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Miguel Zenón recibe el premio a mejor álbum de latin jazz por “El arte del bolero Vol. 2” en la 66a entrega anual de los Premios Grammy el domingo 4 de febrero de 2024 en Los Ángeles. (Foto: AP/Chris Pizzello)

La cultura latina en los Estados Unidos ha recorrido un camino no siempre fácil. Durante muchos años, debido al carácter predominante de la cultura blanca de origen irlandés y del Norte de Europa, los artistas latinos se movieron siempre en un segundo plano, a pesar de que los hispanos ya ocupaban muchas áreas de Norteamérica cien años antes de la llegada del Mayflower a las costas de Massachusetts.

Esta percepción ha cambiado claramente, la influencia de la cultura hispana y latina se percibe en muchísimos aspectos de la vida nacional; muchos hispanos han roto el “techo de cristal” y han superado espacios comunes, como el arte, el cine y el entretenimiento, para posicionarse en campos más excluyentes como el académico, político y económico. Una prueba de esto es que en 2020, después de varios intentos fallidos, finalmente se aprobó la construcción del “National Museum of the American Latino” para sumarse al complejo de grandes vitrinas culturales del Smithsonian Institution en Washington.

En este mes en que se honra el aporte y la herencia de los negros a la historia del país, es un deber reconocer la presencia y el trabajo de muchos negros que han inmigrado desde la geografía étnica de Latinoamérica; es decir, afrolatinos, y se han ido abriendo paso en los Estados Unidos; muchos de ellos destacándose en el campo artístico del teatro, el cine, y en forma particular, de la música.

Así como la influencia de la música latina se vive hoy en los Estados Unidos; de la misma manera los tambores, cadencias y rituales africanos influenciaron la vida, costumbres, y en especial, la creación musical de todos los países, islas y regiones a donde llegaron como esclavos, los hijos de la madre África.

Fue así como en Cuba, los tambores y otros instrumentos de fabricación casera como claves y maracas, eran los medios como los negros de las grandes plantaciones del azúcar festejaban sus rituales y tradiciones, dando vida a los ritmos afrocubanos más conocidos como la rumba, el mambo, el son y la guaracha. En Estados Unidos estos ritmos se han fusionado, dando origen al Jazz Latino, que nace especialmente de la colaboración entre artistas como Chano Pozo y Dizzy Gillespie, o de Mario Bauzá con la banda de Machito; todos ellos figuras musicales de talla histórica.

En Puerto Rico, donde grupos de esclavos de diferente idioma no podían comunicarse, pronto descubrieron en la música el lenguaje común que les anclaba a sus raíces, así nacen la bomba y la plena. Según los paleo-musicistas, hacia mitad del siglo XX el director de orquesta Rafael Cortijo y el célebre cantante Ismael Rivera transformaron la bomba en un género bailable tremendamente pegajoso, que traspasó las fronteras y que el dominicano Johny Pacheco ayudó a afianzar con el nombre de “salsa”; siendo multiplicado después por las grandes bandas de Andy Montañez, el Gran Combo, la “Reina”, Celia Cruz, y muchos otros.

En Colombia, otra potencia musical de los ritmos afrolatinos, la salsa tomó una nueva dimensión como danza popular, por su coreografía frenética y elaborada, extendiendo su influencia a muchos países, incluidos los Estados Unidos, mientras otro cadencioso ritmo  afro-colombiano, la cumbia, ganaba popularidad y traspasaba fronteras. Según los historiadores, su típico paso con un pie casi inmóvil mientras el otro marca un desplazamiento binario a izquierda y derecha, recuerda los intentos de los esclavos por “seguir bailando” mientras tenían los pies atados el uno al otro por una cadena.

Otros ritmos de raíz afro como el merengue dominicano, el reggae jamaiquino y la Zamba y la Bossa Nova del Brasil se han “infiltrado” e irrigado la geografía musical de los Estados Unidos, produciendo nuevas fusiones, ensayos acústicos y sinfónicos, y “ensambles” que hoy enriquecen y matizan la cultura musical del país con tintes afrolatinos que siguen enriqueciendo el panorama artístico de los Estados Unidos.

El saxofonista y compositor nacido en San Juan Puerto Rico, Miguel Zenón, recién ganó la categoría de álbum de Latin Jazz conquistada por “El arte del bolero vol. 2”, y recogió su primer Grammy, luego de haber sido nominado en siete ocasiones para estos premios. El Teatro Esperanza, fue escenario de su arte y pronto el celista, violinista y pintor afrolatino Daniel de Jesús, también se presentará en este espacio cultural que sirve a la comunidad del norte de Filadelfia.

Impacto honra en este mes a unos de estos creativos que, con su trabajo arduo, a menudo silencioso y no siempre reconocido, crean puentes que ayudan a comunicar universos culturales que, de no ser por este singular instrumento de expresión de las emociones y anhelos humanos que es la música, tal vez permanecerían aislados en sus burbujas, sin nunca descubrir la riqueza que tienen al lado y que llama al reconocimiento y al disfrute de todos.

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