Fotograma cedido por el canal HBO donde aparece el director de "Fake Famous", Nick Bilton, junto a la fotógrafa Ashley Wilhardt (i) y la productora Annabelle Dunne (d) mientras realizan una falsa sesión de fotos con Dominique Druckman (en suelo), durante una escena de este documental que se estrena este martes. ( Foto: EFE/ Hbo)

Los Ángeles, EE.UU.- «Followers» falsos, compras de miles de «likes», el postureo sin fin, y la cutre y absurda realidad detrás de los «influencers». Todo eso explora «Fake Famous», un documental del periodista Nick Bilton que plantea un divertido experimento: cómo convertir a una persona corriente en una sensación de las redes.

«Ser una celebridad ‘top’ es increíblemente difícil. ¿Ser un ‘influencer’? No es tan difícil. Creo que es una vía rápida a la fama y a la riqueza», dijo Bilton a Efe.

«Fake Famous», que estrena hoy HBO, recluta a tres jóvenes que sueñan con ser «influencers» y les ayuda para que se conviertan en estrellas de internet.

Pero detrás de esa vida de ensueño hay más espejismos que placeres; más horas de trabajo y frustraciones que de lujos tangibles.

Como si fuera el reverso paródico de «The Social Dilemma» (2020), Bilton compra en «Fake Famous» miles y miles de «followers» y «likes» falsos con «bots», truca fotos en su jardín para que parezcan de hoteles de cinco estrellas, e incluso alquila un decorado de un avión para aparentar que está en un «jet» privado.

Estas extravagantes y tramposas simulaciones ayudan a sus jóvenes a ganar notoriedad en las redes, pero por el camino se topan con consecuencias no deseadas en la realidad como depresión o ansiedad.

Pregunta: Ha cubierto temas de tecnología durante años, escribió un libro sobre Twitter y ahora presenta un documental sobre «influencers». ¿Por qué le interesan tanto las redes?

Respuesta: Es una buena pregunta, me pregunto eso todo el tiempo (risas).

Pero, mira, las redes se han convertido en la cosa más omnipresente en la sociedad. Todos lo usamos de una manera u otra. En gran parte, no tenemos elección sea en nuestro trabajo, con nuestras metas creativas, o incluso para ser capaces de comunicarnos con amigos o seres queridos.

Pero al mismo tiempo, también tienen estos enormes aspectos negativos.

Cuando empecé cubriendo este tema para The New York Times hace unos quince años, era algo bastante increíble y con todo puntos positivos. Y luego, por supuesto, los aspectos negativos empezaron a colarse. Ahora creo que hay más puntos negativos.

P: ¿Qué es un «influencer»?

R: Es un término tan extraño…

Es como definir la fama: es algo difuso (…). Pero creo que es alguien que tiene muchos seguidores online, que puede decirle a la gente que compre algo, que experimente algo, que excite su interés.

En muchos sentidos, vimos el ascenso de esto en los últimos diez años cuando a famosos de verdad se les daban cosas gratis para anunciar cosas (…). Pero la nueva versión del «influencer» es alguien que solo anuncia productos en su cuenta y que solo es juzgado por nada más que el número que está junto a su nombre, que es cuántos seguidores tiene.

P: ¿Por qué tanta gente aspira a ser un «influencer»?

R: Definimos lo que queremos ser cuando crecemos basándonos en lo que vemos que otras personas hacen. Hubo un tiempo en el que, específicamente en la cultura estadounidense, la gente quería dos hijos, una casa, un perro o un gato…

Y creo que lo que ahora ha pasado es que el aspecto vital en el que todo el mundo parece más feliz es la fama en sí misma: ves a esta gente en aviones privados, tienen estas casas preciosas y gigantescas, y parece que están felices, incluso cuando en realidad casi nunca lo están.

Ser una celebridad top es increíblemente difícil. ¿Ser un «influencer»? No es tan difícil. Creo que es una vía rápida a la fama, a la riqueza y a todas estas cosas.

Fotograma cedido por el canal HBO donde aparece el director de «Fake Famous», Nick Bilton, mientras realiza una falsa sesión de fotos con Chris Bailey, durante una escena de este documental que se estrena este martes. «Followers» falsos, compras de miles de «likes», el postureo sin fin, y la cutre y absurda realidad detrás de los «influencers». (Foto: EFE/ Hbo)

UN EXPERIMENTO DEMASIADO EXITOSO

P: ¿Le sorprendieron los resultados de su experimento?

R: Honestamente, me sorprendió lo bien que nos salió.

Cuando lo empezamos (…), no creí que íbamos a llegar al nivel que logramos con Dominic Druckman (tiene ahora 340.000 seguidores en Instagram).

La primera vez que recibió algo gratis, unas gafas de sol, fue como: «¡Oh, funcionó!» (…). Pero cuando después la inundaron con productos gratis y la gente le ofrecía tratos financieros y otras cosas, es cuando nos dimos cuenta de la locura de que todo esto sucediera tan rápido.

P: ¿Por qué apostó por la ironía en «Fake Famous»?

R: Hay muchos documentales que han intentado explorar los aspectos serios de la tecnología y sus efectos. Hay una investigación que dice que el 86 % de los niños en EE.UU. quieren ser «influencers» famosos. Y yo, como alguien que ha cubierto esto durante muchos años, sé que esto a lo que aspiran es algo completamente inventado. Es como un falso ídolo.

Así que mi meta era mostrar eso (…) pero al mismo tiempo es algo desternillante. Quiero decir, poner literalmente el asiento de un retrete frente a una televisión para simular que estás en un avión… Es difícil no reírse con esas cosas.

P: Depresión, ansiedad, presión social. ¿Cómo reflejó esta parte de las redes?

R: Cuando empezamos el documental no teníamos ni idea de qué dirección iba a tomar (…). Así que cuando Wylie Heiner pasó por esta crisis, creo que al final estuvo increíblemente agradecido porque aprendió que su objetivo de ser famoso no era lo que de verdad quería.

Es una de las partes más importantes de la película porque ves a través de sus ojos cómo miramos a estas cosas, cómo esperamos los «likes», la depresión o el FOMO («fear of missing out», miedo a perderse algo).

P: Tiene 255.000 seguidores en Twitter. ¿Ha reconsiderado su comportamiento en las redes tras este documental?

R: Lo reconsideré antes de hacerlo.

Solía estar mucho tiempo en Twitter e Instagram. Pero ahora ya casi no los uso (…). Me di cuenta de que Twitter se ha convertido en algo más y más virulento. Ya no es un lugar para la conversación: es un lugar para menospreciar a todo el mundo (…). Ya no soy un usuario activo en las redes, y cuando a veces me veo tentado de nuevo, me siento terrible rápidamente e intento escaparme de ahí.

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