El presidente ruso, Vladimir Putin (i), se reúne con el presidente de os Estados Unidos, Donald Trump (d), en el marco de la cumbre de líderes del G20 que se celebró en Osaka, Japón. EFE/ Michael Klimentyev/sputnik/kremlin Pool/Archivo

En los últimos cuatro meses de cuarentena se han venido desencadenando una serie de eventos sociales que han exacerbado la pandemia. Eso va desde las diferentes protestas por diferentes grupos y en diferentes lugares de la nación, hasta las barrabasadas del incumbente inquilino de la Casa Blanca. Parece que la pandemia no solo nos puso en jaque la economía, sino que también ha dado un peligroso jaque a la democracia estadounidense.

La constante programación noticiosa sobre el Covid-19, y la cuarentena, ha obligado a millones a quedarse en casa, y a muchos de ellos a la adicción noticiosa. Súmese a eso la desenfrenada compulsión por la búsqueda y proliferación de los remedios caseros para la pandemia. De esto son tan culpables los ciudadanos como yo, como los médicos que aprovechándose de su título le añaden al ya saturado internet, cantidad de videos con su supuesta pericia médica. “Experticia” que no va más allá de una simple opinión profesional. Añádase también la cantidad de anuncios apocalípticos por cantidad de seudo profetas del cristianismo y otras tantas sectas religiosas que también aprovechándose de su “infalibilidad” religiosa se atreven a hablar como si tuvieran línea directa con el cielo.

Esta invasión de opiniones se va acumulando en la psiquis emocional del individuo, y al cabo de unos cuantos meses (ya pasados) aparece lo que en inglés se le ha definido como “doomscrolling”, “dooms” infortunio y “scrolling” desenrollar. En español, yo le llamo Apocalipsitis, del griego “Apcalips” descubrir; “itis” inflamación. Es un desmesurado deseo por descubrir lo que no se sabe o no se controla. Podríamos decir que “apocalipsitis” es una condición físico-emocional que altera las funciones cerebrales desencadenando altos niveles de ansiedad y miedo.

A la par de esta complicada situación, tenemos un presidente que está enviando fuerzas militares a ciudades, donde aún las protestas continúan. El pasado 20 de julio, en Portland, Oregón, fuerzas armadas sin identificación debida, en autos privados, irrumpieron en las protestas arrestando a ciudadanos que ejercían sus derechos constitucionales. Estas hordas militares, eran efectivos del Departamento de Seguridad Nacional. Trump los envío a Portland sin previo aviso al gobierno de Oregón. La gobernadora Kate Brown, dijo que eso fue un deliberante abuso de poder por parte del gobierno ejecutivo de Trump, quien ha amenazado a otras ciudades con enviar estas hordas militares.

Esa actitud deliberadamente dictatorial es lo que le he llamado “fascismitis”, del italiano “fascismo” carácter totalitario, nacionalista y antidemocrático; del griego “itis” inflamación. Esta es una alarmante conducta que sufren los que ostentan el poder y en situaciones de cuestionamiento de su poder exacerban una pasión por imponer sus ideas incluso anulando las libertades democráticas que afirman defender.

En febrero de 2017, Timothy Snyder publicó su libro “Sobre la tiranía: Veinte lecciones que aprender del siglo XX”. Snyder nos advierte de los peligros que presenta un personaje como Trump para una democracia en crisis como la nuestra., “la disolución de los partidos de oposición, la suspensión de la libertad de expresión, el derecho a un juicio justo, etcétera es el truco más viejo del manual hitleriano. No te dejes engañar”. Afirma Snyder

Estos dos elementos, “apocalipsitis y facismitis” son una combinación peligrosísima para cualquier sistema democrático. Cuando el colectivo popular sucumbe al miedo ante lo que no puede entender o no puede ver, cae presa de personajes en el poder que usan la utopía del nacionalismo para instaurar sus ideas como el modus operandi. 

Las experiencias de Mussolini en Italia, la de Hitler en Alemania, la de Franco en España, la de Stalin en Rusia, son ejemplos que nos deja la historia como recordatorio de que hay individuos, que, inflados por un nacionalismo enfermizo, caen presas de la “fascismitis”.

Creo que nuestra democracia está al borde del precipicio. Nos urge defenderla. ¿Cómo? Con el simple ejercicio del voto. Este noviembre del 2020 lo que está en juego es la libertad que ha distinguido a esta nación en los últimos 244 años de República. Trump comenzó por invadir nuestras ciudades con su guardia federal. ¿Qué será lo próximo?

¡Alerta, alertas! Los puertorriqueños y latinos tenemos que salir a votar como nunca. Aún tenemos el voto, ¿qué harás cuando no lo tengas? Bien dice Snyder en su libro y cito, “Cuando las fuerzas paramilitares partidarias de un líder se entremezclan con la policía y las fuerzas oficiales, ha llegado el final” Salvemos la democracia.

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