El director del programa de Prevención de la Violencia Armada del Center for American Progress (CAP) Nick Wilson habla durante una entrevista con EFE el 14 de diciembre del 2023, en Washington (EEUU). EFE/ Octavio Guzmán

Los latinos se han convertido en una de las comunidades más golpeadas por la violencia con armas de fuego en Estados Unidos, y al mismo tiempo son blanco de la industria que la sustenta y que se afana, con campañas y promociones, en lograr más compradores entre este colectivo.

Los datos difundidos muestran que las muertes de hispanos por armas de fuego en Estados Unidos casi se han duplicado en una década: En 2021 llegaron a las 5.741 personas en 2021 (último año del que hay datos recolectados), mientras que 10 años antes eran 2.947, según el Violence Policy Center (VPC).

Además, según esta misma organización, los latinos tienen más probabilidades que los blancos de ser asesinados con un arma de fuego como lo muestra la tasa de homicidios por cada 100.000 personas en 2021, 5,2 frente a 3,1.

Entre los factores que explican el aumento de la violencia con armas de fuego entre los latinos está el propio esfuerzo que la industria armamentística ha hecho en los últimos años para seducir a los latinos a medida que su presencia ha ido aumentando, y que ya suponen casi una quinta parte de la población del país.

Una presión del lobby armamentístico que se suma a otras causas más estructurales relacionadas con las agresiones con armas como, por ejemplo, la violencia policial contra algunas comunidades, derivada del racismo sistémico que existe en Estados Unidos.

“Las comunidades latinas experimentamos violencia y terror todos los días; tenemos normalizado que podemos ser matados con una arma”, aseguró en una entrevista con EFE una de las coordinadoras de la red de supervivientes Crime Survivors for Safety and Justice, Michelle Monterrosa, hija de argentinos y hermana de una víctima de violencia con arma.

De demonizados a anhelados

Tal y como refleja el estudio de VPC, la industria armamentística está lanzando una campaña dirigida a los hispanos y a otras minorías para aumentar la venta por un lado y el apoyo al movimiento pro-armas por el otro.

“La base de consumidores tradicional (de hombres blancos) se está envejeciendo y muriendo y necesitan reclutar nuevos clientes para contrarrestar la disminución de su número de afiliados”, dijo a este medio el fundador y director ejecutivo del Violence Policy Center, Josh Sugarmann.

Sugarmann quiso resaltar el hecho de que el movimiento proarmas siempre ha tratado de “demonizar” a las comunidades afroamericanas y latinas y ahora las necesita para mantener sus ventas.

La vicepresidenta de Asuntos Gubernamentales y Políticos de Giffords, Vanessa Gonzalez, apuntó a EFE que, para atraer a su público objetivo, la industria armamentística utiliza “el miedo y la desinformación” basándose en la “falsa creencia” de que si tienes un arma a tu disposición tienes más protección.

En la misma línea, Sugarmann advirtió del “bucle peligroso” que provoca el fácil acceso a las armas, que aumenta su oferta y a la vez genera una sensación de necesidad cada vez mayor.

Violencia de los responsables de mantener la paz

La violencia policial, asegura, también influye, porque existen «usos ilegítimos de armas por parte de la policía» en Estados Unidos que suscitan una “carrera armamentística entre la población civil y las fuerzas del orden”.

Michelle Monterrosa, una de las hermanas de Sean Monterrosa, que murió en junio de 2020 después de ser disparado por un policía de Vallejo (California), sentenció que no existe la rendición de cuentas para las fuerzas de seguridad estatales, protegidos aún en muchos estados por la ley.

En unas protestas por el asesinato de George Floyd -también por violencia policial-, el joven de 22 años recibió cinco disparos por parte del agente Jarrett Tonn, quien previamente ya había disparado a otras personas que no llevaban armas durante sus años de servicio.

Monterrosa criticó el «amparo inalterable» que brinda la Declaración de derechos de los agentes del orden (LEOBR), que tiene el objetivo de proteger a los policías de “enjuiciamientos derivados de su conducta en el ejercicio de sus funciones” a partir de privilegios basados en las garantías procesales.

Baile de números

También advirtió de que los latinos están en un «limbo» que muchas veces no los reconoce como víctimas.

“En el informe sobre la muerte de mi hermano vi que solo hay la opción de clasificar al fallecido entre blanco o negro”, afirmó Monterrosa, un hecho que impide no solo reconocer a las víctikmas sino que también dificulta el acceso a las ayudas disponibles para sus familiares.

Al respecto, VPC advierte de que las limitaciones en la recolección de datos por parte de organismos públicos, que en muchos casos reportan la raza pero no el origen étnico, puede estar provocando una «infrarrepresentación» de los latinos entre las víctimas de armas de fuego

El director del programa de Prevención de la Violencia Armada del Center for American Progress (CAP), Nick Wilson, reconoció en cualquier caso que los índices de víctimas por armas de fuego que puedan dar más claridad sobre los porcentajes latinos no son muy actuales. Incluso pronosticó una disminución importante en 2023, aunque no avanzó las razones de dicha bajada

Fluctuaciones según el color político

Para todas las fuentes consultadas es indiscutible que la implementación de acciones y programas para reducir la violencia armada en el país es más fácil bajo presidencia demócrata.

Y aunque creen que la administración del presidente Joe Biden no ha sacado adelante “medidas de fuerte impacto” en este ámbito, celebran que impulse “una amplia gama” de actuaciones, como la creación de la primera oficina federal para prevenir la violencia armada.

De hecho, según aportó Wilson con información del CAP, los últimos datos sobre violencia con armas muestran que esta desciende un 14% en los estados demócratas, mientras que en los controlados por los republicanos baja menos, el 4%.

También todos los profesionales consultados coinciden en que hay que seguir financiando e impulsando programas de prevención específicos para las comunidades más castigadas que permitan difundir “información real y veraz” y que vayan acompañados de una regulación de las armas que se adapte a la realidad.

“No hablamos de erradicar las armas porque estamos demasiado lejos de ello, pero sí de crear leyes que garanticen su almacenamiento y uso seguro”, sentenció Vanessa Gonzalez.

No sin antes lamentar no poder imaginarse unos Estados Unidos sin armas en sus calles y hogares.

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