lo apoyan

Linda McMahon, quien dirigió la Agencia Federal de Pequeños Negocios de Estados Unidos bajo Trump, copreside una importante recaudación de fondos para el expresidente este sábado en Florida, junto con Wilbur Ross, el exsecretario de Comercio de Trump.

McMahon también es presidenta de la junta directiva del America First Policy Institute, que está repleto de exfuncionarios que apoyan a Trump y ha sido descrito como un “gobierno en espera” de un segundo mandato de Trump.

El instituto está dirigido por Brooke Rollins, exdirectora del Consejo de Política Interna de Trump, y entre sus presidentes se encuentran Keith Kellogg, asesor de Seguridad Nacional de Pence y teniente general retirado; junto con Rick Perry, exsecretario de Energía; Robert Lighthizer, el representante de Comercio de Estados Unidos de Trump; y Larry Kudlow, exdirector del Consejo Económico Nacional.

El exfiscal general interino Matthew Whitaker ha hecho campaña a favor de Trump, al igual que Ben Carson, exsecretario de Vivienda, quien lo llamó “un amigo de Estados Unidos”.

Trump también cuenta con el respaldo de Richard Grenell, exdirector interino de Inteligencia Nacional; Ryan Zinke, exsecretario del Interior y representante de Montana; y Russell Vought, quien dirigió la Oficina de Administración y Presupuesto de Trump.

Vought dijo en una publicación en X que Trump es “la única persona en la que confío para llevar una bola de demolición al Estado Profundo”.

Los partidarios de Trump también se apresuran a desestimar a los críticos del partido.

Carmen McVane, quien asistió al mitin de Trump el martes en Green Bay, Wisconsin, dijo que aquellos que hablan negativamente contra Trump o se niegan a respaldarlo son RINO, o Republicans In Name Only (Republicanos Solo en Apariencia), y que sólo ayudarán a Biden y a los demócratas.

“Hay muchos RINO que no hacen lo que se supone que deben hacer”, declaró McVane. “Es hora de que todos respalden a quien tenemos y avancemos a toda potencia”.

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