En los más recientes meses, una pesada sombra ha vuelto a caer sobre las comunidades latinas e hispanas en Estados Unidos. El estrés de la zozobra por las amenazas cumpliéndose, se suma a la incertidumbre intrínseca a la experiencia migratoria. El trauma de tantas pérdidas resurge con fuerza.

Los reportes de redadas del ICE y de deportaciones exprés han generado olas de ansiedad en vecindarios que, por décadas, han sido espacios de trabajo, esperanza y vida familiar. Incluso quienes cuentan con estatus regular confiesan sentirse inseguros, pues la línea que separa a los “documentados” de los “indocumentados” suele desdibujarse en un ambiente condenatorio donde muchos ciudadanos han sido detenidos por ICE sin justificación que valga.

Las consecuencias de este clima no se limitan a los hogares o los lugares de trabajo; también afectan la vida pública y cultural que sostiene la identidad comunitaria. Este año, muchos de los festivales hispanos más queridos fueron cancelados, pospuestos o reducidos drásticamente, no por falta de orgullo o de fondos, sino por la desconfianza de que se silenciara a la música por un operativo impertinente.

El tradicional “Grito de Independencia”, celebración del orgullo mexicano, se apagó en 2025 en varias ciudades del país. Los organizadores en Chicago decidieron cancelar su acostumbrado festival del “Grito” tras recibir advertencias sobre posibles operaciones de ICE. Ese mismo temor se extendió a otros estados, causando cancelaciones de muchos de los eventos tradicionales del Mes de la Herencia Hispana: en Texas, California, Kansas y Nevada, varios eventos fueron reducidos o suspendidos. En Chicago, la sorpresa fue aún mayor cuando el desfile anual del Cinco de Mayo, una tradición que se había mantenido viva durante cuarenta y cinco años consecutivos, fue cancelado por primera vez.

La ola de cancelaciones no se detuvo allí. El Carnaval de Puebla en Filadelfia, una colorida celebración del patrimonio mexicano y evento clave en el calendario latino de la ciudad, fue suspendido en febrero de 2025. En Kenner, Luisiana, y en Everett, Massachusetts, los organizadores comunitarios tomaron la misma dolorosa decisión. La asistencia había disminuido drásticamente: demasiadas familias temían que un día de alegría en el parque pudiera terminar en tragedia. Festivales que antes simbolizaban el orgullo y la visibilidad se convirtieron en emblemas del repliegue; en una prueba de cómo la intimidación puede erosionar incluso las expresiones más alegres de la cultura colectiva.

Sin embargo, este miedo cuenta solo una parte de la historia. Los inmigrantes hispanos, –ya sean de México, el Caribe o Sudamérica– han demostrado una y otra vez una extraordinaria capacidad de resiliencia. Históricamente, han enfrentado explotación laboral, discriminación y persecución a pesar de que muchos de ellos venían huyendo de ella en sus países de origen. Sin embargo, una y otra vez, han respondido no con resentimiento, sino con solidaridad. En los momentos de crisis, organizan colectas de alimentos, comparten información legal y crean redes de apoyo que trascienden fronteras nacionales y lingüísticas.

Ese espíritu de unidad es, quizá, la defensa más fuerte frente a las fuerzas que buscan dividir e intimidar. Cuando las instituciones fallan, suele ser la misma comunidad –los vecinos, amigos, grupos religiosos, las organizaciones comunitarias locales– la que se levanta para proteger a los suyos.

Muestra de ello es la movilización en la región de Filadelfia, de miembros de la comunidad migrante, aliados, organizaciones sin fines de lucro y de manera destacada de muchos consulados que han fortalecido la cercanía con sus connacionales. Además, el mexicano, por ejemplo, no se dejó intimidar y celebró como cada año, desde hace varias décadas, su espectáculo musical para festejar su independencia.

Y aunque algunos otros festivales se ausentaron de las plazas públicas, pequeños actos de resistencia florecen en cocinas, salas y centros comunitarios. Una comida compartida, una oración colectiva, un grupo de WhatsApp para alertar sobre redadas: todas son formas modernas de resistencia, supervivencia y resiliencia.

Aun así, nada reemplaza al conocimiento de los recursos a favor de las comunidades migrantes y al conocimiento de sus derechos. Es urgente que todos los inmigrantes –recién llegados o con años aquí– tomen medidas proactivas para proteger su futuro. Esto significa buscar asesoría legal confiable, evitar la desinformación o la intimidación por perfilamiento, y acelerar en la medida de lo posible, cualquier proceso de legalización o ajuste de estatus. También implica actuar con precaución: evitar actividades o lugares de riesgo y asegurarse de que los niños y los mayores sepan cómo responder ante un encuentro inesperado con agentes migratorios, y si ya se tiene un récord criminal, no exponer a sus familiares o compañeros de trabajo, ya que se han registrado miles de casos de los llamados “daños colaterales”.

Ninguna comunidad debería verse obligada a elegir entre celebrar su cultura y preservar su seguridad. Es por ello por lo que la reciente celebración del tradicional Día de Muertos en la región de Filadelfia, fue un refrendo de que la comunidad migrante está más viva y decidida a resguardar y seguir realizando sus sueños de prosperidad.

El momento actual exige vigilancia y valentía. Vigilancia, para mantenerse informados y protegidos. Valentía, para seguir afirmando la dignidad de la vida y la cultura hispana frente a la adversidad. Al final, ninguna política, ninguna redada, ningún muro puede borrar las raíces profundas que las comunidades hispanas han plantado en esta tierra. Su música, su trabajo y su amor por la familia están entretejidos en el lienzo mismo de los Estados Unidos, un tejido que, aun bajo presión, no se romperá si acaso al final se sobrepondrá fortalecido.

Impacto refrenda su compromiso con la comunidad latina y su lucha ante los actuales desafíos, y presenta esta nueva edición con el fin de compartir recursos, en especial de algunos consulados de la región, que coinciden en manifestar con certeza, que sus connacionales “no están solos”.

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