Jóvenes del proyecto en Filadelfia Summer Youth Workers in the Neighborhood, PYN jóvenes del barrio trabajadores durante el verano, por sus siglas en ingles. (Foto: Cortesía/Leilany Rodriguez)

Se suele entender por solidaridad “el sentimiento que empuja a los hombres a prestarse ayuda mutua”, respondiendo a un impulso natural que yace en la conciencia de todo ser humano, que le hace sentir un cierto nivel de dolor e intranquilidad cuando ve a un semejante en situación de infelicidad, pasando hambre o frío, sufriendo persecución, siendo discriminado o maltratado. De donde se decanta que la “insolidaridad” es el vacío de esos valores y el dejar de sentir que lo que hace feliz a unos nos mejora la vida a todos, y lo que sufre uno nos afecta y hace infelices a todos.

Cuando la insolidaridad se difunde y se adueña de nuestro espacio, toda la sociedad sufre, pues los males no atacan a una persona o un grupo familiar sino a toda la comunidad. Es por esto que, mientras nos encaminamos hacia el final del verano, haríamos bien en aprovechar el tiempo para realizar todas aquellas actividades típicas del periodo de receso escolar que pueden traer un gran beneficio a nuestras comunidades, y al mismo tiempo cooperar para recuperar el sentido de solidaridad entre nuestros grupos y nuestros vecindarios.

Posiblemente muchos de nosotros, alguna vez en nuestra juventud soñamos en habernos ido al África o a cualquier país lejano y pobre para donar nuestras energías y trabajo voluntario en beneficio de pueblos sufrientes y menesterosos. Sin embargo, para aquellos que no quieran dejar morir sus sueños más nobles y generosos, es bueno recordar que también aquí, muy cerca de nosotros podemos encontrar una pequeña África con personas menesterosas y acosadas por muchas necesidades.

El verano es tiempo para compartir; para salir de pic-nic con la familia o con amigos, para reconstruir esos nexos que la pandemia hizo oxidar; para que los niños respiren aire puro y recompongan sus defensas; todo ello reconstruye el grupo y renueva la fortaleza familiar.

Pero el verano también puede ser el tiempo propicio para dedicar una parte de nuestras energías a practicar la solidaridad con los necesitados; con aquellos que sufren exclusión o soledad. Podemos acercarnos a las campañas de recolección de basuras por las calles del vecindario; o bien una recolecta de mantas o alimentos para las personas sin hogar; tal vez visitar niños enfermos de cáncer; o bien sacar tiempo para hacer compañía a un aciano solo. Todas estas son formas de solidaridad que en un tiempo brillaban en nuestra sociedad como una de las fuerzas que ayudó a construir esta gran nación.

Cerca de ti seguro encontraras alguna organización que luche por una buena causa, en nuestro entorno hay muchas. Aunque poco conocido por nuestras comunidades, existe en Filadelfia el “Centro para la Interdependencia Global”, una ONG que trabaja para facilitar el diálogo, desescalar los conflictos y propiciar el comercio justo entre las naciones. Este centro promueve una forma de solidaridad admirable y de gran alcance. Pero nosotros podemos practicar la solidaridad, la no-violencia y la interdependencia en nuestras propias proporciones. No olvidemos que, como afirmaba el español Francisco Ibisate, “las sociedades verdaderamente prósperas son aquellas que existen en función del bienestar, el desarrollo y la realización del ser humano”.

Adopta una causa, hazla tuya, porque el bien común es en nuestro propio beneficio.

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