Eurocopa femenina 2025: rompiendo barreras, jugando por la igualdad

Eurocopa
Las jugadoras de España celebran tras coronarse campeonas del Mundial femenino tras derrotar a Inglaterra en la final (Foto: AP/Rick Rycroft)

Este miércoles 2 de julio, Suiza se convierte en el epicentro del fútbol femenino europeo con el inicio de la Eurocopa Femenina 2025, un torneo que promete marcar un nuevo capítulo en la historia del deporte. Pero más allá de los goles y las estadísticas, esta edición representa el avance de una lucha que lleva décadas: la de las mujeres por igualdad, reconocimiento y profesionalización en el ámbito deportivo.

Con récords de asistencia previstos, un aumento sin precedentes en los premios económicos y la inclusión de selecciones debutantes, esta Eurocopa no solo pone en juego un título continental, sino también la consolidación de un movimiento que ha desafiado estructuras, abierto puertas y cambiado paradigmas.

El fútbol femenino ha recorrido un camino largo y complejo. Durante años, fue relegado a un segundo plano, sin cobertura mediática, sin apoyo financiero y, en muchos casos, sin condiciones mínimas de desarrollo. Hoy, el panorama es distinto.

Desde aquella primera Euro femenina en 1984 —que apenas convocó a mil personas en las gradas— hasta esta edición que ya ha vendido más de 600 mil entradas, el crecimiento ha sido exponencial. La UEFA Women’s Euro 2025 será la más vista, la mejor premiada y la más competitiva de la historia.

Por primera vez, los premios económicos ascienden a 41 millones de euros, el doble de lo otorgado en la edición anterior. Aunque aún lejos de los 331 millones distribuidos en la Euro masculina, la diferencia comienza a acortarse y evidencia una mayor voluntad institucional de cerrar la brecha.

La competición reunirá a 16 selecciones nacionales en ocho ciudades suizas. El partido inaugural se jugará en el estadio Kybunpark de San Galo, mientras que la gran final está programada para el 27 de julio en Basilea. Equipos como España, Inglaterra, Alemania y Francia parten como favoritos, en una contienda donde el talento se distribuye cada vez más equitativamente.

España llega como campeona del mundo, con una generación dorada encabezada por jugadoras como Aitana Bonmatí, y Alexia Putellas, mientras Inglaterra busca defender su título europeo. Alemania, la más laureada en la historia del torneo, aspira a recuperar el dominio perdido, y Francia quiere dar el golpe definitivo tras años de consolidación.

Además, selecciones como Polonia y Gales debutan en esta edición, reflejo del crecimiento del fútbol femenino en regiones donde hasta hace poco era invisible. La clasificación de Gales, liderada por la histórica Jess Fishlock, fue celebrada como un logro nacional.

Pero el impacto del torneo va más allá de lo deportivo. La UEFA ha integrado en esta edición una estrategia de sostenibilidad ambiental y social que contempla accesibilidad para personas con discapacidad, transporte público gratuito para asistentes y un enfoque claro en la equidad de género.

Suiza espera que la Euro 2025 deje como legado un aumento significativo en la participación de niñas en el fútbol. En Reino Unido, tras la Euro 2022, la inscripción en ligas infantiles femeninas creció un 140 %. La expectativa es que un fenómeno similar ocurra ahora en todo el continente.

Organizaciones locales e internacionales han celebrado que, por primera vez, la representación femenina alcanza también áreas técnicas, médicas, logísticas y arbitrales. Es un campeonato que se disputa también detrás de las cámaras y fuera del campo.

El fútbol femenino no solo construye espectáculo, sino referentes. En un contexto global donde las niñas aún enfrentan barreras para practicar deporte, ver a mujeres en lo más alto de la competencia internacional tiene un efecto multiplicador.

No es solo un torneo de fútbol, es el resultado de décadas de resistencia, de jugadoras que entrenaban en silencio, de equipos que viajaban sin viáticos, de profesionales que luchaban por un lugar legítimo, no se juega solo por la gloria del presente, sino también por el derecho al futuro.

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