La nueva norma solo compete a armas tipo pistola o revólver, ya que hasta ahora Texas ya permitía el libre porte sin licencia de armas largas como fusiles o rifles. (Foto: EFE/Erik S. Lesser/Archivo)

La reciente masacre en Uvalde, Texas, en la cual murieron 19 niños, 2 adultos, y 17 más quedaron heridos, fue la masacre número 34 con más de 8 muertos de las últimas cuatro décadas, en los Estados Unidos, fue el tiroteo número 27 del presente año; y ya no es la más. Por el contrario; las cifras de los últimos estudios realizados por prestigiosas instituciones del país muestran que las matanzas no disminuirán, sino que irán en aumento.

De hecho, las actuales cifras de muertes por armas de fuego en los Estados Unidos hacen que este sea el país del mundo con el mayor riesgo de que un menor muera a causa de un disparo, que en cualquier otra de las naciones desarrolladas del planeta. Un estudio del Centro Nacional de Información en Biotecnología en las 29 naciones más avanzadas del mundo muestra que, del total de las muertes de niños menores de 14 años por causa de las armas de fuego, Estados Unidos acapara el 95 % de ellas.

Las estadísticas también muestran que mientras en las últimas dos décadas otras naciones han logrado disminuir la curva de muertes civiles por la violencia de las armas, en Estados Unidos a partir del año 2003 las cifras no han hecho sino aumentar. Y aunque las masacres en escuelas, discotecas o conciertos suelen ser las que más ruido hacen y generan grandes titulares en la prensa y medios, ellas representan solo una pequeña parte de la escalofriante cifra de muertos que deja cada año la violencia callejera, o doméstica, los suicidios con arma de fuego y las víctimas inocentes de balas perdidas.

Si las muertes por violencia de armas se comparan al nivel de población, hay otros países que muestran porcentajes más altos de violencia, como Venezuela, El Salvador o Guatemala; pero si se miran solo las cifras globales, EE. UU. es el segundo país del mundo con el mayor número de muertos cada año, solamente superado por Brasil. En la raíz de esta vergonzosa estadística está el impresionante número de armas que circulan entre los ciudadanos.

Según estimativos, los estadounidenses poseen unos 394 millones de armas; lo cual es casi la mitad de los cerca de 850 millones que se calcula que poseen los ciudadanos privados en el mundo entero. Las investigaciones que suelen seguir a las masacres han demostrado que, en la muchos de los casos, los causantes de masacres utilizaron armas de fuego de sus padres o familiares para cometer sus actos de demencia; mientras que, en los suicidios de menores, la mayoría usaron para su trágica acción pistolas almacenadas por sus padres y familiares en lugares no seguros.

En Gran Bretaña bastó una masacre escolar para que el parlamento interviniera y endureciera severamente el acceso a las armas. En EE. UU., decenas de masacres aún no consiguen que el gobierno reaccione para endurecer los filtros. Es claro que las armas de asalto no son para defenderse; son para atacar; su nombre así lo certifica. Mientras tanto, las víctimas colaterales van en aumento, pues esto ya nos afecta de una manera u otra a todos. Ya nos sentimos inseguros en cualquier lugar público, y cualquier movimiento extraño se vuelve una señal de alerta que dispara la ansiedad. ¿Cuántas masacres más serán necesarias para cambiar las leyes de regulación, adquisición y de porte de armas? ¿Hasta cuándo “la nación más avanzada del mundo” seguirá arrastrando este fardo de vergüenza mundial?

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